MÉXICO '86: ARGENTINA CAMPEÓN MUNDIAL
El 29 de junio de 1986 la Selección Argentina derrotó a su par de Alemania Federal en el partido jugado en el estadio Azteca de la ciudad de México. Con goles de José Luis Brown, Jorge Valdano y Jorge Burruchaga, el equipo nacional se coronó campeón del mundo por segunda vez en su historia. Crónica del encuentro, en tramos de Minuto a minuto, el Nº1, nota de Miguel Ángel Bertolotto en el diario Clarín del 30 de junio de 1986.
“Cuánto se habló de este partido de Maradona. Cuántas palabras se gastaron alrededor de su figura retacona y su fútbol de lujo. Cuántas especulaciones se tejieron sobre la marca, sobre quién lo parará, las infracciones que le cometerán, cómo hará para zafarse de sus perseguidores... cuánto se habló...
Y al cabo, él, con su magia, que quizás no haya sido como en las anteriores presentaciones, pero magia al fin, con su talento para frotar la lámpara y dejarlo libre a Burruchaga para que se vaya derecho al gol del triunfo, el gol del campeonato, con su sacrificio para bancarse el seguimiento de Matthäus primero y de Förster después, sin chistar, sin quejarse, solo apretando los dientes, juntando fuerzas de donde se podía, y tenderle la mano a cualquiera que lo necesitara, cuando las cosas parecían darse vuelta. Él y la copa. La recibió, la besó, la alzó una y otra vez, con alguna lágrima recorriendo sus mejillas. La llevó hasta el campo de juego, en medio de sus compañeros y de la muchedumbre que lo rodeaba. Y empezó la vuelta olímpica, pasándola a uno y a otro. El reloj del estadio marcaba las 14.05. Maradona en la cumbre.
Lo que pasó antes
'Maradona, por qué no naciste en México', imploraba una larga bandera blanca escrita en letras azules. Era el comienzo, cuando él intercambiaba banderines y se saludaba con Rummenigge (y pensar que hubo quienes intentaron trazar un parangón entre ambos...) y con el árbitro, en la ceremonia del sorteo. Su primera final del mundo estaba ahí, a segunda nomás, lista para abrir las puertas de los 90 minutos más esperados de este tiempo.
Movieron los alemanes, se acomodaron las piezas en el tablero y, tal como se preveía, en el reparto a Diego le tocó Matthäus, un disciplinado volante que esta vez dejó su función ofensiva para dedicarse a tratar de anular al mejor jugador del mundo. Donde iba Maradona, iba Matthäus; el 10 de uno se confundía con el 8 del otro. Claro, hasta que la pelota se inclinaba por el que más afectuosamente la trataba, como ocurre siempre.
Sobre el minuto y medio, picó en busca de la primera maniobra, tras un rechazo largo de Brown. La quiso parar con la zurda, pero la posibilidad quedó en intento: se le fue larga por la raya derecha. Detrás, Matthäus, respirándole en la nuca, no dejándolo pensar ni recibir con libertad.
Pero Diego no se sometió a la marca. Se movió permanentemente, apareció por derecha y por izquierda, bajó para desplegarse del alemán, se estacionó -en otras ocasiones- de punta para atraer a dos rivales, a Matthäus y al stopper Förster. Exigió casi sin pausas. Hasta se refugió en su área, a los 2, para sacar de cabeza junto al primer palo un corner de Brehme.
Enseguida, en tres cuartos de cancha, Matthäus lo tumbó, cometiéndole el primer foul. Después, a los 6, la paró con el pecho, la durmió en el empeine y cuando iba a partir en la gambeta, Jakobs (de última, el que más veces lo volteó) lo tocó en los tobillos. No la localizaba demasiado por estos momentos, pero se mostraba y la pedía igual. Total, una vez que la recibía, el destino de la pelota seguramente iba a ser el más adecuado.
Pasado el cuarto de hora, 17 exactamente, protestó la repetición de un tiro libre y Arpi Filho le enseñó la amarilla. La misma tarjeta que vio Matthäus cuatro minutos más tarde, por bajarlo nuevamente, luego de un hermoso taco de Diego para Cuciuffo, en el lateral derecho. A Cuciuffo también lo faulearon; Burruchaga lanzó el tiro libre y Brown la estampó de cabeza: uno a cero. Maradona se 'colgó' de la pila de camisetas celestes y blancas.
Otro remate libre, en la media luna, fue detenido abajo por Schumacher: fue la primera ocasión en que probó al arco. Una pared con Burruchaga -de gran precisión- lo dejó cara a cara con el arquero alemán, que tapó, el balón rebotó en Diego y se perdió por la última línea. Pudo ser, anotamos.
Segundo tiempo. En el arco de sus grandes goles, justamente. El ya legendario contra los ingleses; el no menos bello frente a los belgas. Le puso un exacto toque en profundidad a Burruchaga; eran tres contra uno (Jakobs), pero ganó el líbero adversario. Con Argentina 2-0, Alemania cambió la marca: lo dejó Matthäus, ya más preocupado en empatar el partido y en pensar con mentalidad atacante, y lo tomó Förster. Por ahí se la dio a Giusti, por la derecha, y el centro del mediocampista por poco concluye en el tercero (no alcanzó Burruchaga).
El descuento de Rummenigge. Un taco en el área y posterior zurdazo desviado. El momentáneo impacto de la igualdad, y el pase-gol a Burruchaga: tenía que ser él... no hay vuelta que darle. Hasta tuvo un ratito de tiempo para despachar un tiro libre que Schumacher, con esfuerzo, rechazó al córner. Faltaban dos minutos para la gloria. Argentina era campeón...”
Los goles de la final
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