CUANDO COLOMBIA GOLEÓ A LA ARGENTINA
El 5 de septiembre de 1993, el seleccionado colombiano vapuleó al conjunto local por 5 a 0 en el estadio Monumental. Este fue el peor resultado registrado hasta ese momento en la historia del combinado nacional en eliminatorarias mundialistas. Texto de Así se juega al fútbol, de Juvenal, publicada en la revista El Gráfico, nº 3857 del 7 de septiembre de aquel año.
ASÍ SE JUEGA AL FÚTBOL
“Así, como lo hizo Colombia ante una Selección Argentina apabullada por un adversario que llenó la cancha de toques, paredes, pisadas y amagues, antes de llenarnos la red de goles. Y pensar que así era 'la nuestra'...
Cuando uno era pibe, en esa misma cancha donde el domingo nos dieron el toque y nos pegaron la paliza más grande que recuerde Selección Argentina alguna actuando en Buenos Aires, veía jugar a José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Antonio Sastre, el Chueco García, Piraña Sarlanga, Ángel Labruna. A todos esos eximios dominadores de la pelota que hacían del fútbol el arte de lo simple y lo claro, lo fácil y lo agradable. Aquellos próceres jugaban 'la nuestra'.
Corrieron los años, aparecieron Tucho Méndez, René Pontoni, Alfredo Di Stéfano, Pipo Rossi, Rubén Bravo, la escuela mantenía su esencia, la pisada seguía siendo 'la nuestra', se jugaba tres cortas y una larga, tratar bien la pelota y llegar tocando eran dogmas de una religión respetada inevitablemente.
Pensar que ayer eran alumnos... ¿Y los colombianos? Por entonces, eran los alumnos. Recibieron el aporte de los maestros argentinos a partir del éxodo que vació nuestro fútbol entre 1949 y 1950. Siguió corriendo agua cada vez más contaminada por el Río de la Plata, en las cercanías del Monumental Y así llegamos a hoy. Para enfrentarnos con una nueva y dura realidad. Aquellos alumnos de ayer nos dieron una lección de fútbol jugando como maestros. Llenándonos la cancha de toques, amagues y pisadas, pintándonos la cara y metiéndonos una goleada histórica. ¿Por qué? Así como hacen falta dos para el tango, para hallar una explicación razonable hay que analizar lo que hicieron ellos y lo que no hicimos nosotros.
La pelota sigue siendo redonda. Cuando Alfredo Di Stéfano alcanzó la cumbre de su carrera jugando para el Real Madrid supo que si igualaba en combatividad a los jugadores españoles tenía ganada la batalla. ‘¿Sabés por qué´, era su explicación, ´porque el Nene Rial y yo mandábamos sobre la pelota...´ Los colombianos adhieren a la misma idea y así lo expresan sobre el terreno, a la hora de la verdad. Nuestra Selección parece haberlo olvidado. Porque frente a un adversario que basa todos su poderío en el control de la pelota, hicimos todo lo que no se debe hacer: dejarnos que ellos se defendieran teniéndola, tocándola en avances o retroceso, para los costados buscando siempre al hombre libre, clarificando invariablemente la maniobra; cuando la conseguimos, en vez de juntarnos y tocar, en lugar de fortalecernos asegurando la jugada, apoyando al compañero que la tenía, la arriesgamos en esfuerzos individuales y disociados. Esto es: no supimos defender recuperando la pelota, ni supimos atacar valorizando su posesión.
¿Quién anula a Valderrama? No es aconsejable pensar más en los contrarios que en nosotros mismos. Pero tampoco es posible caer en la inseguridad de otorgarle libertad de acción total a quien, como Carlos Valderrama, es una pieza clave del funcionamiento colombiano. ¿Cómo marcarlo? ¿Mandándole un cancerbero para que lo corra por toda la cancha, como hizo el peruano Reyna con Maradona en las eliminatorias de 1985? ¿Marcarlo en relevos, según la zona por donde se mueva? ¿Cortar los circuitos que llegan hacia y salen desde Valderrama? Cualquier alternativa pudo ser válida si se hubiera realizado con el grado de concentración capaz de asegurar su eficacia. No advertimos ninguna. Se alcanzó a vislumbrar que intentaba correrlo Zapata. Llegó casi siempre tarde. Y cuando pareció que llegaba, Valderrama lo desairó con insultante facilidad. La otra mitad del problema a resolver -tapar a los receptores- tuvo peor cumplimiento todavía: en tanto los restantes colombianos se movían ocupando zonas despobladas para recibir el toque de Valderrama, los argentinos arrancaban a tapar un segundo más tarde. Lo que en fútbol equivale a suicidio.
¿Quién acompaña a los de arriba? Argentina necesitaba ganar para quedar clasificada este domingo. Debía hacer goles, por lo menos uno, y para conseguirlo, debía atacar. Pero ¿cómo hacerlo sin Medina Bello, Batistuta y Leo Rodríguez, ubicados territorial y mentalmente en la actitud agresiva que requería la empresa, sólo contaron con el apoyo cercano de Saldaña en los primeros 15 minutos? Si Zapata persigue a Valderrama -o parece intentarlo-, Redondo arranca anunciando siempre su partida y Simeone se queda atornillado a la posición de número tres bis, ¿quién acompaña a los de arriba? Ese fue un problema que no tuvo solución mientras podíamos discutir el partido, antes del tremendo jugadón de Asprilla que generó el 3-0 en el minuto 73. Resultado: nos acercamos al arco rival siempre a los empujones, forzando la acción. En cambio, Colombia llegó como lo manda el manual: jugando. Por esa razón, recorre el mundo del fútbol una noticia sorprendente: Argentina perdió en Buenos Aires por cinco goles. Es un desastre histórico. Pero de ningún modo una casualidad.”
