30.6.10

Espectáculos

A 10 AÑOS DE LA MUERTE DEL POTRO RODRIGO
En la madrugada del 24 de junio de 2000 falleció en un accidente de tránsito el cantante cuartetero cordobés Rodrigo Bueno. Había comenzado su carrera cantando en los grupos Chévere y Manto Negro. En su veloz trayectoria grabó "La foto de tu cuerpo", su primer disco cuando tenía 15 años. Radicado en Buenos Aires, la muerte lo sorprendió en un momento de gran popularidad. Texto de La tragedia, nota de Gonzalo Abascal, Alejandro Sangenis, Hugo Martin y Jorge Martínez Carricart publicada en la revista Gente, nº 1823 del 27 de junio de 2000.




"Rodrigo murió como había crecido: a los golpes. De madrugada, bajo un cielo negro de nubes, este muchacho cordobés que había cumplido 27 años el 24 de mayo pasado, quedó tendido y ensangrentado sobre el asfalto húmedo de una autopista solitaria. Si hubo un grito de auxilio nadie lo escuchó. Pero eso a Rodrigo poco pudo importarle. Había aprendido de muy chico que nadie podía ayudarlo. Y que su vida -y también la de sus hermanos y su madre, Beatriz- dependía de su propia fuerza. Y entonces se habituó a pelear. Y se convenció de que quien pelea, mata. O muere. Y así vivió. Y así murió.
-Ro, te busco en mi camioneta para ir a La Plata.
-No, Pepe, voy en la mía, así lo llevo a mi hijo y después del show lo dejo en su casa.
En la nublada tarde del viernes 23, Rodrigo y su manager desde el primer día, José Luis Pepe Gozalo, definían cómo viajar al show que el cantante debía dar en la bailanta Escándalo de City Bell, esa misma noche. Era el único recital programado de una jornada atípicamente tranquila, y entonces el Potro decidió ir en su 4x4 y llevar a su hijo Ezequiel Ramiro, de 3 años. Unas horas antes, cerca del mediodía, Rodrigo había llegado a Aeroparque desde Ushuaia, donde había terminado la gira del sur. Gozalo no lo había acompañado, ocupado con vencimientos impostergables de la DGI (Dirección General Impositiva). Pero en el sur todo salió tan bien que Rodrigo decidió quedarse un día más para hacer esquí.
Por eso, el viernes estaba de muy buen humor y no lo ocultaba. Pepe Gozalo es quien recuerda. 'Te puedo asegurar que Rodrigo estaba mejor que nunca. Con un estado de ánimo impresionante, chocho con los proyectos, inspiradísimo, feliz por la publicidad de la cerveza La Diosa que planeaba filmar. Primero fue a grabar el programa La Biblia y el Calefón con Jorge Guinzburg, y después nos encontramos a cenar en El Corralón. Como no había mesa, Pepe Parada nos invitó a sentarnos junto a él y Fernando Olmedo, el hijo de Alberto.'
En esa decisión pudo adivinarse el primer gesto de la tragedia. Rodrigo, su ex mujer, Patricia, su hijo Ramiro y su manager Pepe Gozalo, se sentaron junto a Pepe Parada y Fernando Olmedo. 'Guille, traéme algo rápido que tengo que salir para La Plata a hacer un show', le pidió Rodrigo a Guillermo Miguel, dueño del restaurante El Corralón. Los mozos llevaron algunas porciones de matambre y entraña y ensaladas verdes. Para tomar: cerveza, agua mineral y gaseosas. La cena no pudo transcurrir mejor. Mientras conversaban, Rodrigo contó sobre sus proyectos y jugó e hizo dibujos en las servilletas con su hijito. A pedido de todos tarareó la canción que había compuesto para la publicidad de la cerveza La Diosa. En la despedida, se produjo el diálogo que resultaría clave en el desenlace. 'Che, me encantaría ver un show tuyo. A ver cuándo me invitan', dijo Olmedo. La respuesta de Rodrigo fue inmediata: 'Venite ahora, hago un show en La Plata y volvemos'. Olmedo, al principio, se acobardó: 'No, a ver si me dejan colgado en La Plata'. Y el Potro enseguida le ofreció: 'No te hagas problema, loco. Te traigo yo mismo en la camioneta'.
Rodrigo cargó a Ramiro en brazos y salió del restaurante. Sonrió feliz cuando su hijo apoyó la cabecita en su hombro y lo abrazó con fuerza.
La disco Escándalo, ubicada sobre el camino General Belgrano, en City Bell, tiene sus paredes pintadas de un color bordó intenso, y es un edificio cuadrado y rudimentario. Ese fue el local donde Rodrigo dio su último show. Llegó allí quince minutos antes de la una de la mañana del sábado 24, y en menos de media hora después estaba arriba del escenario. Todo marchó bien hasta que una bomba de gas lacrimógemo explotó en medio del salón.
Otra vez es Gozalo quien recuerda: 'Rodrigo hizo un show espectacular, de una hora y cuarenta. Pero si querés que te diga la verdad, la explosión de la bomba de gas lacrimógeno fue algo muy extraño. Todo el público empezó a lagrimear y Rodrigo ordenó parar la música. Se detuvo y dijo: Hey, loco, ¿por qué hacen eso? Así no se puede estar. ¿Por qué son así?'. Pero después siguió con muy buena onda y la gente quedó muy contenta'.
