26.3.10

Boxeo

LACIAR CAMPEON MUNDIAL
El cordobés Santos Benigno Laciar se consagró campeón de la categoría mosca de la Asociación Mundial de Boxeo el 28 de marzo de 1981 en Soweto, Sudáfrica. Esa tarde derrotó al local Peter Moleko Mathebula por nocaut técnico en el 7º round. Fue el décimo boxeador argentino en ganar un título mundial y el tercero en ese peso. Si bien perdió el cetro en su primera defensa, lo recuperó al año siguiente y defendió exitosamente en nueve ocasiones, hasta 1985. La crónica del combate, en Hazaña cumplida, nota de Robinson publicada en el nº 3208 de El Gráfico del 31 de marzo de 1981.





"Hay un sonido, un color y un sentimiento alojados para siempre y no puedo: quiero volver atrás y es inútil... Hay un hombrecito de sonrisa apenas perceptible que invade el antes y el después de aquella vigilia excitada y de este eufórico presente. El hombrecito dulce y simple llegó al camarín envuelto en la Bandera Argentina, se la quitó, la dobló, la dejó apoyada en uno de los bancos, se subió a la camilla de masajes, dejó que la cabeza le colgara a partir de la nuca, llevó las dos manos al pecho, entrelazó los dedos y comenzó a darse cuenta de lo que acababa de ocurrirle: YA ERA CAMPEÓN DEL MUNDO Y SE LO DECÍA, EN VOZ BAJA, A SU MADRE. 'Mamita -comenzó balbuceante- mamita, lo conseguí, lo conseguí, es para vos, es para vos...'. Las lágrimas llenaron su cara de triángulo opuesto. El vestuario estaba lleno de argentinos. Pocos le escuchábamos. Como siempre, hablaba bajo, casi para él. Pero en aquel llanto estaba la síntesis de todo: primero se gana, después se llora; primero hay que endurecerse, después ablandarse. Santos Benigno Laciar supo hacer cada cosa en su momento y cuando llegó el día de la pelea aquel hombrecito se transformó en gigante.
(...)
El primer round lo ganó Mathebula con su formida­ble jab de izquierda en anticipo y el domi­nio de la distancia a través del equilibrio de sus piernas en las salidas laterales. El planteo de la pelea obedecía a una lógica pura: Laciar al ataque, Mathebula en re­troceso. Uno tenía cañones en los puños (Laciar) y el otro balas de fogueo. Había que esperar la decantación física para establecer las pautas en prospectiva. Quien se cansara antes perdería efecto. Y allí estuvo inteligentísimo el chico de Huinca Renancó: trabajó también el se­gundo asalto sobre las manos de Mat­hebula, sin desesperarse; más bien, tra­tando de encontrar coyunturas propicias para descargar con justeza algún golpe preciso. En el 2° asalto el estadio se vol­vió silencio. Aquel pistoneo armonioso de zurda del ex campeón perdía distancia: Laciar estaba cada vez más cerca, cada vez más fuerte, cada vez más confiado y cada vez más seguro. Una derecha en swing de Laciar provocó la primera gran preocupación del sudafricano quien ad­virtió su párpado izquierdo sangrante. Para no correr riesgos dejó su mano de­recha permanentemente en cobertura de la zona abierta. El tanquecito cordobés siguió avanzando sin dinamizar las des­cargas pero sin mermar en su búsqueda ofensiva. Cada tanto las descargas ja­beadas de Mathebula que levantaban al público. Para quienes estábamos cerca se iba gestando la primera sensación de contraste físico: el nuestro entero, Mat­hebula ya cansado a la altura del último minuto del 4° asalto. Por entonces -final del 4°- la pelea era totalmente pareja: el sudafricano había ganado el 1er. round, Laciar el 3D; el 2D y el 4° habían sido pare­jos. La locura habria de producirse en el 5°round.
Stanley Berges, de Chicago, tiene 55 años, es dueño de dos playas de esta­cionamiento y ninguno de sus 4 nietos se animó a decirle jamás que es un desastre como árbitro a pesar de sus 30 años en el ring. Todo cuanto hizo desde el 5° hasta los 2'20" del 7° round en que terminó la pelea, fue absurdo. La primera caída (derecha en apertura e izquierda cruzada invirtiendo la combinación) ya era lisa y llanamente el nocaut. Llegó hasta 8 con­tando con un reloj de arena. La segunda caída (un gancho de derecha a la punta de la pera) que sacó a Mathebula del ring la consideró empujón (caradurismo total); la caída en que Mathebula se lo lleva a Laciar tomándolo de la cintura también era válida para conteo; y al final, después de una combinación de más de seis golpes, Mathebula (que se quería ir al final del 5° y sus segundos lo empujaron para continuar) se levantó a los doce segun­dos cuando el referí iba por ocho. Dio por terminada la pelea porque el propio sudafricano encaró el rincón totalmente groggy y desahuciado. Después con­sumó un coloquio en la esquina del per­dedor como queriendo decir 'no tuve más remedio'. Volvió al centro del ring y levantó la mano de Laciar a instancias de Tito.

La vuelta al hotel. La sirena. El ómni­bus. Los negros que saludan con ad­miración. Sonido, color y sentimiento. Todo junto otra vez. Llamados. Radios. Telegramas.
A nuestras espaldas la aventura de Soweto. La quijotada de un 'loco' como Lectoure que se animó a venir sin impor­tarle nada más que la chance para el bo­xeador argentino. Los cigarrillos y la emoción de Giordano. El llanto de Bustos, técnico exclusivo de Laciar, que se gana la vida cortando el cabello en Villa Carlos Paz, la euforia de Mantegazza, el incon­dicional amigo que dejó todo y se vino. Y el hombrecito ya gigante. El dueño de la hazaña.
Mientras nos ajustamos los cinturones para aterrizar en Ezeiza,este domingo 29 de marzo de 1981, cerramos los ojos para disfrutar otra vez. Vendrán tiempos futu­ros. Prefiero quedarme con este recuerdo. Se abren las puertas del avión. Laciar ya es de todos, ahí está, no le hagan daño. . ."


.


Leer más

0 comentarios: