14.9.09

Policiales

A 25 AÑOS DEL CRIMEN DE LINO PALACIO
En la noche del 14 de septiembre de 1984 el famoso dibujante Lino Palacio y su esposa fueron asesinados en su departamento de Recoleta. Creador de numerosos personajes de historietas, como Don Fulgencio (‘el hombre que no tuvo infancia’), Ramona (la recordada mucama) y Avivato (el porteño canchero), también usó el seudónimo de Flax para trabajar como caricaturista político. Algunos tramos de la nota publicada en la revista El Periodista de Buenos Aires, nº 2 del 22 de septiembre de 1984.

ÚLTIMO ADIÓS A UN HOMBRE NADA SOLEMNE

“’Durante la Segunda Guerra Mundial yo publicaba mis caricaturas diariamente en La Razón, de modo que llegué a dibujar unas ochocientas de los principales líderes en esos años cruentos. Mire lo que son las cosas, un ministro de Defensa británico (Leslie Hore-Belisha, amigo personal de Churchill) me mandó una carta inolvidable: decía que una persona como yo, que podía hacer reír al mundo en momentos tan tremendos, ya tenía asegurado un lugar en el monte Olimpo. Allí los voy a esperar a todos’.
Esta esperanza de Lino Palacio, asesinado en su departamento de la avenida Callao el pasado viernes 14, se disuelve entre elementos de otra mitología más sórdida y terrena: dos cuchillos, una plancha ensangrentada, el cuerpo de su esposa (Cecilia Pardo de Vera de Palacio) también abandonado en la cocina. La casa revuelta y violentada por los hasta ahora desconocidos atacantes.(…)

‘¿Sabe cómo nació Don Fulgencio? –contaba, sobre el más famoso de sus casi setenta personajes de historieta- pues observando a un vendedor de biblias. Era un hombre tan solemne que me asustaba. Y a la vez me inspiraba lástima. ¿Cómo no se permitía ser un poquito chiquilín? Hasta que un día lo encontré en la calle, fuera de la oficina que él visitaba para vender. Lo vi patear una cajita de fósforos. Y cuando me reconoció y se sintió descubierto, se sonrió, medio ruborizado. Pero la volvió a patear, otra vez y otra vez más, hasta que la perdió en un charquito. Me volvió a sonreír y ya no era el vendedor de biblias sino un chico travieso. Entonces me reconcilié con él. Y cuando Ezequiel Paz me pidió una historieta para La Prensa, yo lo primero que pensé fue en dibujar exactamente a ese hombre que pateaba una caja de fósforos. Reproduje su físico tal cual. Sin embargo, un periodista amigo creyó que me había inspirado en él, y ofendido me retiró el saludo…’
Nacido en San Telmo, pero criando en el Barrio Norte, adonde sus abuelos se mudaran huyendo de la fiebre amarilla, Palacio solía ser visto como arquetipo del porteño cajetilla. Elegante y atlético como para saltar sobre los cuidados de la tercera edad, sus adversarios cotidianos lo censuraban por su arrogancia, y los políticos, por el individualismo que parecía aplicar a la lectura de la realidad; hermano del historiador revisionista Ernesto Palacio, y reconocido simpatizante de los sectores alineados a la derecha del peronismo, solía enorgullecerse de una distinción que muchos de sus colegas consideraban por lo menos discutible: la de haber sido el único caricaturista autorizado por el general Perón para retratarlo, mientras al resto no se le permitía intentar el chiste. (…)

‘Me puse un seudónimo para la caricatura política –explicaba- porque mi nombre ya era conocido a través de las tapas de Billiken. Yo dibujaba para los chicos con mucho amor, y no me parecía bien que el mismo Lino Palacio que les dedicaba tantos dibujos, apareciera firmando historias de la guerra. Flax significa Lino, tanto en inglés como en alemán. Por eso lo elegí. Quedaba a distancia imparcial de ambos bandos’. (…) ‘Me lo transmitió mi abuelo. Él fue quien me enseñó que la solemnidad no es algo innato, sino que los adultos la usan para disfrazar su falta de inteligencia y de capacidad. Alguien decía que los pueblos que se ríen de sí mismos dan una prueba de civilización, como las personas que así lo hacen. Por eso uno, cuando dibuja, no se inspira solamente en lo ridículo de la gente que lo rodea, sino también y principalmente, en uno mismo. En las cosas que nos pasan, y que son ridículas’”.

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