CUANDO ASTIZ VERANEABA IMPUNEMENTE EN MAR DEL PLATA
En la noche de hoy fueron condenados a prisión perpetua varios militares por crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los principales centros clandestinos de detención de la última dictadura. Entre los sentenciados están Jorge "Tigre" Acosta, Antonio Pernías y Alfredo Astiz. Sobre este último, una nota que publicó la revista Gente nº964 del 12 de enero de 1984, cuando el ex marino veraneaba en la costa.
“Si bien en Playa Grande se conocen todos o casi todos, o al menos los que año tras año vuelven a las carpas que llevan su apellido, las que corresponden a la fila tres del Yacth Club Argentino están escondidas, casi pegadas al inicio de la escollera que divide la playa del puerto. Claro que es cuestión de caminar, y uno de pronto, mirando esos apellidos, se encuentra con algunos famosos. Por ejemplo, Facundo Suárez (jefe de la SIDE en ese entonces), Clorindo Testa, y sobre la izquierda, como quien camina hacia el mar, Alfredo B. Astiz. El apellido no es desconocido en Mar del Plata. Hasta figura en la guía, pero... ¡Alfredo Astiz!
Un empleado del balneario dice: 'Sí, vienen siempre. El muchacho es muy rubio, las dos hermanas también. Una es casada y la otra soltera. Esa familia vive aquí en Mar del Plata. El muchacho creo que es marino y a los marinos aquí no se les cobra. Están desde principios de año'.
Es cuestión de caminar. Mirar las chicas -las monas por supuesto-, y una alta, muy rubia, con aspecto de modelo, que saluda a todo el mundo mientras camina por el pasillo de la fila número tres del Yacht Club. Se detiene justo frente a una carpa. Saluda a quien parece ser su hermano. María Eugenia, así se llama (eso se sabría después) saluda después al grupo. El hermano en cuestión no es otro que el capitán Alfredo Astiz. Cuesta reconocerlo. No hay fotos que sirvan para identificarlo. La única que se conoce es la que se difundió durante la guerra de las Malvinas, cuando él está firmando la rendición de Georgias. Allí vestía uniforme, tenía barba de varias semanas y estaba de perfil. Aunque podría advertirse en aquella foto un detalle: sus ojos, su mirada. Ahora no usa barba, está muy bronceado (algo que hace resaltar sus ojos azules). Pelo rubio, ligeramente ondeado y un estilo de hablar y moverse casi aristocrático.
Generalmente llega a la playa alrededor de las doce, con sus padres. Luego visita algunas carpas en la fila tres. Se sienta, lee el diario, charla con Ricardo Yoli, rubio como él y que como él, estuvo en la rendición de las Georgias y que alguna vez capitaneó el yacht Fortuna en competencias internacionales de regata.
Otras de sus costumbres en estas vacaciones es instalarse en el bar del yacht durante largo rato. Si el tiempo está radiante se instala sobre la arena, al final de la hilera de carpas. Allí sigue charlando, se ríe a carcajadas con la risa de un hombre muy joven. Ese día lleva un short de tela náutica en colores amarillo, colorado y azul, y calza ojotas a la moda. Está sentado sobre una sillita de laya de hiero y lona color azul. Casi siempre está mirando hacia el mar está el sol donde esté. Lo rodean chicas jóvenes y muy monas. Él estira las piernas, las entrecruza y golpea permanentemente un pie contra el otro. También cruza los brazos y mira hacia todos lados. Por la ubicación de los que lo acompaña, él parecería ser el eje de la reunión; por eso se hace difícil acercarse a él. Pero las mujeres se van. Sólo lo acompaña, ahora, un hombre alto, fornido, morocho. Con nariz de boxeador y short amarillo, que permanece de pie al lado de él. Era el momento:
-Señor capitán, somos periodistas. Queremos hablar con usted.
-(Mira fijo, molesto) No hay declaraciones.
-Pero, señor capitán, usted debe entender...
-(En ese momento, y esto lo sabría el cronista después, el morocho de short amarillo pareció querer interrumpir, pero se detuvo) Les agradezco, pero no hay declaraciones. Cualquier declaración deben solicitarla al Comando.
-¿Quiere decir que si logramos esa autorización podemos hablar con usted?
-(Indiferente) Y... Si, si el Comando lo autoriza...
-¿No hay posibilidad en este momento?
-No puedo hablar porque todavía soy un marino en actividad.
Saluda a los periodistas sin levantarse de la sillita y a los pocos minutos varios amigos se acercan a preguntarle qué había pasado. Él ríe y mira hacia el mar, sigue tomando sol. Se pone crema Sapolán Ferrini. Al rato, se decide a entrar en el agua. Lo acompaña un amigo con traje de baño blanco. Alrededor de las cuatro de la tarde vuelve a su carpa y se queda charlando con amigos.
No es demasiado lo que se sabe de la vida actual de Astiz.
Sí se sabe que nació en Azul, el 17 de noviembre de 1950. Su padre es el vicealmirante (retirado) Alfredo Edgardo Astiz. A los 18 años ingresó en la Escuela Naval. Siempre quiso ser lo que es. A tal punto que sus compañeros de la escuela primaria lo llamaban 'el hermano marinero'. Después de egresado recibió entrenamiento especial en los Estados Unidos. Allí aprobó el Test de las Inclemencias, la prueba más riesgosa de sobrevivencia en el mar. Es un buen jugador de tenis pero su entretenimiento favorito es el pool. En Bahía Blanca, ciudad que frecuenta desde noviembre de 1982, va a dos: Waterloo y Los Lagartos, que tiene este nombre en homenaje a él. Maneja dos coches: un BMW que compró en Sudáfrica y un Ford Falcon color blanco. Una noche, cerca de las 3.20 encontró a su BMW estacionado en la calle Alsina de Bahía Blanca, con la cuatro ruedas cortadas y una leyenda escrita con aerosol que decía: 'Malvinas. ¡Volveremos!
Ejerció como diplomático en la embajada argentina en Sudáfrica y fue condecorado por el gobierno de Pretoria.
Sus padres y su hermana viven en Mar del Plata. (…) Su hermana, suele trabajar en los departamentos de promoción y relaciones públicas de distintos congresos científicos que se realizan en Mar del Plata. Su hermano, sigue de vacaciones.”
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