El 5 de julio de 1980 falleció Luis Sandrini, uno de los más populares comediantes argentinos. Tuvo una larga trayectoria en el cine nacional, desde Tango!, la primera película sonora del país (1933) hasta ¡Qué linda es mi familia!, estrenada tras su muerte. Entre sus filmes más recordados están La muchachada de a bordo (1935), Don Quijote del altillo (1937), El cañonero de Giles (1938), Chingolo (1940) y La cigarra no es un bicho (1963), entre otros.También filmó en México y en España. Sus comienzos fueron en 1918 en el circo Rinaldi, donde fue comparsa, payaso y tony. Luego trabajó en teatro, radio y televisión. Lo recordamos en Sandrini, en la vida y en la gloria, nota publicada en la edición especial de la revista Hechos del espectáculo.
"— ¿Te parece que puedo dejar de trabajar? ¿Qué va a decir toda esta gente que viene a verme? Que soy un cobarde, que estoy viejo... no, pibe. .. voy a perder por K.O., pero no abandono.
Y así, la voluntad, el más alto de los valores, la capacidad de decidir heredada de nuestro primer antepasado en el momento en que elige perder la protección de la Providencia por el derecho a la libertad de comer la manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal, aquella, voluntad que nos diferencia de los animales y, al mismo tiempo nos presenta las llaves de las dos puertas de la vida, las ramas de aqueI árbol: el bien y el mal, es el elemento clave en la existencia de Luis Sandrini. Y con ella, su arma y su escudo en la dura batalla de la supervivencia en un mundo cuya conquista no fue fácil, abraza el bien y emprende su camino sin flaquear un sólo instante.
Casi heroico en su pasión por la escena, con un sentido del deber en el que el artista se asimila al guerrero, Luis Sandrini hace de su arte y su vida un todo que sustenta la única dirección posible en los auténticos hombres de bien; la dirección de la Verdad, hasta el último minuto de su conciencia.
El tiempo, enemigo implacable, había llegado a él en 1976 para decirle que ya se estaba haciendo tarde, que ya era hora de descansar un poco. Un ataque de hemiplejía había afectado su costado izquierdo al punto de impedirle caminar correctamente. Sin embargo, estos últimos años, recrearon el mismo empuje, el mismo entusiasmo de sus días de juventud.
DETRAS DE UN GRAN HOMBRE
—Siempre he sido y seré un optimista —solía decir.
Y a su lado, el optimismo de Malvina, su compañera inseparable, quien supo, ser al mismo tiempo, mujer, madre, actriz, enfermera, con un amor que supera toda alabanza.
—A mí, como descendiente de genoveses me gustó siempre tener una familia bien constituida, una buena familia. Y para tener una familia, primero hay que tener una buena mujer, después viene todo lo demás... Y Malvina me lo dio todo. La Casa Grande con la que siempre soñamos. Hasta supo ser una excelente administradora, si ahora tengo un peso se lo debo a ella. Y como si esto fuera poco, también es compañera en el escenario y una excelente actriz.
Y es cierto. Desde que se produjo aquel ataque de hemiplejía en 1976, el preludio del drama actual, Malvina no abandonó a Luis un solo momento. Ella misma le preparaba el desayuno, ella misma lavaba sus camisas, ella misma hacía su comida y vigilaba estrictamente que se cumplieran con todas las indicaciones dadas por los médicos, ella misma masajeaba durante media hora diaria la pierna afectada del bufo.
— Luis no comas eso. .. Luis tomá las pastillas. .. No le den vino a Luis que no puede tomar —eran sus cotidianas palabras, sus constantes preocupaciones.
— Hay que obedecer a la Pastorino —decía Luis—. Tiene derecho, se lo ganó en buena ley.
Y también era cierto. Desde el primer momento en que estuvieron juntos, Malvina demostró una entereza y una fortaleza de carácter poco comunes. Sin embargo no es la mujer dominante, la que quiere llevar los pantalones, tipo psicológico propio de la mujer competitiva en el que se manifiesta claramente una gran falta de amor. El amor de Malvina en cambio es demasiado grande. Tanto, que se demuestra aún en las pequeñas cosas, en la preparación solícita de un café, en el simple hecho de salir a hacer las compras de la mano de su marido, igual que al principio, con la misma ternura, como cuando eran novios. En un ambiente tan dado a conflictos en el terreno de la pareja, como es el de la farándula, Luis y Malvina, el matrimonio Sandrini, es un ejemplo de mutua comprensión y vivo amor, luego de treinta años de casados.
Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer suele decirse. En este caso fue Malvina, el soporte donde se apoya el gran talento, de don Luis. Siempre ha estado pendiente de sus trabajos, siempre lo ha estimulado para que continuara con lo que sabía que para su esposo era una auténtica pasión, aún sabiendo que eso la privaba de momentos de felicidad para sí. Sin celos o competencias que hubieran sido una traba para un actor tan prolífico. Porque ella también, como la verdadera artista que es, supo compartir y comprender esa pasión, supo que los llamados de aquellas musas, aquellos seres ideales que, según la mitología griega, visitaban a algunos elegidos exigiéndoles el tributo de su dedicación, eran tan ciertos como esa voz interna que la impulsaba a continuar entregándose a un público que ya le había otorgado un lugar de privilegio en su corazón.
