HACE 25 AÑOS "LA HISTORIA OFICIAL" GANABA EL OSCAR
El 24 de marzo de 1986 La historia oficial se convirtió en la primera película argentina en ganar el premio Oscar al mejor film de habla extranjera. Protagonizada por Norma Aleandro y Héctor Alterio, la ficción trata de las dudas de una profesora sobre la identidad de su hija, adoptada por su esposo de manera dudosa. Dirigida por Luis Puenzo, con guión del director y Aída Bortnik, ganó numerosos premios extranjeros antes de obtener el Oscar. Texto de "Triunfó 'La historia oficial'", nota de Mariano Figueroa en la edición nº 81 de El Periodista de Buenos Aires.
"Sería injusto no disfrutar del Oscar entregado a La historia oficial. De hecho, la estatuilla coronó la digna actitud que caracterizó al director Luis Puenzo desde la génesis de su proyecto: el cineasta quemó todo el celuloide que creyó conveniente, refilmando secuencias enteras infinitas veces hasta obtener lo que pretendía, con la mente puesta no en la fecha de estreno sino en la calidad final del producto. Un procedimiento ajeno al modus operandi usual de tantos seudocineastas argentinos... El premio llega además a diez años exactos del comienzo de la dictadura. No beneficia a una comedia rosa o a un policial ideológicamente anodino, sino a una narración en torno a uno de los aspectos más degradantes del régimen militar: el robo aún impune de los hijos de los desaparecidos.
Sería de inocentes -y el sufrimiento secular debería haber vacunado a los argentinos contra ello- vanagloriarse en abstracto del premio. ¿Cuál es la mano que lo otorga? La que avaló el golpe en 1976, la que suscribió la violencia feroz como metodología contrainsurreccional. La de Estados Unidos. Un poder que maneja al dedillo la dialéctica del tajo y la caricia, la ecuación que promete un gesto amistoso cada cuatrocientos golpes. La tendencia a gratificar a los argentinos en lo cultural justamente hoy no es espontánea, y mucho menos casual. De haber sido así, se hubiera verificado hacia fines del '83 y principios del '84, en los albores del gobierno constitucional. Vale la pena repetirlo: no es ocioso que lo argentino se trastoque en chic precisamente ahora, cuando la tenaza del poder económico internacional se ciñe sobre la economía nacional hasta dejarla sin aire, con un encono tal vez inédito.
Sería de ilusos el pretender que el Oscar es el premio más importante del cine internacional, en tanto no consagra a los films en virtud de sus meros valores estéticos. De hecho, es un premio que la industria cinematográfica multinacional otorga a los films más taquilleros y menos peligrosos ideológicamente. No pueden interpretarse de otro modo las omisiones que jalonan su historia, ni el silencio con que en este 1986 se sepultó a Brazil-por obvios motivos políticos- y La Rosa Púrpura de El Cairo -debido a la fobia que su director, Woody Allen, profesa públicamente a la industria-. El Oscar decide su destino mediante un sistema electoral que deja amplio margen a las presiones de todo tipo -económicas, políticas-, mecanismo que es particularmente notorio en lo tocante al Mejor Film Extranjero. Allí, la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood -casi 4.000 señores elegidos a dedo- designan en base a ignotos criterios a un comité especial, que deberá seleccionar las cinco candidatas a mejor film en otro idioma. El voto final es de toda la Academia, pese a que la mayoría de los miembros no ha visto la totalidad de los films que integran la terna. En ese contexto, las sugerencias de índole política son aceptadas con gusto.
Que quede claro: el premio a La historia oficial es posible sólo en virtud de sus innegables cualidades. Ello no quita, sin embargo, que pueda enriquecerse la lectura de ese acontecimiento mediante el simple hecho de situarlo en su real contexto. Por lo pronto, ha servido para distraer a los argentinos del paro general dispuesto por la CGT...
La mano que alguna vez palmeó a los represores repite hoy la caricia con un filme de la Argentina democrática. Nadie habla de no tomar el premio: sólo que esa caricia -el árbol- no debe hacer perder de vista el bosque. El triunfo real tendrá lugar cuando Luis Puenzo vuelva a em puñar la cámara para hablar de la violencia represora, la deuda externa o cualquier otro de los grandes temas nacionales, que -como el expuesto en La historia oficial- esperan aún el día de la justicia."
Fragmento de la película:
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