24.9.10

Cultura

A 10 AÑOS DE LA MUERTE DEL CUCHI LEGUIZAMÓN
El 27 de septiembre de 2000 falleció Gustavo Cuchi Leguizamón. Nacido en 1917 en la ciudad de Salta, donde residió casi toda su vida, fue un músico y compositor que innovó el folclore nacional. Entre muchas canciones fue autor de La pomeña, Balderrama, Zamba de Anta, La arenosa, Carnavalito del duende, Maturana y La navidad de Juanito Laguna. Abogado de profesión, fue fiscal de Estado de Salta y diputado provincial. Lo recordamos con tramos de Cuchi Lobizamor, reportaje de Fernando Noy publicado en la revista El Porteño, nº 10 de octubre de 1982.




   "-Esa actitud de permanente creación, ese estar siempre en la búsqueda ¿a usted lo lleva hacia qué?
   -A la total transmutación. Lo que usted acaba de nombrar es, en sí mismo, parte de los únicos valores absolutos que existen. Dios pretende ser un valor absoluto, con una unidad de ser. Yo me quedo con el valor absoluto de mi propia vida. Como un simple trasfondo, como una irradiación del ser humano en todo. Usted va a pensar que me quiero hacer el filósofo. Y no esté equivocado. Siempre aspiré a ser filósofo. Pero un filósofo que improvisa y crea. Nada que no sea creación original permanente vale nada.
   -Filosofía viva...
   -Viva, palpitante, muy, muy especial para cada ser. Estoy junto a los neofilósofos pero agregando a los neofenomenólogos porque coinciden en afirmar que hay que hacer filosofía igual a la propia música, saliendo de la nada total, atrapar la melodía. Crear es atrapar lo que espera dentro de uno mismo. Hacer la armonía, el contrapunto y armar este ciclo de pensamiento y de sensibilidad que es una obra musical, por más simple que sea. Para hacer filosofía en esta época hay que salir con las armas dispuestas a disparar contra todo. Las armas de la imaginación, de lo nuevo.
   -¿Quiénes son sus pares? ¿Dónde se encuentra usted como artista?
   -El pueblo, puro y llano. Me identifico con los elementos artísticos del propio pueblo. De golpe, por ejemplo, hay un cochero, un auriga. Esos cocheros de caballo. Y ya llegó a los 70 con su idea de la muerte y su idea de la vida como una sola fusión. Un auriga, ¿entiende? Un cochero de mi pueblo. Esas son filosofías construidas sobre la experiencia. Las únicas realmente auténticas y no hipócritas... También, dentro del pueblo está el gran poeta, el que escribe una copla, sin tener ninguna información digamos 'culturosa', pero hace una copla, un poema. Me acuerdo de una que decía:
'Cuando se muera el que canta
no lloren ni tengan pena
pónganle un cajón de barro
préndanle velas de arena'.
(...)
   -Pero usted siempre se declara abiertamente como un surrealista.
   -A mí me encanta el surrealismo porque es importante como revolución esencial. Pero es tan increíble la dialéctica en la que estamos sumergidos... El hombre contemporáneo abusó tanto de la dialéctica... Desde Santo Tomás de Aquino, en la Edad Media, hay una sarta de seguidores que en vez de seguir cursos reales, en la práctica, en la conversación, andan sumergidos en cursillos y hasta se llaman cursillistas, pero no estudian nada. Hacen del curso un bluff. Si se ocuparan en descubrir que un Tomás de Aquino entendía hasta de astrología y que era capaz de ver al hombre ubicado en el cosmos con una visión mucho más amplia que esos surtidores medievales, oscuros, a su sombra, amparados en su nombre... Parece que recibieron una orden. La de formar un ejército de cursillistas. Lo mismo pasa con el propio Marx. Los marxistas en general, tienen la convicción de que son los grandes conocedores de su doctrina. Pero no creo que haya hombre más adulterado que el propio Marx. A nadie se le ocurre salir a defenderlo. A nadie se le ocurre demostrar que incluso era un personaje mucho más evolucionado de lo que uno piensa. Los marxistas, han cometido así algunos errores, entre ellos, ser hijos naturales del cristianismo.
   -Me gustaría que me hablara algo sobre su oficio, Cuchi. Hay un preconcepto generalizado de que el artista es una persona que se pasa la vida sin trabajar demasiado...
   -Mire, la voy a contar un cuentito sobre eso. Y está bien clarito... Alguna vez, cuando Ricardo Güiraldes estaba haciendo su famoso 'Don Segundo Sombra', viaja a Salta a buscarlo a Dávalos; porque éste había escrito 'El libro de los gauchos'. Resulta que uno de sus personajes era un viejo grandote, viejo peleador con el tigre, un hombre que mataba tigres para vivir. Güiraldes quiso ir a verlo y llevó un fotógrafo con él. Lo encontró parado en una esquina, frente al boliche. Se dieron la mano y se saludaron y, entre otras cosas, Güiraldes le pregunta: '¿Qué está haciendo?. Y el viejo matador le dice: 'Sombra'. Y se ríe. Ni que supiera, ¿no? Entonces el fotógrafo empieza a sacarle fotos al viejo, déle y déle clic, clic, clic. Por ahí el viejo para la charla y le pregunta al fotógrafo qué es ese clic, clic, y qué está haciendo. 'Fotografía', le dice el otro. '¿Y para qué saca fotografías?, pregunta el viejo matador. 'Y, de eso vivo', le responde el artistón. '¡Qué bárbaro! ¿Y con eso se gana la vida? Pensar que yo tengo que matar por lo menos un tigre... ¡La pucha con ese oficio!. Claro, el gaucho no podía creer que alguien pudiera vivir con tan poco esfuerzo como el del clic, clic. Pero claro, ese era el esfuerzo que él veía, porque él no conocía el otro mundo del fotógrafo. Y casi siempre pasa como en el cuentito, la gente cree que las cosas son muy fáciles...
   -Claro, es así...
   -Bueno, y ahora voy a cantarle una zamba de despedida. A la zamba hay que entenderla como un medio de comunicación. El criollo es muy tímido y no sabe ni siquiera declararse a la mujer que quiere, y para eso utiliza la zamba... es lo que hacen todos los bichos inteligentes de la naturaleza, menos la gente de la ciudad... A esta zamba la hice para una gata, claro que era sintiéndome gato también, porque dice:
'¿Dónde andará mi gata cazando, jugando?/ ella sabe que yo la espero con esta zamba desconsolada/ enamorado y ronco/ en el tejado/ ¿vendrá con rulos nuevos/ la cola peinada/ seguida de gatos malevos/ flacos/ sarnosos/ de horrenda traza?/ yo sé que lo hace para celarme/ para embrujarme/ ¿adónde iremos con un amor tan grande?/ inspirado por la tortura y la ternura/ ¡Ay! ¿Hasta cuándo?..."


Cuchi Leguizamón interpreta la chacarera del aveloriado


Homenaje al Cuchi Leguizamón






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