El 14 de agosto de 1980 comenzó la huelga en los astilleros Lenin de la ciudad polaca de Gdansk. El aumento de precios de la carne en los restaurantes de las fábricas fue el detonante de una serie de manifestaciones en todo el país que llevaron a la formación de un Comité Interempresarial de Huelga, dirigido por el electricista Lech Wałęsa. Poco después se crearía el sindicato Solidarnosc (Solidaridad). Los comienzos de las protestas, en fragmentos de Los obreros golpean la cortina, nota de la revista Somos, nº205 del 22 de agosto de 1980.
"'Nuestra obligación es constatar que ninguna actividad que comporte un golpe al orden político en Polonia pueda ser tolerada, ya que sobre este problema fundamental no hay compromiso posible'. El lunes 18, el jefe de gobierno y secretario del Partido Comunista Polaco (PCP), Edward Gierek, reveló hasta qué punto las reivindicaciones que exigen los trabajadores de Gdansk son más políticas que económicas.
La crisis, que empezó a insinuarse a principios de año en Polonia, detonó la semana pasada, cuando los trabajadores de 59 empresas se declararon en huelga. Una semana después (el lunes) el movimiento se había extendido a 101 fábricas y abarcaba a más de cien mil trabajadores. El miércoles 20 ya eran 191 las fábricas paralizadas. En las puertas de los astilleros navales Lenín se colgó una gran cruz de madera en homenaje a los cincuenta obreros muertos en los choques de 1970. Los muros de las otras fábricas fueron empapelados con todo tipo de retratos de Juan Pablo II. Ya nadie habla del aumento de los precios de la carne, causa inicial de los paros. 'Ahora no se trata de dinero: nuestra aspiración es cambiar el régimen', reza una inscripción en los portones de entrada a los grandes astilleros. Por eso, sin duda, el gobierno anunció que 'no se negociará con los huelguistas porque consideramos que el Comité Huelguístico Interempresarial (CHI) no es representativo'.
Después de trabajosas negociaciones, las autoridades locales propusieron el lunes a los conductores de ómnibus un aumento general de 2 mil zlotys (poco más de 60 dólares) a cambio de que retornaran al trabajo. La propuesta significaba elevar los sueldos hasta casi 400 dólares mensuales. En Polonia, un ingreso para privilegiados. Pero la respuesta de los conductores fue un no categórico. La razón es clara. No quieren romper la unidad del movimiento organizado contra le gobierno. Quieren que las reivindicaciones políticas sean satisfechas en primer lugar. En este sentido el comité de huegla presentó al gobierno un petitorio con dieciséis puntos. Los más importantes son: liberación de los detenidos políticos, libertad sindical y de prensa, derecho de huelga, liquidación de los privilegios que detentan los militares y los hombres del partido, publicación completa de los indicadores de la situación social y económica y posibilidad de participar en el análisis de los programas de reformas, semana de cuarenta horas de trabajo, aumento general de 45 dólares, e indexación general de los salarios.
Gierek reconoció ante los trabajadores que el país está mal aprovisionado, que frente a los negocios las colas son demasiado largas, que el costo de la vida aumenta día a día, que el mercado negro ya es una institución más en Polonia, que la calidad de los productos es deficiente. Y prometió que el comité central del Partido Obrero Unificado Polaco -nombre vernáculo del partido comunista- se reunirá para elaborar un programa de reformas, que los salarios serán indexados de acuerdo con el costo de la vida, que se reforzará el control de precios y que el salario familiar será aumentado en 1981. 'Pero -dijo- nadie puede contar con concesiones o compromisos de ningún otro tipo'.
En Gdansk, donde los trabajadores decidieron no realizar manifestaciones callejeras, la posición es firme: 'O satisfacen nuestras reivindicaciones o seguimos adelante con la huelga'. Sin embargo, todos saben hasta dónde pueden llegar. Son conscientes que más allá de lo razonablemente táctico, su lucha comenzaría a ser capitalizada por los duros del PCP, que no vacilarían en pedir y justificar una invasión soviética. Por otra parte, existe una posibilidad cierta de que las tropas de Moscú deciden intervenir si se prolonga o se endurece el conflicto.
'Pedir elecciones pluralistas -dijo Bogdan Borusexicz, dirigente del Comité de Defensa de los Obreros (KOR)- es una exageración. Si el partido cediera, Moscú intervendría inmediatamente. No hay que plantear reivindicaciones que obliguen al gobierno a tomar represalias violentas o que implique su descomposición. La liquidación de la censura fue la que originó la intervención en Praga. Hay que dejarles una puerta de salida. Hacen falta reivindicaciones económicas y políticas que sean negociables: por ejemplo, la liberación de los presos políticos'.
La crisis actual no es la primera. Gierek debe su ascenso al poder a una situación similar que en 1970 le costó la cabeza a Ladislaw Gomulka. Si es coherente consigo mismo, el número uno polaco negociará con los trabajadores. En aquella época prometió -también en Gdansk- que jamás reprimiría a los trabajadores. Sin embargo, otras promesas no fueron cumplidas.
(...)
En la actualidad los sindicatos polacos siguen siendo sólo una correa de transmisión entre los obreros y el partido, sin ninguna representatividad ni poderes autónomos. De allí que una de las reivindicaciones actuales sea la disolución del Consejo Central de Sindicatos y la creación de sindicatos libres, una exigencia política que Gierek no puede satisfacer con concesiones meramente económicas. El conflicto no es fácil de resolver y podría agravarse si los trabajadores siguen adelante con la huelga. Al malestar checo se respondió, en agosto de 1968, con la invasión. La situación no parece ser la misma. Pero es en Moscú donde se decidirá hasta dónde aguanta el hilo."
Imágenes de los primeros años de Solidaridad.
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