25.2.11

Deportes

A 60 AÑOS DE PRIMEROS JUEGOS PANAMERICANOS
El 25 de febrero de 1951 fueron inaugurados en la ciudad de Buenos Aires los primeros Juegos Panamericanos de la historia. Participaron 2.513 atletas, quienes compitieron en 18 disciplinas y representaron a 21 países. Aquella fue la única vez que la Argentina terminó como líder del medallero general. Extractos de Juegos Deportivos Panamericanos, nota de la revista El Gráfico, n°1647 del 2 de marzo de 1951.





Arde bajo el cielo de América el fuego de Olimpia. Al inaugurarse, en imponente ceremonia, los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, el atleta griego Arístides Rubanis prendió la lámpara votiva con la antorcha encendida en el Monte Olimpo. América recibe así, en mensaje de luz, la herencia de la Grecia inmortal y le rinde homenaje prolongado el culto a la belleza. El magno torneo que reúne a los más altos exponentes del deporte en la joven tierra americana fue inaugurado por el Excelentísimo señor Presidente de la Nación, general Juan Perón, quien asistió al acto acompañado por su señora esposa, atletas, autoridades del Estado, cuerpo diplomático y dirigentes del deporte local y extranjero. El estadio del Racing Club ofrecía la noche del domingo el grandioso aspecto característico de los acontecimientos trascendentales y la multitud allí reunida saludó con vibrantes aplausos el paso de todas las delegaciones, que desfilaron dando una vuelta olímpica para formar luego frente al palco oficial. Allí se pronunciaron los discursos, el Presidente declaró abiertos los primeros Juegos Deportivos Panamericanos, Oscar Furlong izó la bandera olímpica, apareció en la pista el gallardo atleta griego portador de la antorcha y por último Elsa Yrigoyen y Enrique Kistenmacher prestaron solemne juramento en nombre de todos los competidores de los Juegos Panamericanos.
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Todos y cada uno de los actos realizados adquirió la proporción que a su trascendencia correspondía, desde la abertura musical a cargo de una formidable banda militar, cuyo ajuste y sonoridad resultaron sencillamente impecables, hasta el número final y espectacular de los fuegos artificiales, pasando por los distintos pasajes que fueron configurando una fiesta inolvidable.
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La música marcial de la banda y el aplauso ininterrumpido del público marcó el paso de todas las delegaciones: Grecia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Estados Unidos de Norte América, Guatemala, Haití, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Trinidad, Venezuela, Argentina... Para todos ellos, a manera de condecoración, una corona de aplausos.
¿Cómo no emocionarse ante la vista de esa juventud espléndida, trajeada con vistosa indumentaria, marchando con arrogante gallardía? ¿Cómo no emocionarse con las notas y las estrofas del Himno Nacional, en magistral ejecución, y con el encendido de la llama, el izamiento de la bandera olímpica, las frases rituales del juramento?
Alta emoción de fiesta grande, inmensas proporciones de acontecimientos. Y, en lo menudo, la sensación gratísima de reparar en los detalles, de ver cerca nuestro por primera vez a los hermanos deportistas de América de algunos países que antes nunca habían estado presentes en las competencias que tuvieron por escenarios los estadios de la Argentina. La vista y el ánimo se complacían detenidamente al contemplar el paso de las cuatro gráciles representantes de Canadá, de los apuestos muchachos venezolanos, del exótico aspecto de los trinitarios. Aunque, hablando de exotismo, nadie pudo impresionar más que uno de los delegados panameños que tomó parte en el desfile luciendo una llamativa indumentaria típica
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Imágenes de la clausura de los Primeros Juegos Panamericanos


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