La bomba de gas lacrimógeno, y el testimonio de Gozalo, abonan la teoría de un posible atentado, que se habría concretado con una peligrosa maniobra de una camioneta Blazer blanca que habría encerrado a Rodrigo en el viaje de regreso desde City Bell. Miguel Angel Pierri, abogado de Rodrigo, brinda elementos para confirmar las sospechas: 'José Luis Gozalo, el apoderado de Rodrigo, fue amenazado de muerte entre el jueves y el viernes. Una voz anónima le dijo que Rodrigo debía cantar en diferentes bailantas y rebajar su cachet de veinte mil a dos mil pesos por show. También les aseguraron que si no las cosas se podían complicar y que les podía pasar algo'.
A las tres de la mañana del sábado, Rodrigo, su ex mujer Patricia, su hijo Ramiro, Fernando Olmedo, Gustavo CachiPereyra (asistente de Rodrigo) y el Negro Moreno (productor de sus discos) se prepararon para regresar de City Bell en la camioneta Ford Explorer roja de Rodrigo (era suya desde noviembre, cuando Pepe Gozalo, el dueño inicial, se la entregó a pedido del cantante). Al salir de Escándalo, Gozalo lo miró y le dijo: 'Ro, ¿por qué no lo dejás manejar a Claudito?' (uno de los integrantes de la banda). El Potro respondió tranquilo: 'No. Voy manejando yo. Quedate tranquilo, que está todo bien'. Y acto seguido le dio un pico a Gozalo, repitiendo un gesto de cariño y humor que incorporó desde su visita a Diego Maradona en Cuba. Entonces subieron a la camioneta. Rodrigo al volante. Patricia y Ramiro en el otro asiento delantero. El Negro Moreno detrás de Rodrigo, Pereyra en el medio y Olmedo detrás del asiento del acompañante. Así partieron. Apenas habían pasado las tres de la mañana.
Aquí el relato se apoya en diferentes testimonios. Rodrigo habría llegado sin problemas al peaje de Hudson, a unos quince minutos del camino Centenario. Detrás venía otra camioneta con integrantes de la banda. Al pasar el peaje, habría aparecido la camioneta Blazer blanca que recorrió junto a la Explorer los kilómetros previos al vuelco fatal. CachiPereyra, uno de los sobrevivientes, cuenta lo que ocurrió después: 'Veníamos muy tranquilos cuando la camioneta blanca nos pasó muy rápido, y después bajó la velocidad y se quedó taponándonos. Rodrigo le hizo luces para que se abriera y, cuando intentó pasar, la camioneta le cerró el camino. Entonces pegó el volantazo hacia la derecha, y ahí pegamos contra el guard rail, y empezamos a dar vueltas'. El testimonio de Pereyra es decisivo: iba en la camioneta y nunca perdió el conocimiento.
La 4x4 -que habría ido a una velocidad de entre 120 y 130 kilómetros por hora- dio varias vueltas sobre sí misma y se detuvo muchos metros después. Cuando Cachi Pereyra empezó a correr desesperado en busca de los demás heridos, se encontró con el Negro Moreno sentado en el asfalto y repitiendo: 'Chan-chan'. No se había vuelto loco. Ese chan-chan dicho en la soledad de la noche debía tener la respuesta de Rodrigo, pues era un código aprendido entre ellos cuando vivían una situación complicada. Pero la respuesta de Rodrigo nunca llegó.
A 150 metros de la camioneta, un cuerpo se encontraba tirado casi de perfil, con las clásicas botas de cuero de serpiente todavía puestas, la campera cubriéndole la cabeza y un charco de sangre deslizándose sobre el asfalto. Era Rodrigo, ya sin vida. El reloj apenas marcaba las tres y media de la mañana, y sobre Buenos Aires se anunciaba una de esas tormentas que acompañan a las tragedias.
Las pericias no dejaron dudas. Rodrigo fue despedido de la camioneta y murió por una fractura de cráneo con hemorragia cerebral. No llevaba puesto el cinturón de seguridad. Fernando Olmedo, la otra víctima, falleció por una fractura de tórax y traumatismo en la zona abdominal con hematomas internas y externas.
Apenas unas horas después del accidente, Buenos Aires amaneció con los ojos cargados de lágrimas. El público de Rodrigo lo lloró hasta la desesperación y lo despidió con la mezcla de dolor y excitación con que sólo se despiden a los protagonistas mágicos. Los entendidos, en cambio, tejieron decenas de hipótesis.
Lo cierto, lo definitivo, lo contundente, es que Rodrigo Bueno, cordobés, 27 años, cantante, apodado el Potro, murió como había crecido: a los golpes. Quizá no descubrió a tiempo otro modo de vivir. Y de morir."

La cobertura televisiva de su muerte




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