16.10.10

Espectáculos

MUERE CÁTULO CASTILLO
El 19 de octubre de 1975 falleció el poeta y compositor Cátulo Castillo, autor de una vasta e influyente obra en el tango. Entre sus composiciones más famosas se cuentan Tinta roja, Caserón de tejas, María, La última curda, Domani, Anoche, y El último café, entre muchas otras. Nacido en Buenos Aires en 1906, nos cuenta su vida tramos de Es como el tango: profundo, sentimental, entrevista de Manuel Caldeiro en la revista Gente del 26 de septiembre de 1974.




"Soy de una familia muy humilde. Mi padre, José González Castillo, fue un hombre que quedó huérfano a los diez años. Desde entonces tuvo que ganarse la vida de las más diversas maneras. Fue marinero, pintor, vigilante, inspector de justicia, secretario del gremio de los carreros (el primero que llegó a organizarse en el país). Fue un anarquista que convivió con los hombres que iniciaron -un poco románticamente- los movimientos de tipo social. Tenía además una forma lírica de vivir, quizás adquirida de los payadores del barrio de Almagro, donde vivió su adolescencia y también su madurez. Fue un hombre apasionado y contradictorio, porque también quiso ser sacerdote y llegó a ingresar a un seminario en Orán, provincia de Salta. Poco antes de que yo naciera se había promulgado la ley del descanso dominical, una conquista importante para los gremialistas de la época. Cuando me fue a inscribir al Registro Civil, el oficial le preguntó: '¿Cómo se llama el niño?' 'Descanso dominical González Castillo', le respondió. El empleado del Registro Civil supuso que se trataba de una broma. El viejo se puso furioso y casi a los gritos le dijo al oficial: '¡Usted le pone Descanso Dominical!'. Bueno, la discusión duró un buen rato, hasta que entre el empleado del Registro Civil y mis padrinos lograron convencer a mi padre que ese nombre no podía ponerse, y que, además, ¡qué culpa tenía yo de que él estuviera tan entusiasmado con la ley! Fue una suerte, para mi que pudieran convencerlo; me inscribió con los nombres de Ovidio Cátulo González Castillo.
(...)
Mi padre fue obligado a exiliarse en Chile. Vivíamos en Valparaíso, donde yo aprendí a leer y escribir en un colegio inglés. De regreso a Buenos Aires, mi padre se dedicó al periodismo y al teatro. Varias obras suyas fueron éxito, y esto nos permitió que nuestra familia comenzara a vivir ya en forma desahogada. Por aquel entonces empiezo a estudiar violín y piano en un conservatorio de la calle Boedo. A los doce años se me da por practicar boxeo, cosa que hago hasta los 17 años. Peleé con casi todas las figuras de ese tiempo: con Luis Rayo, que fue campeón europeo, con Alcides Ferrero, campeón del Río de la Plata, etc. (...) Lo encaré con bastante entusiasmo y quizás hubiera sido un profesional del boxeo si no fuera que a los 17 años gané un premio en un concurso con el tango 'Organito de la tarde', lo que me demostró que podía vivir de la música.
(...)
Cuando muere mi padre me encuentro de pronto sin el ladero; sin embargo quedan los amigos que siempre son un apoyo. Yo era un habitué del grupo Boedo, con Nicolás Olivari, los hermanos González Tuñón y el poeta Alberto Franco. Olivari recién se destapaba con 'La Musa de la mala pata'; era un revolucionario dentro de los jóvenes poetas, y sobre todo este grupo representaba a un ideal periodístico que dirigía Natalio Botana, desde Crítica. Botana innovó hasta tal punto en el periodismo, que, por ejemplo, le permitía a los González Tuñón dedicar una página entera para comentar un tango; una nota a seis columnas que hoy sería el espacio que se le dedicaría a una noticia como la declaración de la guerra en Europa. Todo esto formó una época muy delirante para la calle Boedo, pero también inolvidable. Paralelamente trabajaba como profesor del Conservatorio Nacional de Música, donde permanecí 27 años, hasta la revolución del 55. También fui presidente de la Comisión Nacional de Cultura; esta designación fue algo casual: fui invitado a dar una conferencia en una unidad básica que dirigía Delia D. de Parodi. A esa charla asistió el general Perón. Me mandó llamar y me dijo: 'Mire, Cátulo, usted tiene que ser presidente de la Comisión Nacional de Cultura; yo entiendo que dentro del nivel popular en que debemos manejar las cosas, y de acuerdo con todas las ideas que se sustentan en el gobierno justicialista, tenemos que reafirmar que la cultura es popular o no es cultura'. En 1955 ceso en todos mis cargos y tengo que reanudar una nueva vida, cosa que no me molestó nunca en una forma demasiado definitiva; empezar de nuevo es volver a renacer, es una especie de desafío. Continúo escribiendo letras de tango, y vuelvo a una posición inicial con muchas perspectivas de seguir trabajando y con una gran experiencia. La comprensión de lo que uno vivió sirve de bagaje para no equivocarse mucho y no tener apetencias demasiado estruendosas'"
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Alfredo Zitarrosa interpreta La última curda


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