9.4.10

Automovilismo

EL ÚLTIMO GP DE LA REPÚBLICA...
El 12 de abril de 1998 la Fórmula Uno se presentó por última vez en Argentina. Aquel Gran Premio de la República fue obtenido por el alemán Michael Schumacher (Ferrari) y encontró en el piloto Esteban Tuero (Minardi-Ford) al único representante nacional en pista. A continuación, la crónica en primera persona sobre su abandono (a sólo nueve vueltas del final) que realizó el argentino para la revista El Gráfico nº 4097.



Por Eteban Tuero
Sentí menos la presión del público porque sa­ben las diferencias de rendimiento que hay en­tre las escuderías más poderosas y el resto. Y no hay nada tan emocionante como es­cuchar el "¡Tuero - Tuero!" del público. Eso me da ganas de sa­lir a la pista y pasar a todos. Me da una confianza bárbara. Pero, claro, a la hora de pisar el ace­lerador se que mi desafío es lle­gar a la meta habiéndole sacado todo al motor del Minardi. Bajar­me del auto sabiendo que la máquina no da más.
Siempre digo que la mejor re­ferencia para saber si anduve bien o mal es mi compañero de equipo Shinji Nakano. Los dos tenemos que tirar juntos para luchar contra escuderías como Arrows que tienen nuestro nivel.
El aliento del público se mete en boxes antes de la largada y la cámara de TELEFE me dejó só­lo. Siempre me quedo un buen rato tranquilo, sin hablar con na­die, tratando de concentrarme al máximo. Por ahí consulto algo con Gabriele Tarquini, mi con­sejero, y nada más. Se que an­tes de largar aparento que no me pasa nada, pero dentro mío siento como el corazón golpea cada vez más fuerte...
La largada fue buena, traté de no adelantarme como en Mel­boume y me coloqué delante de Shinji.
A pesar de el tráfico logré lle­var bien la carrera adelante. En la primera mitad, mi mejor tiem­po era de 1m 30s 992 mientras que el del puntero Michael Schumacher era 1m 28s 261. Estaba bastante bien.
Después empezaron los pro­blemas. No podía tener un ritmo contínuo porque venían los pun­teros y yo tenía que aflojar para dejarlos pasar. En cada manio­bra perdía al menos dos segundos. A la altura de la S de Sen­na tuve mi primer gran proble­ma. Un globo en la rueda de­lantera izquierda me obligó a entrar a boxes antes de lo previsto -debía hacerlo en la vuelta 40 y lo hice en la 35-, sabía que no aguantaba un giro más. La táctica era que Nakano ingresara primero y eso complicó mucho a los mecáni­cos... Recién pude avisar al equipo unos metros antes de llegar. Esa parada fue una eter­nidad, casi 41,8 segundos. La manguera de nafta que se tra­ba, uno de los neumáticos que estaba del otro lado. Una para­da normal no tendría que pasar de los ocho segundos. Quiero dejar claro que mi equipo no tu­vo la culpa, son cosas que pa­san.
No tenía que desconcentrar­me, tenía que salir adelante y no desanimarme.
Perdí un puesto con mi com­pañero de equipo que se fue 15 segundos adelante. El objetivo seguía siendo llegar.
En la vuelta 66, cuando la pista no estaba tan húmeda, en el frenaje de la primera curva perdí el control de auto. No ten­go idea como pasó. Me peguémuy fuerte contra el paredón. Supongo que fue un error mío.
Era una linda oportunidad para terminar la carrera, espero que la gente igual haya disfrutado el espec­táculo. Se que cada año
vaya estar mejor y por el aliento que me brindaron sé que les de­bo algo. Lo único que prometo es entregar mi corazón.

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