26.8.09

Revista Panorama nro 158

CUANDO SORIANO ESCRIBIÓ SOBRE LA DROGA
El martes 25 de agosto de 2009 la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió que la tenencia de escasas cantidades de marihuana, para consumo personal y sin riesgo para terceros, no puede ser castigada. Pero ya en 1968 se había despenalizado la tenencia de estupefacientes. "La reforma al Código Penal nos ha perjudicado; ahora no se puede penar al consumidor, pero todo el mundo sabe que cada drogadicto es un traficante en potencia", le cuenta a Osvaldo Soriano un policía en la nota publicada el 5 de mayo de 1970.


DROGAS: UN FANTASMA SOBRE BUENOS AIRES

(…) Los toxicómanos. “Según el doctor César Barral, medico legista de la Policía Federal, los drogadictos argentinos suman 700; el setenta por ciento de ellos son mujeres con un promedio de edad de 25 años. La mayoría son cocainómanos, aunque los más jóvenes prefieren fumar marihuana, ‘una droga menos peligrosa’. Por un sobre de cocaína, los porteños deben pagar entre 1.500 y 12 mil pesos viejos; todo depende de la pureza que pretendan obtener del producto. (…)
Hasta abril de 1968 –cuando se reformó el Código Penal-, la tenencia de estupefacientes era causa de detención. Pero ahora los adictos tienen piedra libre: si justifican ser toxicómanos (inequívocos signos los delatan), pueden recuperar enseguida su libertad. ‘Es lo más justo –pontifica el abogado Héctor Edgardo Maidana-; se trata de reprimir un delito contra la salud pública y no es posible que el enfermo sea castigado por la justicia.’ El especialista Maidana (49, seis hijos), defendió desde 1955 a un centenar de complicados en el tráfico, tenencia o suministro. El artículo 204 del nuevo Código le hurtó a otros clientes: los consumidores.
Uno de ellos, Raúl H. (El Flaco Fatiga, 29, cliente fijo de los piringundines del suburbio porteño), se alegra: ‘Antes vivía con el corazón en la boca –confió a Panorama-; había que tener siempre al tordo cerca. Ahora hay nariguetazo libre y hasta puedo llevar la falopa en el bolsillo del saco’. No pueden hacer lo mismo, claro, los intermediarios, porque el delito, cuando se prueba, no es excarcelable; pero no es fácil sorprenderlos. Un par de años atrás, la policía atrapó a un individuo que tomaba sol plácidamente en el jardín de su chalet, en Olivos, y que dentro de su automóvil tenía un portafolio de doble fondo en el que guardaba media docena de sobres de cocaína. Cada ‘papelito’ estaba adornado con una calavera y la inscripción Peligro-Veneno.
-Lo compré como hormiguicida y es muy bueno- se disculpó.
-¿Y por qué lo guarda tan bien?
-Y… para que no lo encuentren los chicos…
Fue absuelto porque el artículo 13 del Código de Procedimientos amparaba el caso de dudas.
No siempre los detenidos tienen esa suerte. Según Maidana, los policías que capturan a un traficante también sirven como testigos ante la justicia. ‘Muchas veces, cuando los tiras no encuentran nada, te ponen un sobre en el bolsillo y estás sonado’, reveló Fatiga.
Los especialistas consultados coincidieron en que el problema no es grave en la Argentina. ‘Los jóvenes se dan el nariguetazo por snobismo, les parece que así son más hombres’, coinciden. Otra deducción: el auge de las drogas se detecta en los clubes nocturnos, lugares en donde los jóvenes solitarios e incautos suelen gastar su noche, esa soledad, parece, es el vehículo más rápido hacia la esclavitud de la droga. Desde que el abogado Maidana leyó La mala vida en Buenos Aires (un libro del juez Eusebio Gómez) no ha dejado de pensar en esa clase de víctimas: ‘Siempre sentí mucha lástima por ellos –plañe-. ¡Están tan desamparados!’ Es una piedad constante y sonante: cuando un detenido apela a sus servicios, debe oblar un millón de pesos al contado y prometer otro tanto en caso de ser absuelto.
(…)
La policía. Media docena de hombres suelen trabajar las veinticuatro horas del día cada vez que encuentran un rastro que huela a cocaína. Dependen de la sección Seguridad Personal de la Policía Federal, y el jefe, comisario Roberto Salas (46, 2 hijos), asegura que son muy pocos para cumplir el servicio con eficiencia.
Empedernido tomador de mate (un ordenanza comienza a cebarle mate a las once en punto de cada mañana), Salas tiene 17 años de experiencia en toxicomanía. ‘No es que Buenos Aires sea el mayor puerto de tráfico hacia Estados Unidos –aseguró a Panorama-; es que hay muchos argentinos metidos en eso, que es distinto.’ Parece cierto: ‘El que se dedica al tráfico no puede tener un itinerario fijo; de ser así, tarde o temprano caería en nuestras manos’.
Los correos serían muy difíciles de atrapar, ya que se trata siempre de ‘tipos fieles, sin antecedentes en la policía, que hacen sólo dos o tres viajes y largan’. El subcomisario Ángel Osvaldo Bugioni, un avezado pesquisante de la sección Toxicomanía, asegura que en la Argentina ‘no hay antecedentes de consumo de heroína o LSD; difícilmente se pueda encontrar un solo gramo que no sea de uso científico’. Por su parte, Salas tiene una queja: ‘La reforma al Código Penal nos ha perjudicado; ahora no se puede penar al consumidor, pero todo el mundo sabe que cada drogadicto es un traficante en potencia’. La nueva ley favorece, en cambio, a un puñado de abogados que asumen la defensa de los traficantes. ‘¡Esos sí que ganan plata’, reflexiona Salas.
La media docena de adictos entrevistados por Panorama parecían muchachos casi normales; provienen de familias de clase media o media alta y, en general, observaron cierto grado de desarrollo intelectual. En su casa de la calle Lavalle, mientras sorbía despaciosamente un whisky, el abogado Maidana los definió con suficiencia: ‘Vea, los narigueteros son inconfundibles –aleccionó-; si usted ve en la mesa de algún bar a un grupo de gente donde todos hablan a la vez, observe si hacen muchos viajes al baño. Si es así, póngale la firma que son pichicateros’.


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