El 10 de abril de 1992 el presidente Carlos Menem inauguró el nuevo edificio de la Biblioteca Nacional de la República Argentina. Surgida a partir de la Biblioteca Pública de Buenos Aires -creada por decreto de la Primera Junta, el 13 de septiembre de 1810- su primera sede estuvo en la Manzana de las Luces. La historia del edificio actual se origina en 1960, cuando la ley 12.351 destinó tres hectáreas para su construcción. Pero recién en 1971 se colocó la piedra fundamental, y once años más tarde se concluyó. La crónica de su inauguración, en Argentina año verde, nota de Vilma Colina en la revista Somos, nº 811 del 13 de abril de 1992.
"Durante largos años representó el atraso argentino frente al mundo desarrollado. Ahora, lista y en funciones, representa un logro para festejar y preservar.
El viernes 10 se inauguró oficialmente el segundo tramo del plan de habilitación de la nueva Biblioteca Nacional. En buen romance: se confirmó el the end de las obras civiles de un edificio de 45.000 m2 (3 plantas y 15.000 m2 de parque) con significados extrabibliológicos: encerrada entre Libertador, Las Heras, Agüero y Austria, periódicamente retornada y abandonada, sin fecha -acaso sin esperanzas-- de estreno, la Biblioteca Nacional fue la vera imagen de la impotencia, del atraso y del encierro de la Argentina. Inquietante historia la suya: la idea de levantar un establecimiento moderno para reemplazar la entrañable casa de calle México, se remonta a 1961. La aprobación del proyecto (firmado por Clorindo Testa, Francisco BulIrich y Alicia Cazzaniga) data de 1966, y la iniciación de las obras remiten a 1971. Al primer capítulo, estirado hasta 1980, le siguen tantos ciclos de paro cuanto promesas de estreno en plazos de 15 meses. Ultimo envión, vía el presidente Menem: detenida desde 1987, en setiembre de 1991 se habilitó el primer tramo, la Escuela Nacional de Bibliotecarios.
Entre aquella idea y este triunfo, median u$s 75.000.000 (cifra declarada por el actual director, Enrique Pavón Pereyra). De ellos (dato desconcertante para gorilas enragés) el 60 % fue solventado por gobiernos peronistas; el 15 % por la gestión Alfonsín y el resto por gobiernos militares. Más: un crédito blando de u$s 5.000.000 concedido por el gobierno de España y aportes privados (botones de muestra: la Fundación Fortabat pagó la parquización; la Fundación Antorchas llevó a la doctora Celia Zaher (UNESCO) y su equipo para diseñar el estudio de relocalización y refuncionalización de la B.N. a partir del cual se reanudaron las tareas de finalización del proyecto; Rubén Kaplan aportó u$s 1.800.000 para mobiliario e instalaciones; y Xerox informó sobre la inminente llegada de su regalo: una novedosísima máquina -la primera que habrá en Sudamérica- que transforma texto en voz; el usuario puede elegir la que prefiera dentro de un amplio muestrario de registros vocales.
La casa ya está puesta. Y algunos de sus ambientes estarán a disposición del público a principios de mayo que posteriormente pasarán a la nueva Biblioteca.
¿Qué se puede ver y utilizar? Cuatro salas de la hemeroteca -tienen 200 puestos de lector, en sectores comunes, de estanterías abiertas y de publicaciones antiguas con máquinas lectoras de material microfilmado e impresoras-. Puede asombrarse con ediciones renacentistas en el área de exposiciones Leopoldo Marechal. Darse una vueltita por bares y cafeterías o por el auditorio (240 butacas) Jorge Luis Borges. Lo espera también, un boccato di cardenale: el área Tesoros de la Biblioteca Nacional, un recinto cIimatizado, con sala de lectura y exhibición permanente de 15.000 volúmenes especiales y parte del mobiliario que, a principios de siglo, llegó a calle México. Entre anaqueles giratorios y recios percheros encontrará dos escritorios especialísimos: uno lo ocupó Paul Groussac; el otro, Jorge Luis Borges. Dos directores de la Nacional que la amaron y la defendieron. Como tiene que ser."
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