28.3.11

Policiales

A 15 AÑOS DEL MOTÍN DE LOS DOCE APÓSTOLES
El sábado 30 de marzo de 1996 comenzó una rebelión en la cárcel de Sierra Chica, ubicada a pocos kilómetros de la ciudad bonaerense de Olavarría. Durante varios días los amotinados mantuvieron como rehenes a una jueza y varios guardiacárceles mientras asesinaban a otros presos. Fuente de versiones truculentas, crónica del motín en tramos de El ejército de las sombras, informe de Daniel Guebel, Leo Álvarez y Marcelo Larraquy en la revista Noticias, nº 1007 del 13 de abril de 1996.




   “El termómetro indica un máximo de 600 pero, entre las 20 y las 6 de la mañana del martes 2, la temperatura alcanzó los 700 grados centígrados. El interior de la estructura de 3 metros de ancho por 6 de profundidad ardió toda la noche, llegando al borde de la destrucción. Por el exceso de temperatura, los ladrillos refractarios del horno comenzaron a resquebrajarse lanzando tenues silbidos, más terribles, en el silencio, que el espanto de quienes sabían lo que estaba ocurriendo en el interior de la prisión de alta seguridad de Sierra Chica, Olavarría, provincia de Buenos Aires. El humo -blanco y pegajoso, una especie de ceniza sucia- flotaba en dirección al muro: como una amenaza fantástica, como la condensación del horror absoluto.
   El corazón de las tinieblas. Los cuerpos de Esteban Polieschuck Palomo, Mario Barrionuevo Vega, José Cepeda Pérez, Víctor Gaitán Coronel, Luis Romero Almada, Agapito Lencina Aquino y Daniel Niz Escobar fueron trozados con 'facas' -cuchillos improvisados-, algunos en castigo por oponerse al motín y otros por su presunta condición de informantes del Servicio Penitenciario Bonaerense. Así ocurrió con los siete. Después de ser despedazados, los amotinados -liderados por Marcelo Alejandro Brandán Juárez (28), preso por robo calificado reiterado, condenado a 19 años y 6 meses de prisión- los cargaron en grandes canastos y los ocultaron entre frazadas. En la noche, los restos humanos fueron lanzados con las palas pizzeras y arrojados al interior del primero de los cuatro hornos de la panadería para que se consumieran hasta su desintegración. 'Así no queda «cuerpo del delito», y no se puede incriminar a nadie', dijo un interno. Y explicó: 'Ausencia por presunción de fallecimiento'.
(…)
   El motín. Durante el motín, más de 30 reclusos, en turnos rotativos que abarcaban las 24 horas, excavaron un túnel de 22 metros e largo y 2 metros de profundidad; se procuraron luz mediante lámparas distribuidas cada 3 metros, y aire con un ventilador cada 5. El túnel comenzaba en el piso de la carpintería y se dirigía hacia el muro. Con dos días de trabajo, la excavación llegaba hasta la jefatura de talleres. Para llegar hasta el muro, aún faltaban 30 metros.
   Negociación. El túnel no fue terminado. Antes, el acuerdo con el ministro de Gobierno bonaerense, Rubén Citara (40), dio sus resultados. El ministro se convirtió en el negociador político ante quien los amotinados presentaron sus demandas. Citara definió su posición diciendo: 'Conseguimos que no maten a los rehenes sin acceder a las imposiciones descabelladas. Trabajamos con paciencia y firmeza. Para los amotinados, matar a los rehenes hubiese desembocado en un enfrentamiento con la sociedad. Los que cedieron posiciones fueron ellos, no el gobierno. Jamás aceptaríamos las imposiciones de modificar leyes como las que ellos exigían'.
   Recuperado. A partir de 8 de abril, de la unión de pabellones o Centro de Vigilancia y Tratamiento -que los internos tomaron y usaron durante los días del motín-, las autoridades retiraron 14 camiones volcadores llenos hasta el tope con restos de comida, colchones quemados, puertas de metal de las celdas de castigo, ropas, escombros, efectos personales destruidos. Los camiones fueron hasta una cantera situada fuera de los muros, pero dentro del perímetro de la Unidad 2, y allí arrojaron su contenido.”


Entrevista al periodista Gustavo Mura, autor del libro XII Apóstoles







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