21.7.10

Literatura

A 20 AÑOS DE LA MUERTE DE MANUEL PUIG
El 22 de julio de 1990 falleció en México el escritor argentino Manuel Puig. Había nacido en la ciudad bonaerense de General Villegas en 1932. Boquitas pintadas, Pubis angelical La traicion de Rita Hayworth fueron algunas de sus novelas más conocidas. Debió emigrar de la Argentina tras ser amenazado por la Triple A. Fragmentos de El difícil Manuel Puig, entrevista de María Esther Gilio publicada en la revista Humor ® nº 129 de junio de 1984.




"-¿Qué le parece si empezamos por su infancia en La Pampa?
-No, no. No quiero hablar de mi infancia. Ya hablé mucho.
-Resulta difícil entrevistar a un escritor sin hablar un poco de su infancia.
-Sí, yo entiendo. Pero es que no quiero, no quiero ir para atrás, tan lejos. No quiero.
-Está bien, dejemos su infancia. ¿Cuándo descubrió que quería escribir?
-Después que tenía empezada la primera novela.
-Eso es muy extraño. ¿Y cómo fue?
-Yo quería hacer cine. Hacía guiones con temas muy escapistas, que además copiaban películas de Hollywood y no gustaban a nadie.
-¿Por qué los hacía?
-No sé. Mientras los hacía me gustaban. Pero cuando los terminaba me daba cuenta de que algo no funcionaba.
-¿Qué leía de chico?
-Las grandes novelas en versión para niños. Pero mi intención, al leer, era siempre la de ver esas historias transformadas en cine. Mi pasión era el cine.
-¿Cómo trabaja? ¿Con regularidad, con horarios, o sólo cuando tiene ganas?
-Con regularidad. Y no puede ser de otro modo. Cuando uno hace novela tiene que ser así. Yo trabajo todos los días. Y todos los días tengo la misma resistencia a sentarme, a seguir. Me demanda un enorme esfuerzo. Creo que hay allí, en esa resistencia a empezar, cada día, el terror a la página en blanco, el terror a equivocarme. Hay una hora o dos, antes de sentarme a escribir, en que doy vueltas y vueltas y vueltas. Todos los días es lo mismo, desde hace veinte años. O más; hace veintiún años que escribo y eso no cambia. Al contrario, va siendo cada vez más difícil.
(...)
-Me gustaría que recordara las experiencias que marcaron en su vida un cambio, un viraje.
-Un momento muy importante lo marcó la entrada como interno a un colegio de Buenos Aires, a los doce años. Allí conocí a un chico de trece, del primero del Nacional, que ya leía y vivía en un mundo de fantasías literarias, así como yo vivía en uno de fantasías literarias, así como yo vivía en un de fantasías cinematográficas. Él me reveló 'La sinfonía pastoral', que fue un hito en mi vida. Antes y después de 'La sinfonía pastoral', diría. Hasta ese momento yo había creído que tenía que esperar mucho más para empezar a leer; me parecía cosa de grandes, casi de viejos. Con este chico se me abrieron las puertas de un mundo totalmente nuevo, justo cuando el cine me empezaba a decepcionar. Eran los años '46, '47, plena crisis de Hollywood, comienzo del neorrealismo italiano y del intelectualismo en el cine francés. Todo eso me perturbaba, ea un mundo que se venía abajo.
-La literatura era un buen sustituto.
-Claro. Este chico se reía de las películas, las encontraba tontas. Y yo, en algunos casos, intentaba defenderlas pero no tenía con qué. Más tarde, en Roma, un amigo al que aún veo, me llamó la atención sobre la falta de realismo de las cosas que yo escribía. Él entendía que yo debía partir de mis propias experiencias, no de experiencias prestadas. Encontré razón en lo que decía. Y allí empezó, también, una nueva etapa.
-Usted tuvo mucho con su primera obra. 'La traición de Rita Hayworth'. ¿No habría allí otra etapa? Debe haber sido importante, para usted, el sentimiento de que podía vivir de escribir. ¿O eso lo sintió recién con 'Boquitas pintadas'.
-'Boquitas pintadas' fue el libro que me hizo conocido, pero esa etapa no es tan satisfactoria. Hay cierta amargura. Cuando entré al mundo de la literatura, yo venía del mundo del cine, tan difícil, donde expresarse implicaba la movilización de medios fenomenales. El cine era de pesadilla, en oposición a la libertad que me daba la literatura. Durante los años de escritura del primer libro yo me sentía en un terreno muy especial.
-¿Y que luego perdió?
-Sí, que luego perdí. Yo sentía que lo que escribía iba dirigido a un lector especial, que mi palabra llegaría directamente, sin transferencias. Pero luego, al intentar publicar -y al publicar- descubrí todo ese mundo de interferencias que existe en la literatura-
-No sé a qué se refiere. ¿Tal vez a la crítica?
-Sí, a la crítica, a la prensa malintencionada, al lector mal predispuesto.
-Es decir que con esa primera publicación, usted se sintió como arrojado a un mundo enemigo.
-No sé si tanto, pero a la primera sensación de encontrar un medio de expresión noble, que a diferencia del cine no tenía cortes ni censura, se sobrepuso la realidad. Yo no podía, como había creído, comunicarme directamente con mi lector. Por ejemplo, cierta izquierda me exigía panfletos en lugar de novelas.
(...)
-¿Qué opina sobre los movimientos de liberación de la mujer y de los homosexuales?
-Admiro los movimientos de liberación que han conseguido igualdad en terrenos laborales. Pero esos mismos movimientos han ayudado a crear ese otro ghetto: el ghetto 'gay'.
-Es decir que el movimiento 'gay' habría errado el objetivo.
-El error no está en no ver que la especie humana no es ni heterosexual ni homosexual. Ambas actitudes no son irreconciliables, como aceite y vinagre. Tienen que ver con las presiones que las sociedades represivas vienen ejerciendo desde hace siglos. Si la elección del rol sexual no fuera coercitiva en nuestra sociedad, si la sexualidad gozase de toda la libertad que su carácter de juego presupone, no habrían existido los personajes caricaturescos que hasta hace pocos años resultaban ser el macho, la hembra y el homosexual o la homosexual, típicos de nuestra sociedad.
Hacía rato que se había hecho de noche. La entrevista había terminado. Le pedí dejar el grabador en su casa hasta el día siguiente, por temor a que me lo arrancaran de las manos, como suele ocurrir en las calles de Río. Al día siguiente pasé a buscarlo. Por la ventana me gritó que no subiera, que él me lo bajaba. Su expresión era más alegre que la del día anterior. Y me dijo:
-Venga, sentémonos un poco, quiero decirle algo más sobre la sexualidad. Como le dije anoche, es algo intrascendente. Algo opuesto a lo afectivo, que sí es trascendente. Lo que ocurre es que se confunden estos dos planos cuando no se deberían confundir. Por eso, para mí, el concepto de hombre es un concepto reaccionario."

Tramos de una entrevista televisiva a Manuel Puig



.




Leer más

0 comentarios: