El 20 de marzo de 1991 el ministro de Economía Domingo Cavallo anunció las principales medidas del Plan de Convertibilidad. El programa incluía fijar el tipo de cambio del austral (luego reemplazado por el peso) con el dólar a razón de 10.000 a 1. También prohibía emitir moneda sin respaldo pleno de dólares, y suprimía los mecanismos de indexación, entre otras medidas. Carta de triunfo del gobierno menemista, la paridad 1 peso = 1 dólar se convirtió en un corset que empujó a la crisis de diciembre de 2001. Secreto otoñal: la historia íntima del Cavallo II, nota de Daniel Capalbo en la revista Noticias, edición nº 743 del 24 de marzo de 1991.
"Ni siquiera el Presidente conocía los detalles. Estaba al tanto de la globalidad, desde luego, pero fue hasta el miércoles 20 un típico secreto de pareja. El Cavallo II -o Plan Otoño- es, en rigor, la consecuencia de la urgencia política. Carlos Menem (60) había dado al ministro treinta días para hallar la panacea: 'Mingo, quiero un plan que afiance la estabilidad y que nos lleve, aunque sea lentamente, al crecimiento. y no quiero errores'.
Ingenioso -qué duda cabe-, Cavallo (44) optó por reflotar el modelo de convertibilidad de la moneda creado a fines de siglo pasado durante la gestión de Carlos Pellegrini, y revivido y no nato a fines de 1989 por el entonces secretario de Gestión Económica, Eduardo Curia. Cavallo sabía que el lapso no era susceptible de prórrogas por la precaria estabilidad del dólar tras la hecatombe de Erman González (55) y los compromisos con acreedores internos y externos. Al margen, claro, de la creciente impopularidad del gobierno que, ya a esa altura, había puesto en jaque su suerte de cara a las elecciones de septiembre.
En los últimos treinta días, no menos de 5 llamados desde Córdoba quebraron el sosiego dominical de la residencia de Olivos. Los popes de la Fundación Mediterránea diseñaron la estrategia un poco en aquella provincia y otro poco en sus propios estudios, no con las computadoras del ministerio de Economía, pues se temía alguna filtración por la red informática.
-¿Y vamos a cambiar el signo monetario, Mingo? -interrogaba el Presidente en sus secretísimas llamadas telefónicas-.
-No creo que sea necesario- decía Cavallo-. Pero tenemos que resolver aún lo de la paridad. La relación 1 a 1 (un austral, un dólar) va a crear muchos inconvenientes, habrá que quitar ceros. Lo veo complicado.
Las comunicaciones se multiplicaron. Y el Presidente le dio el visto bueno el miércoles 20, en un 'aparte' de la reunión de gabinete. Al mediodía, Cavallo convocó con urgencia a los tres colaboradores que trabajaban en el Plan.
-A mí no me van a hacer lo que le hicieron a Sourrouille con el Plan Austral, se plantó, vehemente, Domingo Cavallo ante el escaso auditorio que acudió a la cita en su casa de Libertador y Ocampo. Se juramentaron silencio el viceministro Carlos Sánchez y Juan José Llach (el jefe de asesores de Economía, a quien sus subordinados llaman 'el filósofo'), los primeros en llegar. Habían pasado sólo tres horas desde la reunión de gabinete y para entonces la cumbre se había completado con su hombre del Banco Central, Felipe Murolo, con el titular de la autoridad monetaria, Roque Fernández (43) y con uno de sus directores, Horacio Tomás Liendo (hijo), un abogado experto en el análisis jurídico del BCRA.
-Les advierto a todos que cualquier filtración reduce nuestros esfuerzos a nada -les dijo Cavallo con un tono casi místico. Allí mismo comenzó a repartir el juego.
Dividió -en el último mes- al grupo en dos comisiones de trabajo. Él se sumó al equipo integrado por los hombres de su gabinete ministerial, pero monitoriando al de los hombres del Central.
Sus subsecretarios debían analizar la situación presupuestaria, la recaudación y la venta de inrnuebles del Estado además de las perspectivas de asistencia externa al Plan. El segundo grupo analizó la cuestión de la convertibilidad y las expectativas vinculadas a las reservas.
(...)
El encargado de unificar luego el operativo convertibilidad fue Juan José Llach. Veinticuatro horas antes de que el Presidente diera su conformidad -vale apuntar que los celestes Eduardo Bauzá (50), José Luis Manzano (35) y Eduardo Menem (51) desconocían absolutamente la gestación de la criatura-, Cavallo, Sánchez y Fernández desembarcaron en Olivos y desataron cuidadosamente el paquete requerido por Carlos Menem. El Presidente sólo se limitó a pedir precisiones acerca de sus recurrentes obsesiones de estabilidad y crecimiento. Y planteó las mismas dudas que la mayor parte de los economistas locales.
-¿Cómo vamos a garantizar la recaudación fiscal?
