29.3.10

Ídolos del fútbol

A VEINTE AÑOS DE LA MUERTE DE PEUCELLE
El 1 de abril de 1990 murió Carlos Desiderio Peucelle, jugador y entrenador de River Plate en los comienzos del fútbol profesional argentino. Con la Selección ganó la Copa América en dos oportunidades y en la final del primer Mundial, en Uruguay 1930, marcó uno de los goles. Llegó al club de Núñez en 1931 desde Sportivo Buenos Aires. Por su pase pagaron 10 mil pesos, por lo que River recibió el apodo de Millonarios. Jugó 307 partidos, marcó 113 goles hasta 1941 y salió campeón en cuatro ocasiones, logro que también alcanzó como entrenador en 1945. Tuvo una larga trayectoria como entrenador de juveniles, en la Argentina y el exterior. Su visión de los técnicos, en Portavoces, nota publicada en el diario La Prensa del 4 de mayo de 1977.




"Habiéndolo sido yo (aunque siempre me puse la letra 'M' de masajista en el pecho) suelen preguntarme qué opino del director técnico de fútbol.
La respuesta está casi dada cuando recuerdo que me negaba a aparecer con la obligatoria D.T. en el buzo azulado Y apelaba a mi falsificación como masajista que nunca fui. Me daba vergüenza (y me la daría hoy también) exhibirme como aparente mandante de los que están dentro de la cancha. Jugué al fútbol y sé que en la cancha solamente cuentan los juga­dores. Ellos piensan, ellos deciden, ellos hacen. Los de afuera ven Io que ya se hizo. No lo que el jugador puede hacer, aunque todos tenga­mos opiniones desde afuera sobre lo que debiera hacer. Otro cantar es lo que puede hacer.
Pienso que el director técnico (la denomina­ción no me parece apropiada, creo que es un consejero y seleccionador) es útil en divisiones inferiores. Puede ser útil. A veces lo es. A veces no lo es. Para la primera etapa del jugador. Porque los elige. Y tiene que saber elegir a los que tengan condiciones, no a cualquiera. Si natura no da el director técnico no presta. Y después de haberlos elegido, puede ser útil porque tiene tiempo y oportuni­dad de corregirles sus defectos técnicos, elegirles puestos, aconsejarlos, apadrinarlos. En fin: ser de ellos un tutor para el deporte y la vida.
Ese consejero, una vez que ha elegido el elemento humano, debe dejar hacer en el proceso inicial. Así ve mejor las virtudes y los defectos de los jovencitos.
Luego, ya mezclándose con ellos, hurga, ubica, analiza, capacita, aconseja, enseña técnica (uso de la pelota) y va ayudando a que el jugador se haga por sí mismo. Nunca el director técnico lo hace.
En ese proceso de ayudarlos a hacerse, ese consejero paternal del jugador novicio da bases de juego con inteligencia, juego con lucha, juego con fuerza, según las características de cada elemento a su cargo,.
Y allí termina la etapa en que, como dije antes, el director técnico es útil para divisio­nes inferiores.
Cumplido aquel ciclo viene el profesionalismo, donde seguirán aprendiendo (nunca se sabe de dónde, de quién, ni cuándo con exactitud). Porque jugarán ellos. Harán ellos. Com­prenderán ellos. Los jugadores. Que son los que saben. Por eso juegan. Yo creo saber algunas cosas. Pero no juego. Y si no juego... ¿sé? Recordemos: 'Si escucho, olvido; si veo, recuerdo; si hago, comprendo'. Es un sabio axioma chino.
No creo en el director técnico (ni con ese nombre ni en esas funciones) en la etapa profesional. Ese cargo debe ejercerlo el capitán del equipo o alguno de sus componentes. Los que juegan son los que ven más rápidamente las fallas y los aciertos. Lo que pasa actualmente es que les han quitado personalidad (de la que mucho se habla pero nada más que para nombrarla). Están todos esperando la orden. El país se acostumbró a esperar órdenes. Nadie se comunica con nadie. Nadie propone, nadie discute, todos obedecen y viene un juego de silenciosos que cumplen órdenes. Hay mucho de comodidad en todo eso. Para no asumir responsabilidades, muchos encuentran más cómodo hablar del 'técnico'.
Pero démosle responsabilidad al jugador y el jugador volverá a hablar, a mandar, a dirigir en la cancha. Y hasta se ahorrarán fortunas que los clubs gastan en 'órdenes'. En encargados de dar 'órdenes'. En River hay en este momento un buen ejemplo en Juan José López. Habla, dispone, dirige. Asumió ese papel por sí mismo. Es el mejor director técnico de River. Cuando deje de jugar nada podrá hacer.