Resumen del partido
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ASÍ SE JUEGA AL FÚTBOL
“Así, como lo hizo Colombia ante una Selección Argentina apabullada por un adversario que llenó la cancha de toques, paredes, pisadas y amagues, antes de llenarnos la red de goles. Y pensar que así era 'la nuestra'...
Cuando uno era pibe, en esa misma cancha donde el domingo nos dieron el toque y nos pegaron la paliza más grande que recuerde Selección Argentina alguna actuando en Buenos Aires, veía jugar a José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Antonio Sastre, el Chueco García, Piraña Sarlanga, Ángel Labruna. A todos esos eximios dominadores de la pelota que hacían del fútbol el arte de lo simple y lo claro, lo fácil y lo agradable. Aquellos próceres jugaban 'la nuestra'.
Corrieron los años, aparecieron Tucho Méndez, René Pontoni, Alfredo Di Stéfano, Pipo Rossi, Rubén Bravo, la escuela mantenía su esencia, la pisada seguía siendo 'la nuestra', se jugaba tres cortas y una larga, tratar bien la pelota y llegar tocando eran dogmas de una religión respetada inevitablemente.
Pensar que ayer eran alumnos... ¿Y los colombianos? Por entonces, eran los alumnos. Recibieron el aporte de los maestros argentinos a partir del éxodo que vació nuestro fútbol entre 1949 y 1950. Siguió corriendo agua cada vez más contaminada por el Río de la Plata, en las cercanías del Monumental Y así llegamos a hoy. Para enfrentarnos con una nueva y dura realidad. Aquellos alumnos de ayer nos dieron una lección de fútbol jugando como maestros. Llenándonos la cancha de toques, amagues y pisadas, pintándonos la cara y metiéndonos una goleada histórica. ¿Por qué? Así como hacen falta dos para el tango, para hallar una explicación razonable hay que analizar lo que hicieron ellos y lo que no hicimos nosotros.
La pelota sigue siendo redonda. Cuando Alfredo Di Stéfano alcanzó la cumbre de su carrera jugando para el Real Madrid supo que si igualaba en combatividad a los jugadores españoles tenía ganada la batalla. ‘¿Sabés por qué´, era su explicación, ´porque el Nene Rial y yo mandábamos sobre la pelota...´ Los colombianos adhieren a la misma idea y así lo expresan sobre el terreno, a la hora de la verdad. Nuestra Selección parece haberlo olvidado. Porque frente a un adversario que basa todos su poderío en el control de la pelota, hicimos todo lo que no se debe hacer: dejarnos que ellos se defendieran teniéndola, tocándola en avances o retroceso, para los costados buscando siempre al hombre libre, clarificando invariablemente la maniobra; cuando la conseguimos, en vez de juntarnos y tocar, en lugar de fortalecernos asegurando la jugada, apoyando al compañero que la tenía, la arriesgamos en esfuerzos individuales y disociados. Esto es: no supimos defender recuperando la pelota, ni supimos atacar valorizando su posesión.
¿Quién anula a Valderrama? No es aconsejable pensar más en los contrarios que en nosotros mismos. Pero tampoco es posible caer en la inseguridad de otorgarle libertad de acción total a quien, como Carlos Valderrama, es una pieza clave del funcionamiento colombiano. ¿Cómo marcarlo? ¿Mandándole un cancerbero para que lo corra por toda la cancha, como hizo el peruano Reyna con Maradona en las eliminatorias de 1985? ¿Marcarlo en relevos, según la zona por donde se mueva? ¿Cortar los circuitos que llegan hacia y salen desde Valderrama? Cualquier alternativa pudo ser válida si se hubiera realizado con el grado de concentración capaz de asegurar su eficacia. No advertimos ninguna. Se alcanzó a vislumbrar que intentaba correrlo Zapata. Llegó casi siempre tarde. Y cuando pareció que llegaba, Valderrama lo desairó con insultante facilidad. La otra mitad del problema a resolver -tapar a los receptores- tuvo peor cumplimiento todavía: en tanto los restantes colombianos se movían ocupando zonas despobladas para recibir el toque de Valderrama, los argentinos arrancaban a tapar un segundo más tarde. Lo que en fútbol equivale a suicidio.
¿Quién acompaña a los de arriba? Argentina necesitaba ganar para quedar clasificada este domingo. Debía hacer goles, por lo menos uno, y para conseguirlo, debía atacar. Pero ¿cómo hacerlo sin Medina Bello, Batistuta y Leo Rodríguez, ubicados territorial y mentalmente en la actitud agresiva que requería la empresa, sólo contaron con el apoyo cercano de Saldaña en los primeros 15 minutos? Si Zapata persigue a Valderrama -o parece intentarlo-, Redondo arranca anunciando siempre su partida y Simeone se queda atornillado a la posición de número tres bis, ¿quién acompaña a los de arriba? Ese fue un problema que no tuvo solución mientras podíamos discutir el partido, antes del tremendo jugadón de Asprilla que generó el 3-0 en el minuto 73. Resultado: nos acercamos al arco rival siempre a los empujones, forzando la acción. En cambio, Colombia llegó como lo manda el manual: jugando. Por esa razón, recorre el mundo del fútbol una noticia sorprendente: Argentina perdió en Buenos Aires por cinco goles. Es un desastre histórico. Pero de ningún modo una casualidad.”
Resumen del partido
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