14.9.09

Tenis masculino-US Open

CUANDO EL ÚLTIMO TÍTULO DE UN ARGENTINO FUE DE VILAS
El 11 de septiembre de 1977, el argentino Guillermo Vilas se consagró campeón del Abierto de los Estados Unidos luego de vencer en la final al local Jimmy Connors por 2-6, 6-3, 7-6 y 6-0. Este lunes 14 de septiembre de 2009, con su victoria sobre Roger Federer, Juan Martín Del Potro quebró 32 años sin títulos nacionales en el Major norteamericano. Hace más de tres décadas, El Gráfico cubrió el hecho.


“Llegué donde quería”
Tercer set. Definitorio. El nudo de todo el partido y más de éste, con tantos nervios. Quien lo pierda difícilmente tenga fuerza anímica para ganar dos sets seguidos. Llegó la hora de definir. Y justo allí Vilas comienza a cometer imprecisiones. Se equivoca en el revés, su mejor golpe. Uno ya no puede con los nervios. Connors se escapa inexorablemente en el marcador. Parece que todo se derrumba, es el momento más dramático para los argentinos. Salvo Vilas.
“Realmente la cosa venía mal porque él tenía la rienda del partido. Pero nunca me preocupé mucho por estar 4-1 abajo porque igualaba con un solo break (punto para quebrar el saque rival) que tuviera. Tenía constantemente el asesoramiento de Ion y me sentía seguro. Empecé a jugar de contraataque, como creo que no volveré a jugar nunca en mi vida. Empecé a darme cuenta en qué pelota se vendría Connors y a qué lugar. Entonces pude preparar más rápido el passing y pasarlo seguido”.
Y cuando llega el famoso séptimo game (el más importante en cada set) Vilas está perdiendo 4-2. Pero utiliza genialmente el contraataque. Primero de revés y luego de drive. El apuro de Connors por ganarlo lo lleva a equivocarse en el ataque. Elige pelotas débiles y el marplatense le quiebra el saque. Llega el mejor momento del argentino; combina pelotas lentas con tiros profundos y potentes. No le da la medida ni el ritmo a Connors para que lo apure con su temible drive.
Llegó el 5-0 y 40-0 a favor. La gloria ya estaba a su lado. Pero le costó aprisionarla. Connors luchó denodadamente. Igualó en cuarenta y después de ese tremendo esfuerzo su mente falló. Se desconcentró, se relajó tras salvar tres match points seguidos y cometió doble falta. Ya no tuvo solución. Vilas devolvió de drive dos contestaciones más y pelota bajo al drive. Connors le pega paralelo y la pelota se va lamiendo el fleje. Vilas salta, festeja, duda porque el linesman no aclaró su fallo. Lo mira y señala mala. Ahora sí se puede festejar. Ahora sí se pueden dejar escapar las lágrimas. Lo suben en andas. Lo buscan a Tiriac para estrecharse en el abrazo.
Después de cuatro años llegó a ser el mejor. Lo merecía.
“Y llegué donde quería. Soy el número uno del mundo aunque como no soy ni sueco ni europeo ni americano va a haber muchos que digan que no y que van a molestar. Pero cuando gane el Gran Prix ya no van a tener qué argumentar. Y aunque no quieran un sudamericano será el mejor. Con esto terminó una etapa. La más importante de mi vida y con ello me doy cuenta que me estoy poniendo viejo porque empiezo a recordar. El triunfo en Forest Hills se lo doy a mi país. A esa Argentina que no puedo disfrutar por tratar de conseguir esto (…)”.
Era el momento de la gloria, de la fama. Pero ni siquiera allí se dejó atrapar por el egoísmo de la insensibilidad. Vilas demostraba que también era grande fuera de la cancha. Él lo hizo todo. Pero lo compartía con todos aquellos que lo ayudaron a conseguirlo. Y eso sólo lo pueden hacer los grandes. Los verdaderamente grandes. Y Guillermo Vilas lo es.

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