21.12.10

Política nacional

A 35 AÑOS DEL ATAQUE AL REGIMIENTO DE MONTE CHINGOLO
El 23 de diciembre de 1975 el Ejército Revolucionario del Pueblo atacó el Batallón Depósito de Arsenales 601, coronel Domingo Viejobueno de Monte Chingolo. El operativo del ERP, brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, fue la mayor acción de guerrilla urbana de la historia de América latina. Fragmentos de El país en guerra, nota de Rodolfo Terragno en la revista Cuestionario, nº 33 de enero de 1976.



En vísperas de la Nochebuena, a 15 kilómetros de Buenos Aires, había un frente de guerra. El Comando General del Ejército emitía, esa noche, un parte requiriendo a la población que se abstuviera de 'transitar en la zona comprendida entre Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora y La Plata', una dilatada área geográfica sometida al tableteo de ametralladoras, el ulular de sirenas y el zumbido de aviones y helicópteros. Desde el aire, llovían bengalas y fuego. En tierra, se combatía en un arsenal -donde la batalla había tenido su origen- y, simultáneamente, se registraban escaramuzas en calles y caminos. Todos los puentes sobre el Riachuelo eran escenario de enfrentamientos.

Algunos regimientos -en La Plata, en City Bell- eran baleados y sus efectivos repelían los ataques. A medianoche, la Marina anunciaba que los aviones de Punta Indio estaban 'cooperando con las tropas del Ejército'. A la mañana siguiente, los diarios -impresos durante el fragor de la contienda- daban la información trunca, pero ya contabilizaban decenas de víctimas: 50, 60, 100 muertos. Eran indeterminable.

Un relato de política-ficción que, diez años atrás, hubiese presagiado este acontecimiento de la realidad actual, habría dado la sensación de un desvarío. Pero si se le hubiera concedido verosimilitud, entonces se lo habría valorado como lo que, en realidad, es: un hecho de guerra. Ocurre que el horror rara vez es abrupto: se va infiltrando, anestesia, acostumbra y prepara para lo que sigue; y, entonces, hechos de esta naturaleza no son valorados como corresponde.

Una feroz batalla a las puertas de Buenos Aires es tomada como un dato más, y su importancia reducida a la de un mero detonante de crisis política. Es como si no se le asignase gravedad al hecho en sí, sino sólo a sus posibles consecuencias institucionales. El razonamiento esquizoide al que conduce el horror consuetudinario hace que la guerra sea interpretada como uno de los tantos factores incidentes en la evolución normal del país. Muere un centenar de personas en combates librados en las barbas del poder político central, y las mentes politizadas inmediatamente empiezan a medir, por ejemplo, hasta qué punto ese hecho nuevo pudo inclinar la balanza en favor de una intervención de la provincia de Buenos Aires, como el economista que calcula de qué modo un siniestro producido por la naturaleza pudo efectuar a las cosechas y, con ello, a la balanza comercial y de pagos.
(…)
El arte militar exige que las tácticas se inserten en una estrategia; y ésta debe, a su vez, fundarse en la política del Estado. Es necesario que los militares no lo olviden, y que tampoco lo ignore el resto de la sociedad, el cual hará bien en evitar que la guerra se lo devore, pero no puede seguir desconociendo que esa guerra está instalada en la nación y que, para defender a ésta, es necesario alcanzar un mínimo consenso sobre sus fines presentes, cuya prosecución ha de constituir, en definitiva, aquella política.

Si alguien, olvidando la necesidad de no aspirar a soluciones mágicas, pretende -en vez de esa concepción amplia de lo que debe hacerse- una formula para la erradicación instantánea de la guerrilla, le convendrá recordar que la drasticidad, empleada antes por gobiernos militares cuyas facultades eran irrestrictas, y ahora adoptada por las fuerzas conjuntas, las cuales a esos fines tampoco han contado con límites, no pudo evitar que el 23 de diciembre de 1975, la guerra produjera su episodio más dramático, a un paso de Buenos Aires.”



Noticieros de Canal 13 del 24 de diciembre de 1975





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