DISCUSIONES POR EL MATRIMONIO IGUALITARIO
Tras la aprobación del Senado de la Nación del matrimonio entre personas del mismo sexo, recordamos una nota donde hace casi veinte años atrás se trataba la situación de los hijos de gays y lesbianas. Fragmentos de Hijos de gays, nota de Olga Viglieca publicada en la edición nº 125 de la revista El Porteño de mayo de 1992.
“Aunque están ahí no alcanza con mirar, también hay que querer verlos. Están con los chicos en la calesita del barrio o cruzan de a tres una avenida. La sonrisa cómplice o los abrazos serán clasificados, en pro de la tranquilidad general, como gestos de cariño entre dos amigas o dos hermanas, o como el cuidado que es de esperar de un tío y un padre cuando están de paseo con el hijo de uno, sobrino del otro. Un día, sin embargo, la suma de coincidencias -¿quién es, si no es la tía ni una amiga, la que lleva a Martín al jardín todos los días? ¿por qué el amigo del padre va a buscarlo siempre a los cumpleaños?- obliga a abrir los ojos y se descubre que se ha tenido un trato cotidiano con una pareja distinta, no porque viva de manera muy diferente de las demás sino porque está integrada por dos personas del mismo sexo.
Para más escándalo -que la homosexualidad existe, mal que le pese, lo sabe todo el mundo- no sólo no cumplen el estereotipo mariquita-bombero sino que además los transgresores parecen ocuparse de manera bastante idónea de un chico que no se ve precisamente lesionado por la situación.
El primer castigo que la sociedad impone a aquellos que prefieren dormir con un semejante más semejante de lo habitual es el ocultamiento de su condición. Que por lo menos no se note. La condena a la invisibilidad es un mal menor, se supone. Si no se acata, lo que sobrevendrá es la marginación y el rechazo, para no mencionar alternativas más lapidarias como la persecución policial o el asesinato.
La exigencia de clandestinizar el amor tiene efectos desastrosos en el psiquismo humano; la necesidad de estar siempre a la defensiva y con el sambenito de ‘anormal’ colgando, también. No ha alcanzado con que desde hace varios lustros entidades internacionales hayan borrado la homosexualidad de la lista de las patologías. Los prejuicios son más poderosos que la Organización Mundial de la Salud y están apuntalados por instituciones tan obcecadas y tenaces como la Iglesia o la policía, que a veces reciben el valioso concurso de miembros de la Asociación Psicoanalítica Argentina como Mauricio Abadi, cuyas apreciaciones poco distan de las de un príncipe de la Iglesia.
Una primera asociación que provoca la homosexualidad es con la delincuencia, y para ahondar la confusión los medios de comunicación son verdaderos militantes. Otra, que aquel que eligió una opción sexual diferente tiene negados los sentimientos de maternidad y paternidad. Gente que podría perorar diez minutos sobre las diferencias entre la reproducción y sexualidad, a la hora de escuchar que un amigo se ha enamorado de otro hombre exclama: ‘¡Pero si vos tenés dos hijos!’. En otro contexto intentar explicarle que ser gay no conduce a la esterilidad hubiera causado una ofensa. Una respuesta habitual también es: ‘Pero vos, que sos tan femenina/masculino -táchese lo que no corresponda-, ¿cómo puede ser?’. Para esta gente un varón homosexual ya no es un hombre, o por lo menos un hombre completo. En el caso del lesbianismo, la negación es todavía más absoluta: son dos mujeres que están entretenidas hasta que llegue el hombre que las reoriente por la buena senda. Si no es así, no se trata de mujeres, les falló algo hormonal o fisiológico. ¿Cómo atreverse a prescindir de la cultura y las reglas del patriarcado?
¿Algo más subversivo que un bebé en brazos de alguien que no está dispuesta a reclinarse en el pecho protector de un hombre? Más no, pero sí igual. Un hombre que está dispuesto a criar a un bebé sin el concurso del inmaculado amor materno.