Algunos me adjudicaron la paternidad de la famosa 'Máquina de River'. Unos por amistad. Otros porque no saben. ¿Quieren que diga que yo la hice? No. Porque a 'La Máqui­na' no la hizo nadie. Pero imaginemos que acepte 'el sí'. Y entonces afirmo que la hice porque conseguí ejes, engranajes, ruedas, tornillos, bujías y carburadores que se llamaron Pedernera, Moreno, Labruna, Loustau, Muñoz, unos defensores de enorme rendimiento. Pero eran todos piezas como las que necesita una máquina. Los juntó un cúmulo de circunstan­cias. Y se hizo 'La Máquina'.
(...)
Voy a mis memorias. Juegué durante cuatro años en Sportivo Buenos Aires y dos años en los seleccionados, antes de pasar a River Plate en 1931. Quiero aclarar que siempre estuve mas entrenado que los jugadores de la actualidad. Dos partidos por dia todos los dias, éstos no los juegan. Nosotros (yo en todo caso) los jugaba, y los remataba tirándome desde el techo de mi casa a la calle, para fortalecer las piernas cayendo de pie. Nunca supe de desga­rros. Y no teníamos 'técnico'.
Al primero que conocí (sin ese nombre) fue al muy señor y extraordinario ex jugador de Racing, Francisco Olazar. En el Campeonato Sudamericano de 1929. También teníamos preparador físico. Era José Tramuttola. Olazar daba la formación del equipo un rato antes del partido... ¡y a la cancha todos! Era lo único que decía: quiénes jugaban. El plantel se eligió un mes antes y fuimos Campeones invictos con un gol en contra. Olazar tuvo elementos para elegir.
(...)
Luego, en el primer año de profesionalismo en River, no teníamos director técnico. Apenas un preparador físico. Era Antonio Malvassi, el campeón ciclista que había seguido aquella profesión. En 1932, cuando fuimos campeones, el técnico era un ex gran jugador de River de la época primitiva, Laiolo. El preparador físico, Víctor Caamaño, un gran orientador en el atletismo, de la escuela de Mister Dickens. Lo veíamos a Laiolo una vez por semana: los días de partidos. Llegaba, nos saludaba, daba la nómina del equipo, se quitaba el saco, se colocaba un rompevientos y salíamos al campo de juego sin una sola palabra de su parte. Terminado el partido, invertía el proceso rom­pevienlos-saco y nos saludaba hasta el próximo encuentro. Ese año ganamos los dos campeona­tos, el oficial y el de copa (que entonces se llamaba 'Competencia').
Después vino lo que ahora vemos.
Las presiones de las masas societarias de los clubs fueron creciendo, empezó a ser un drama perder un partido, y los dirigentes, viéndose acorralados por aquellas presiones, buscaron su alivio personal (y político) para cuando sus equipos representativos perdieran partidos.
Y fabricaron al portavoz responsable de explicar los fracasos, de mostrarse ante aqueIlas masas asociadas como culpable, y al mismo tiempo salvador de quienes lo habían nombrado... ¡director técnico! En realidad empezaron llamándolo entrenador. Fue siem­pre 'portavoz'. A su vez, los dirigentes impu­sieron el sistema de cambiarlos con la llegada de las derrotas. Pero jamás pudieron prestar servicios comparables en importancia a los que pueden brindar en divisiones inferiores. Aunque les paguen fortunas.
Hubo directores técnicos que aparentemente, para quienes viven el fútbol distantes de la cancha, lograron grandes resultados. Pero los consiguieron por hablar muy poco. Hablaban los jugadores en la cancha. No en las radios. Esos directores técnicos exitosos encontraron ruedas, ejes, engranajes. ¿Qué iban a hablar?
Cobran dineros fabulosos, sí. Pero siguen dependiendo, aunque los jugadores no hablen como antes, de los jugadores. Porque sin ellos no hay espectáculo, no hay resultados, no hay juego. Estaba viendo que un equipo que tuvo problemas con 'el técnico' lo reemplaza por la Subcomisión de Fútbol. Marchaba primero en el campeonato. Otro que venía de descender de primera 'A' y tenía director técnico... 'iba último en primera'. Entonces quiere decir que ellos no juegan, no intervienen en el juego. Ni en la dirección ni en la técnica. En la técnica de los chicos, sí."



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