16.2.11

Sociedad

EL TRABAJO ESCLAVO: AYER Y HOY
Cuando en estos días se suceden las noticias sobre las condiciones del trabajo rural en la Argentina, recordamos la situación que se vivía a comienzos del siglo XX. El diagnóstico que en 1901 hizo Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista, citado en La rebelión de los braceros, nota de G. Cuadrado Hernández en la revista Todo es Historia, nº 185 de octubre de 1982.




   “En 1901 el Dr. Juan B. Justo daba a conocer las observaciones que había hecho sobre las condiciones en que se realizaban las tareas de la recolección de las cosechas y que, en algunas zonas, perduran hasta nuestros días. Helas aquí:
   'En la trilla y desgranado de maíz, no hay techo alguno para los hombres que en número de 12 a 30, ocupan una máquina, ni siquiera tiendas de campaña. Ni hay que pensar tampoco en un sitio decente para comer, ni en un baño para los hombres empleados en tan sucios trabajos; esquiladores o trilladores, echados en el suelo o en cuclillas, comen con los dedos sucios su galleta y su carne. En pleno verano, trabajan semanas enteras sin tener tiempo ni medios para bañarse. Al fin del otoño, cuando las noches son ya húmedas y frías, se hace la cosecha de maíz. Hombres, mujeres y niños, familias enteras, salen a ocuparse de ese trabajo. ¿Qué alojamiento se les ofrece? Muchos tienen que dormir en el campo, sin más techo que un ligero reparo que ellos mismos construyen con la chala y con los tallos de maíz'.
   Se trataba de los braceros 'golondrinas' que iban a 'hacer la cosecha' de trigo o de maíz, por cuenta de chacareros medieros en su gran mayoría, los que, no vivían en mejores condiciones que sus peones. Pero no había diferencia con los grandes establecimientos ganaderos, sobre los cuales dirá también el Dr. Justo:
   'Las habitaciones de los peones en el campo argentino son de todo punto míseras o absolutamente no existen; en entran en cantidad apreciable en los gastos de explotación. Esto resalta en la época de los grandes trabajos. He visitado en Junín, una gran estancia de 60.000 ovejas, durante la esquila. Una máquina a vapor movía a 30 tijeras manejadas por otros tantos esquiladores; veinte hombres más hacían los otros trabajos del caso. Pues para alojar a ese personal extraordinario, que permanecía allí un mes y medio, no había absolutamente instalación alguna. Pregunté donde dormían los esquiladores y se me condujo a un galponcito donde había dos coches y otras cosas más. A lo largo de las paredes, en el estrecho espacio vacío, algunos hombres habían arreglado sus mantas, directamente sobre el suelo o sobre unos postes, o unos flejes cruzados; otros habían mostrado el aprecio en que hubieran tenido una buena cama construyéndose con ramas de sauce un bosquejo de catre. Allí; después de trabajar más de 12 horas, descansaban los pocos peones que cabían. Para la mayor parte del personal de la esquila no había ni eso, que el director del establecimiento mostraba con ironía y con desdén, diciendo que, después de que se fuera esa gente, tendría que desinfectar el local. Vi después una negra cocinita y un cuarto donde había un yunque y algunas bolsas llenas de algo; era, según me dijeron, la casa de los aradores: doce hombres que por 25 pesos por mes y la carne, trabajaban para un empresario, que araba la tierra por un tanto para el dueño del campo'.
   Tal era la vida agraria argentina cuando estalló la rebelión de braceros del año 1919 y que subsistió por muchos años más, en la mayor parte de la República.”


Grito changa, por José Larralde


Control de la AFIP en una finca de la empresa Alfredo Olmedo S.A.






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