20.5.11

Política internacional

A 20 AÑOS DEL ASESINATO DE RAJIV GANDHI
El 21 de mayo de 1991 murió víctima de un atentado el primer ministro de la India, Rajiv Gandhi. Integrante de una familia fundamental en la vida política de su país, sucedió a su madre que también fue víctima de la violencia. Crónica del ataque, en fragmentos de Las flores del mal, nota de Miguel Wiñazki en la revista Noticias, nº 752 del 26 de mayo de 1991.



“Minutos antes de que le volaran la cabeza, Rajiv Gandhi colocaba una ofrenda floral ante una estatua de Indira, su madre, barrida por los doce balazos que le descerrajó uno de sus guardaespaldas hace siete años.
Alguien depositó otra 'ofrenda' en torno del cuello de Rajiv el último martes 21.
Pranab Mukherjee, portavoz del Partido del Congreso, dijo que la bomba que lo mató 'estaba oculta en una guirnalda de flores que le fue entregada al descender de su automóvil' y que 'fue accionada por control remoto'.
Los 'Tigres de la Liberación de Tamil Eelam', son los principales sospechosos del asesinato.
Cuando Indira Gandhi gobernaba, fue por inspiración de Rajiv que envió 100 mil soldados indios a Sri Lanka para 'detener' las luchas entre los cingaleses y la minoría de los tamiles. Los 'Tigres', brazo armado de los tamiles, enfrentaron sin éxito a las huestes indias, y la mayoría de su pueblo emigró de la isla de Sri Lanka al estado sureño de Tamil Nadu, donde Gandhi cayó decapitado por la bomba en la guirlanda. Pero si las mayores sospechas recaen sobre los tamiles, nadie descarta a los sikhs, decididos a acabar con el último de los Gandhi, desde que Indira ordenó la represión de las oleadas religiosas sikhs en el norteño estado de Punjab en 1984. El asesino de Indira Gandhi, su guardaespaldas, era un sikh fanático.
Inconmensurable y paradójico, la India es un país en el que cualquiera puede matar a cualquiera. Poco importa al fin el autor del crimen. Importan los efectos desastrosos que la muerte de Rajiv Gandhi ya ha provocado.
Lo mataron en la semana de las elecciones generales (ahora postergadas para junio). Para muchos analistas Rajiv habría sido consagrado otra vez como Primer Ministro, cargo que había abandonado en 1989 envuelto en cierta sospecha de corrupciones que nunca fueron probadas del todo.
Ahora la violencia generalizada y la incertidumbre envilecen hasta el paroxismo a la democracia más vasta del planeta. Hay 850 millones de hindúes, y 520 millones en condiciones de votar. Conquistados innumerables veces, entre otros por los musulmanes a partir de año 711 y por los ingleses desde el siglo XVII, los hindúes no olvidaron sus ancestrales tradiciones democráticas. 2000 años antes de Cristo, los Vedas, sus libros sagrados, recomendaban que la administración del poder fuera soberanía de asambleas populares llamadas Sbhas. En la semana que pasó, quebrada por el fanatismo y las muerte, se votaba para renovar el Lok Sabha, la Cámara baja, compuesta por 537 escaños.
Dos veces milenaria y misteriosa, la cultura hindú es democrática pero también estamentaria. Las castas se segmentan desde siempre, y recién ahora, al borde del tercer milenio, alborean algunos movimientos que cuestionan realmente esa división social hereditaria.
Rajiv Gandhi era de estirpa brahmánica. Su bisabuelo, Motilal Nehru, procedía de una familia noble de Cachemira. Los brahamanes desempeñaron un papel fundamental aunando su nacionalismo dinástico con sus riquezas, para luchar contra el colonialismo inglés.
Motilal fue cofundador del All-India National Congress, en 1885, antecedente histórico del Partido del Congreso. El hijo de Motilal fue el célebre 'Pandit' Jawaharlal Nehru, padre de Indira y abuelo de Rajiv. El Pandit fue, junto con Mahatma Gandhi, uno de los héroes de la independencia del país en 1947, fue fundador del Partido del Congreso y fue también el Primer Ministro de la India libre.
El país de los brahmanes es también el país de los parias. Las castas superiores en general apoyan al Partido del Congreso, y las inferiores se estarían inclinando por el Janata Dal, el partido de Vishawar Pratap Singh, que a la vez convoca a las clases medias intelectuales. Otro líder, Kal Drishan Advani, un veterano parlamentario, comanda al Bharatiya Janata, el partido fundamentalista, que hace del hinduismo ortodoxo su bandera más notoria. La muerte de Rajiv deja un vacío que difícilmente pueda llenar la propia ex esposa de Rajiv, Sonia, de origen italiano, quien había rechazado ya la conducción del Partido del Congreso.
Ahora a los hindúes quizás sólo les queda invocar las mismas palabras finales del gran Mahatma, que cuando un fanático le disparó el 30 de enero de 1948, tuvo un segundo antes de morir para rogar: 'Oh Dios, Oh Dios'”.

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