Pero además de actriz supo ser madre de sus hijas, una verdadera reina del hogar, en su casa y más aún, abrir su inagotable corazón a los animales. Ella misma prepara la comida de sus perros con la misma dedicación que imprime en todo lo que hace. En los momentos más difíciles Malvina logró dar el ejemplo a muchos que se sintieron flaquear aportando la fuerza de su fe, esa capaz de mover las montañas y realizar el esperado milagro.
EL CUMPLEAÑOS NUMERO 75
El 22 de febrero, cuando el signo de Piscis recién abría sus puertas, Luis Sandrini festeja su cumpleaños 75. Estaba en Necochea protagonizando El baile, en la temporada de verano y, una gran fiesta fue el broche de oro de la vida consciente de este indiscutible ídolo popular. La distancia no atemorizó a sus tantos y entrañables amigos que llegaron de todas partes para manifestarle su afecto.
—Soy como un potro y ya no me emociono —había dicho él—, pero este pedazo de mundo que es Necochea lo ha conseguido. Casi no puedo hablar, disculpen. Cumplo un año más de vida pero sé que también me queda un año menos. Tendré siempre presente ante mis ojos estos manteles blancos y esta noche en la que estaban todos, mis amigos... gracias.
Estuvieron más de doscientos admiradores entre los que se encontraban: Darío Vittori, la familia Carreras, Pepe Soriano, Osvaldo Terranova, Thelma Biral, Titino Pedemonti, Zelmar Gueñol, Eva Franco, Violeta Rivas y Néstor Fabián, Amparito Castro, Erika Walner y Carlos Estrada, Paulina Singerman, Ana María Picchio, Juan José Camero, Selva Mayo, Hugo Caprera, Víctor Galíndez, Ricardo Morán, Larry, Tristán, Cristina Alberó, Ovidio Fuentes, Camila Perissé, Boy Olmi y muchas otras reconocidas figuras el ambiente artístico y funcionarios.
Fue una fiesta de todos, una fiesta de una gran familia. Sí, la familia estaba de fiesta y la vida aún no había decidido ser ingrata.
LA ÚLTIMA PELÍCULA
-Espero que Dios me permita cumplir con mi última voluntad. Si debo irme definitivamente, que sea arriba de un escenario o en un set de filmación.
Su última película ya había sido terminada. Sólo faltaban las fotos para la promoción. Era el 19 de junio y todo se desarrollaba con absoluta tranquilidad, en un clima apacible. El reloj marcaba las 19.30 mientras Sandrini, sentado en un sillón, conversaba animadamente con sus compañeros de elenco. Estaban en una casona de la calle Aráoz 382, escenario de 'La familia está de fiesta'. De pronto, don Luis se llevó las manos al cuello con evidente ansiedad mientras sus interlocutores advertían que la boca comenzaba a torcérsele. Inmediatamente llamaron al Sanatorio Guemes pidiendo una ambulancia urgente. Los momentos de espera fueron terribles. Palito Ortega, considerando que se trataba de una afección cardíaca atinó a depositar una pastilla de coramina debajo de su lengua. Pero el diagnóstico fue otro. En forma brusca, Luis Sandrini había presentado una hemorragia cerebral muy intensa. Antes de que llegara la ambulancia fue transportado al Guemes en uno de los camiones de filmación. El resto de la historia es ampliamanete conocido.
(...)
EL DOLOR POPULAR
Chicos y grandes, hombres y mujeres, personalidades del mundo del espectáculo, representantes del gobierno, todo el mundo se acercó hasta las fuertas del Sanatorio Guemes para acompañar con su dolor a la familia del ídolo y apuntalar con su fe la ínfima posibilidad de salvación que los médicos declararan. El teniente general (RE) Roberto Viola, el embajador de los Estados Unidos Raúl Castro, Palito Ortega, Graciela Borges y Raúl de la Torre, Pierina Dealessi, Mirtha Legrand, Ana María Picchio, Cristina del Valle, Alberto Closas, Pepe Parada, Juan Carlos Calabró, Hugo del Carril, Jorge Porcel, Abel Santa Cruz y Elcira Olivera Garcés, Niní Marshall, un sacerdote que vino expresamente de Bolivia para dar su consuelo espiritual a los familiares del artista y muchos otros compañeros de la escena y del afecto. Los hombres y mujeres sin nombre, es decir, el público, tampoco quisieron estar ausentes. Una misma lágrima une a todos por igual, del miemo modo que los uniera la risa frente a las innumerables expresiones de este mado de la alegría. Un pueblo entera llora. Un pueblo entero sufre en carne propia una tristeza que hace suya. Pero en medio de lo irremediable, a pesar de lo que la Voluntad Superior se ha empeñado en ordenar ese mismo pueblo lo sabe, Sandrini no se morirá nunca."
Imágenes de La cigarra no es un bicho (1963) comedia de Daniel Tinayre con Amelia Bence, Narciso Ibáñez Menta, Mirtha Legrand, Malvina Pastorino, María Antinea, José Cibrián, Ángel Magaña, entre otros:
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