26.9.09

Copa Intercontinental de fútbol

A 45 AÑOS DE LA PRIMERA FINAL DE UN CLUB ARGENTINO
El 26 de septiembre de 1964, Independiente perdió 1 a 0 en tiempo extra ante el Inter de Milán -gol de Mario Corso a los 110 minutos-. El encuentro entre los campeones de América y Europa se disputó en campo neutral -estadio Santiago Bernabeu, del Real Madrid-, debido a que en la serie de ida y vuelta ambos habían ganado como locales. La 5° Copa Intercontinental fue la primera a la que logró llegar un club nacional y ante la importancia del hecho deportivo, la revista El Gráfico envió tres reporteros: Osvaldo Ardizzone, Antonio Legarreta y Ricardo Alfieri.



Nota y Editorial de El Gráfico publicadas en la edición n°2347 del 30 de septiembre de 1964

CON LOS BRAZOS CAÍDOS...
Sonó el silbato final. Cayó el telón a 120 minutos de un partido inmensamente corto, quizá el más breve para los hombre de Avellaneda...
Había terminado todo. La gran Copa del Mundo estaba lejana, inalcanzable en las manos de Picchi, que la mostraba al Bernabeu desafiando los silbidos... Y en un supremo esfuerzo, con las casacas empapadas por la lluvia y el sudor, con las caras fatigadas, con las lágrimas que ya se asomaban a los ojos, fueron al centro del campo a cumplir, con el GRAN RITO DE LOS BRAZOS ARRIBA.
El estadio sintió el impacto. Los aplausos surgieron de todos los sectores... Pero sólo el cerebro gobernaba. Era nada más que la gimnasia de un acto intelectual, razonado, aprendido... ERAN LOS MISMOS BRAZOS, DE LOS MISMOS HOMBRES, LEVANTADOS A LA MISMA ALTURA, pero eran brazos que se caían, que no podían tolerar ni un minuto más el alarde de un vigor que se llevaba la pena... No se puede llorar con los brazos en alto. No se puede llorar con el tórax dilatado. No se puede llorar con los músculos tensos... Sí, el saludo del Bernabeu fortalecía, saludaba al mejor equipo de los dos, pero ¿acaso eso servía para arrancarle a Picchi la Copa de las manos?
Por la baca del túnel que lleva al vestuario fueron apareciendo los hombres, los hombres reales con toda la carga real de su esencia humana... Tal como el actor que ya no se siente esclavo de su gran platea. Ahora soy yo. Soy yo, nada más que un hombre que no puede controlar esta gran pena. Un hombre que quiere llorar una hora, diez, veinte, llorar toda la vida el dolor de esta noche. ¡Al diablo la escena! ¿Y qué? ¿Qué soy un flojo? ¡No! Yo no perdí un partido cualquiera, ¡perdí la Copa del Mundo! Esa, esa misma que Picchi apretaba entre las manos...
En la puerta del vestuario Navarro custodia el pudor de unas lágrimas. Adentro, el temñl del silencio . Sólo imágenes sin vida, sin movimiento . Ojos que se clavan en un objetivo indefinido, que se oculta en algún lugar del piso... Las cabezas inclinadas. Los músculos laxos. Aquí sólo reinan los brazos caídos...
Los otros quedaron en el centro del campo, hace unos minutos. Aquí sólo hay esto. Una pena mansa, blanda, silenciosa... Sólo Savoy se revuelca en el suelo con llanto nervioso. "¡Bueno! ¡Hay que consolarse. El año que viene la jugaremos otra vez!" Es la voz marcial del profesor González García. El único hombre "anormal". El único fuerte que sigue pensando en la religión de los ¡BRAZOS ARRIBA!
Don Manuel es un autómata. Anda a las zancadas en un ir y venir que no encuentra sosiego. No quiere hablar por que no puede, porque la garganta lo traiciona con un nudo que sólo se desata por los ojos... Y don Manuel no puede llorar. Será después, más tarde, cuando no lo vean... "¡Bueno! ¡Basta, muchachos! ¡Hay que pagar el derecho de piso!" Otra vez la voz del profesor González García que sigue pensando en los ¡BRAZOS ARRIBA!...
Navarro sigue forcejeando contra la puerta. No se puede pasar todavía. Navarro no quiere que el flash indiscreto profane la fama viril del Campeón de América. "No se puede pasar". Cortésmente, don Manuel se dirige hacia la puerta. Una docena de lápices funcionan. "¡Debimos ganar!..." Pero la Copa la tiene Picchi, la está mirando Helenio Herrera en el vestuario de al lado, apenas a unos metros, con gente que se ríe, que grita, que canta, que se sigue estrechando todavía...
"Debimos ganar", dice don Manuel... Pero la Copa se fue... El consuelo de la razón no sirve, no sirve para nada. La única verdad son estos BRAZOS CAÍDOS, estos que Navarro no quiere que vean, que sólo se ven en la escena. Que ningún flash sin alma lo revele cruelmente...
No se puede llorar con los BRAZOS ARRIBA, NO SE PUEDE LLORAR CON LOS MÚSCULOS TENSOS... ¡Al diablo la escena! ¿Y qué? ¿Soy un flojo? Si yo no perdí un partido cualquiera, PERDÍ LA COPA DEL MUNDO.

Editorial
FRACASO SIN DESALIENTO
Las dos derrotas del campeón argentino y de América en los encuentros decisivos por la Copa Del Mundo marcan el final de una esperanza. Clausuran un esfuerzo. Pero no cierran un ciclo. Por el contrario, interpretamos que abren una nueva perspectiva al fútbol de esta tierra. No entristecen ni desalientan. Marcan un camino a seguir, una tarea que otros deben perfeccionar.
Nadie llegó tan lejos como Independiente. Nadie podrá eximirse de luchar tanto en el futuro, con tanta pasión y tanta generosidad como lo ha hecho Independiente. Es la primera vez que un club argentino llega a la final del mundo. No puede, no debe ser la última.
La importancia del acontecimiento y la excelencia de la información escrita y gráfica que trajeron de Milán (página 35) y Madrid (página 6) nuestros enviados especiales, Ardizzone, Legarreta y Alfieri, nos obligan a cederle un espacio muy importante de nuestras páginas del presente número, relegando otras actividades deportivas tales como la actualidad del básquet o el Campeonato Argentino de Ciclismo, sobre el cual prometemos una amplia nota para el próximo miércoles.
(...)
Constancio Carlos Vigil, director ejecutivo de El Gráfico.

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