El 12 de abril de 1998 la Fórmula Uno se presentó por última vez en Argentina. Aquel Gran Premio de la República fue obtenido por el alemán Michael Schumacher (Ferrari) y encontró en el piloto Esteban Tuero (Minardi-Ford) al único representante nacional en pista. A continuación, la crónica en primera persona sobre su abandono (a sólo nueve vueltas del final) que realizó el argentino para la revista El Gráfico nº 4097.
Por Eteban Tuero
Sentí menos la presión del público porque saben las diferencias de rendimiento que hay entre las escuderías más poderosas y el resto. Y no hay nada tan emocionante como escuchar el "¡Tuero - Tuero!" del público. Eso me da ganas de salir a la pista y pasar a todos. Me da una confianza bárbara. Pero, claro, a la hora de pisar el acelerador se que mi desafío es llegar a la meta habiéndole sacado todo al motor del Minardi. Bajarme del auto sabiendo que la máquina no da más.
Siempre digo que la mejor referencia para saber si anduve bien o mal es mi compañero de equipo Shinji Nakano. Los dos tenemos que tirar juntos para luchar contra escuderías como Arrows que tienen nuestro nivel.
El aliento del público se mete en boxes antes de la largada y la cámara de TELEFE me dejó sólo. Siempre me quedo un buen rato tranquilo, sin hablar con nadie, tratando de concentrarme al máximo. Por ahí consulto algo con Gabriele Tarquini, mi consejero, y nada más. Se que antes de largar aparento que no me pasa nada, pero dentro mío siento como el corazón golpea cada vez más fuerte...
La largada fue buena, traté de no adelantarme como en Melboume y me coloqué delante de Shinji.
A pesar de el tráfico logré llevar bien la carrera adelante. En la primera mitad, mi mejor tiempo era de 1m 30s 992 mientras que el del puntero Michael Schumacher era 1m 28s 261. Estaba bastante bien.
Después empezaron los problemas. No podía tener un ritmo contínuo porque venían los punteros y yo tenía que aflojar para dejarlos pasar. En cada maniobra perdía al menos dos segundos. A la altura de la S de Senna tuve mi primer gran problema. Un globo en la rueda delantera izquierda me obligó a entrar a boxes antes de lo previsto -debía hacerlo en la vuelta 40 y lo hice en la 35-, sabía que no aguantaba un giro más. La táctica era que Nakano ingresara primero y eso complicó mucho a los mecánicos... Recién pude avisar al equipo unos metros antes de llegar. Esa parada fue una eternidad, casi 41,8 segundos. La manguera de nafta que se traba, uno de los neumáticos que estaba del otro lado. Una parada normal no tendría que pasar de los ocho segundos. Quiero dejar claro que mi equipo no tuvo la culpa, son cosas que pasan.
No tenía que desconcentrarme, tenía que salir adelante y no desanimarme.
Perdí un puesto con mi compañero de equipo que se fue 15 segundos adelante. El objetivo seguía siendo llegar.
En la vuelta 66, cuando la pista no estaba tan húmeda, en el frenaje de la primera curva perdí el control de auto. No tengo idea como pasó. Me peguémuy fuerte contra el paredón. Supongo que fue un error mío.
Era una linda oportunidad para terminar la carrera, espero que la gente igual haya disfrutado el espectáculo. Se que cada año
vaya estar mejor y por el aliento que me brindaron sé que les debo algo. Lo único que prometo es entregar mi corazón.
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