(...)
Recuadro de una entrevista al psicólogo Jorge Raíces Montero
“Un padre más presente”
-¿Se puede señalar diferencias entre los padres gays y los homosexuales?
-Por supuesto no se puede generalizar, pero el padre gay es un padre más presente que la mayoría de los otros padres, que no le endilga al chico las características del prototipo del patriarcado. No necesariamente más permisivo pero sí menos castrador. Le va a dar a la mujer un papel preponderante porque no quiere que se le endilgue más adelante, si el hijo o la hija son gays, que fue por su culpa.
-¿Cuál es el motivo más frecuente de la consulta?
-No son necesariamente en relación con los hijos sino con sus parejas. Aunque la relación padre-hijo esté equilibrada, el padre gay pregunta siempre desde una perspectiva profiláctica, anticipativa. Es difícil encontrar un padre heterosexual que consulte preventivamente para saber cómo actuar en la próxima situación difícil de su hijo.
-¿Tanto cuidado tiene que ver con la culpa?
-Un padre gay ha tenido que pasar por situaciones de discriminación muy dolorosas y por lo tanto tiene una experiencia que habitualmente el resto de la gente no, ha tenido que lidiar con múltiples problemáticas sociales, afectivas, institucionales, lo que le ha permitido adquirir mayor experiencia en el modo de tratar ciertas cosas. El miedo más frecuente es el miedo al rechazo, lo que también le pasa, obviamente, a un papá heterosexual. Por otra parte, la culpa es un hueso duro de roer. En esos casos generalmente se trae al chico. Yo prefiero que vengan los papás porque la culpa se proyecta y con los hijos se establecen determinados negocios, por ejemplo para que no pregunte. Si el padre siente que esta situación afecta mucho al chico es probable que empiece a sobreprotegerlo o a ceder en cosas que no debería. Lo que hay que tratar es de aislar la culpa en el padre.
-¿Cuál es la edad más conflictiva en los chicos?
-No aparecen básicamente problemas distintos que en los matrimonios heterosexuales. Pero el adolescente pateará el tablero por donde más le duela. Y si convive con un padre o una madre separado que viven con su pareja, boicoteará esa relación como lo haría con cualquier otra. No aparecen problemas de identidad en los hijos ni conflictos básicos, que es lo primero que uno podría llegar a imaginar. No hay pruebas ni estadísticas que indiquen que de un padre homosexual surgirá un hijo con las mismas tendencias sexuales. Y a través de tratar padres gays confirmamos que tampoco la elección sexual tiene relación con el trato, la educación o la formación estructural superyoica del aparato psíquico.
(...)
-¿Los chicos tienen características distintas?
-Son chicos muy adaptados, desde nuestra concepción social serian hiperadaptados. Son peleadores, no van a tolerar la mediocridad de sus compañeritos, en general tienen amigos más grandes. Han sido muy hablados, se les empezó a explicar todo desde el principio y por ende van a tener más información y mayor formación que los hijos de una familia estereotipada. Pero hay que tener en cuenta que hablamos de hijos de matrimonios que se han separado, y los chicos son muchas veces el campo de batalla. Este es un aspecto muy grosero donde se toma lo gay como punto de referencia, y se le hace saber al chico. El chico no tiene la cuestión del todo clara y la mamá o el papá le pueden decir: ‘Pasa tal cosa porque tu papá es puto’, o ‘pasa tal cosa porque tu mamá es torta’. Hasta ese momento el chico tenía incorporada la homosexualidad como una posibilidad, no la veía agresiva porque sentía presencia del afecto y no de la agresión. Esas son actitudes que pueden generar un menoscabo del sentimiento hacia una elección sexual desde un lugar que el chico no entiende y sí le produce frustración. Pero si uno empieza a indagar un poco no hay bronca hacia la homosexualidad de parte del chico. Hay bronca hacia el odio que los padres se tienen entre sí.”
.
Leer más
0 comentarios:
Publicar un comentario