21.12.10

Política nacional

HACE 35 AÑOS TERMINABA UNA REBELIÓN MILITAR CONTRA ISABEL PERÓN
El domingo 22 de diciembre de 1975 se rindieron los militares de la Fuerza Aérea Argentina alzados contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón, en un preámbulo de la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional. El motín había comenzado el jueves 18, cuando los rebeldes proclamaron 'el derrocamiento de la autoridad política y la instauración de un nuevo orden de refundación con sentido nacional y cristiano'. Crónica de la intentona, en tramos de El putsch de la Aeronáutica, nota de la revista Cuestionario, nº 33 de enero de 1976.




“La población argentina no tenía, hasta el 18 de diciembre, la menor idea de quién era el brigadier Jesús Orlando Capellini. En realidad, sigue sin conocerlo. Sin embargo, los comunicados que firmó durante cuatro días, sirven para descubrir -detrás de la prosopopeya y los lugares comunes típicos de la literatura golpista- las ideas de este aeronauta que soñaba con una Argentina prosperando 'en paz y trabajo', como lo hacen 'nuestros vecinos', guiados por Pinochet, Banzer, Stroessner, Geisel y Bordaberry.

Como todo militar argentino sabe, la regla de tres del golpismo incluye cierto consenso o expectativa popular, adecuado poder logístico y una ideología viable, en proporciones equivalentes. La disminución de uno de los factores debe ser compensada con el incremento de los restantes. Los oficiales de la Fuerza Aérea que el 18 de diciembre último se declararon en rebelión, no sólo eran una tenue minoría sin respaldo; tampoco disponían de fuerza logística y, en cuanto a ideología, ni ellos mismos pudieron proporcionar una versión coherente. Esa triple carencia condenaba a priori el golpe de mano, aunque los Mirage leales no hubiesen bombardeado las pistas de Morón.

El brigadier Jesús Orlando Capellini, cabecilla del movimiento, y los jóvenes tenientes de rosario al cuello que secundaban su confusión sobre fines y medios, intentaron difundir sus ideas en comunicados donde el estilo de los diálogos místicos de San Juan de la Cruz se mezclaba con el sistema autóctono de injurias, en vez de explicarse mediante términos políticos concretos.

¿Cuáles eran esas ideas? La presencia entre los sublevados del cursillista Juan Carlos Onganía podría ser un indicio. También el hecho de que monseñor Adolfo Tortolo se haya desdoblado en obispo preferido de las Fuerzas Armadas leales y oficiante de una misa, el domingo 22, ante los insurrectos de Morón.
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Sin embargo, ni los anacronismos de Capellini, ni el fracaso de su rebelión cuidadosamente incruenta -los conscriptos fueron retirados al empezar los bombardeos, el gobierno les avisó que bombardearía las pistas (de la base aérea de Morón), para que tomasen precauciones que evitaran bajas- y sorprendentemente inepta -en el Aeroparque armaron una barricada con dos camiones tanques cargados de inflamables- deben ser tomados a la ligera; son otra cara de la crisis argentina y de la diversidad contradictoria con que las Fuerzas Armadas procesan, en su interior, la indudable síntesis que vendrá. Habrá que examinarlos, entonces, con el respeto científico con que en Medicina se estudia a los virus.
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Encerrados en Morón, por lo tanto, los oficiales resuelven 'considerar totalmente agotado el proceso político que agobia al país', 'desconocer a las autoridades que detentan el gobierno nacional' y 'requerir al Comandante en jefe del Ejército (general Jorge Rafael Videla), que asuma en nombre de las Fuerzas Armadas la conducción del gobierno nacional, como un deber ineludible para con la Patria'.
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Después de que la base de Morón fue bombardeada, el general Videla rehusó el ofrecimiento del gobierno y la IV brigada aérea de Mendoza abandonó la rebelión, subordinándose a los mandos naturales, los insurrectos, siempre rosario al cuello, advirtieron: 'Permanezca sereno el pueblo de la Patria, porque ya no estamos solos en la defensa de los supremos intereses de la Nación'.
Luego del documento de Capellini y de ese comunicado, se rindieron, lógicamente.”






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