-No es sencillo, pero confiamos en una reactivación casi instantánea. La actividad económica va a generar recursos y todos podrán contribuir-, replicó Cavallo casi excitado.
-¿ Y cómo vamos a hacer para nivelar el déficit y llegar al superávit?
-Se gastará sólo lo que ingrese, los sueldos quedarán desindexados hasta tanto se aumente el poder de consumo de la gente y haya mayor productividad; las provincias recibirán sólo la recaudación coparticipada y se hará frente a los compromisos con el exterior como una forma ineludible de mantener abierto el canal de apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los bancos acreedores.
Este último punto, al parecer, sería una de las piedras angulares del Plan Otoño: el impetuoso Cavallo logró destrabar un crédito por 400 millones de dólares suspendido en algún despacho del Banco Mundial. El crédito está destinado a financiar la reforma del Estado (el viernes mismo se anticipó la prescindibilidad de unos 88 mil agentes de la Administración Pública Nacional en los próximos dos años). Y con el FMI se acordó un crédito stand by por 3.600 millones de dólares (lo que permite a los hombres de Economía aspirar a la inclusión del Plan Brady, tan verde aún como el dólar, y a refinanciar inclusive ese crédito puente a tres años). Por lo demás se acentuará la política de privatizaciones.
A poco de dar a conocer el Cavallo II, el ministro ingresaba, casi simultáneamente, con el proyecto de ley al Parlamento. Pero antes de presentarlo en sociedad había tomado la precaución de convocar -previo a la conferencia de prensa del miércoles 20- a un grupo de económistas a su despacho (Lorenzo Sigaut, Miguel Angel Broda, Leonardo Anidjar, Eduardo Curia, entre otros) para anticipar las medidas. Cavallo llegó tarde y, en el Salón de Cuadros del quinto piso del Ministerio, uno de los invitados dijo: 'Si nos reunieron a todos aquí debe ser para una demolición como la del Warnes, pero con nosotros adentro'.
Por la noche, el proyecto había ingresado al Senado y se buscó un acuerdo político que le diera sustento (el viejo truco de comprometer a la oposición). El hermano del Presidente, Manzano y Bauzá pilotearon el frente. Bauzá había recibido en su despacho a legisladores radicales -entre ellos Jesús Rodríguez (35), César Jaroslavsky (64) y Raúl Baglini- y escuchado de ellos los mismos reclamos. Como hace un mes, cuando condicionaron su colaboración para aprobar el paquete impositivo, subordinaron ahora su apoyo a tener:
* Más información oficial sobre el manejo de las cuentas fiscales.
* Más participación del Parlamento en las decisiones de la política económica.
* Y control de las privatizaciones.
El Senado, desde luego, no es un vecindario hostil; allí el justicialismo tiene mayoría propia. La pelea política se dará en Diputados. El jueves el Comité Nacional de la UCR era un hervidero. Raúl Alfonsín (63) convocó a su ex ministro Juan Vital Sourrouille (51) para examinar el paquete. La premura de Cavallo por contar con la ley sancionada a partir del primero de abril no encontró, extrañamente, resistencia en las filas de la principal oposición. Sourrouille hizo -previsiblemente- sus objeciones y luego Alfonsín pontificó: "El Plan es sólo un instrumento y Menem lo tendrá. Nosotros marcaremos en el debate nuestras discrepancias y si todo estalla en mil pedazos será responsabilidad del justicialismo", dijo, claro, puertas adentro. Mientras Sourrouille, Mario Brodershon (56), José Luis Machinea (44) y Adolfo Canitrot (60) almorzaban en un restaurante de Riobamba y Bartolomé Mitre, desmenuzando el Cavallo II antes de presentarle una concIusión al jefe de los radicales, Alfonsín eludía las definiciones públicas. Pero cuando las hizo, frente a las cámaras de canal 12 de Córdoba, aseguró que no haría obstruccionismo y que no reaccionaría animado por mezquinos cálculos electoralistas. 'Para qué vamos a hacer obstruccionismo -se preguntaba, sin embargo y muy entusiasmado un ex ministro de Alfonsín-, al contrario: nosotros vamos a favorecer y a facilitar el trámite. No lo vamos a aprobar, obviamente, pero ¿por qué razón vamos a impedir que el Presidente y su ministro se incineren como bonzos? Si lo quieren hacer, allá ellos; este plan fracasará irremediablemente y no podemos olvidar que las elecciones están ahí no más. Y tampoco que nosotros somos la única alternativa.'
(...)
Todos los que conocen a Cavallo -y saben de su estilo aplanadora- recuerdan sus palabras de presentación cuando asumiò en el Ministerio de Economía: 'Yo no vine aquí a perder', dijo. Tal vez por eso el dossier que circuló el martes en Olivos con información acerca de los sondeos y perspectivas electorales, haya ido a parar al escritorio del Superministro para que lo estudie el fin de semana. Es que el Presidente Carlos Menem está eufórico y, ahora, ansioso por escuchar su palabra."
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