19.8.09

19/23 de agosto de 1969

CUANDO LOS TORINOS COPARON NÜRBURGRING
Hace 40 años, el equipo Industria Kaiser Argentina (IKA) presentó tres coches Torino modelo coupé 380w para correr las 84hs en el famoso circuito alemán. Enfrentando a las principales marcas del mundo, el auto piloteado por Copello, Franco y Larry terminó cuarto en “la maratón de la ruta” y fue el que dio más vueltas reales. “La misión argentina” se ganó el reconocimiento internacional por su trabajo y estuvo dirigida por Juan Manuel Fangio. Además, Oreste Berta fue el jefe técnico. La cobertura de El Gráfico.



Texto extraído de El Gráfico nº 2603 del 26 de agosto de 1969

EL VALOR DE LA HAZAÑA
Quizás esa no sea la palabra exacta. Me cuesta trabajo encontrarla. Me cuesta trabajo definirla. Pero esto alcanza a ser más que eso… Porque esta empresa, esta “Misión Argentina” que nació de la inspiración y las ganas de hacer de dos señores que se llaman Juan Manuel Fangio y Oreste Berta, que llegó a Alemania con el fundamental objetivo de aprender, que nos hizo temer en algún momento por el éxito final, llegó a un resultado que seguramente nadie esperaba. Quizás porque los argentinos tenemos la mala costumbre de creer demasiado poco en nosotros mismos, quizás porque teníamos muy pocos elementos para juzgar las reales posibilidades de la “Misión”. Quizás porque nada nos ayudaba a superar que el final iba a ser éste…
Todos –absolutamente todos- teníamos guardado un poco de optimismo en el último rincón de la valija. Pero nos costaba trabajo sacarlo a relucir, mostrarlo. Íntimamente, nadie creía que nuestros autos podían llegar a estar en los primeros puestos en la forma en que lo hicieron. Por todo lo que dijimos en nuestras notas anteriores. Porque era difícil, porque los europeos nos ganaban en experiencia, porque nuestro auto nunca se probó en condiciones de este tipo… Pero la hazaña se concretó. Y no hubo milagro. Hubo solamente resultado de un trabajo, de un conjunto de hombres metido a concretar cada uno su tarea, de la mejor forma posible. Por eso todo alcanza aún una dimensión mucho mayor. Por eso quizás la euforia se desató de este modo. Por eso los abrazos del final fueron más fuertes. Por eso la alegría de todos se hizo cada vez más grande…

FINAL
A las siete ya el Torino ha conseguido ubicarse en la cuarta posición, superando al Mazda del equipo japonés.
Pero a las 8.35 llega la orden del director de la prueba indicando que antes de las once y media debe ser reparado el caño de escape que sigue haciendo demasiado ruido. La misma comunicación se le pasa al Mazda y el ingenio de Oreste Berta y los mecánicos vuelven a pensar una solución. A las diez, Franco releva a Larry. Y en la vuelta siguiente el azuleño para en el parque de reparación. A costa de una quemadura en sus manos pone una capa de lana de vidrio sobre el escape y continúa en carrera: el ruido se atenuó y la operación demando apenas tres minutos. Ya seguirá fresco hasta el final…
El box argentino comienza a poblarse de gente. Ya parece que en Nürburgring se habla solamente castellano. De cuando en cuando se escucha alguna voz en alemán… El Triumph número 4, que precede al Torino en la clasificación, es el objetivo ahora. Es muy difícil alcanzarlo, pero se intenta. Franco comienza a girar en torno de los 13 minutos 15 segundos, un tiempo excelente y la tarea exige esconder la pizarra que marca los tiempos de la vista de Juan Manuel Fangio: mentira piadosa… A las 11.30 el cartel lanza una recomendación al piloto: “Mucho cuidado…”. Media hora después, el box insiste: “Pisá recta”. Los tiempos siguen siendo excelentes, pero la marcha del Triumph no se altera. Ha girado en el mismo ritmo durante toda la carrera y su plantilla no registra ni una sola vuelta de penalización. Delante de él marcha un BMW que apenas ha sufrido un circuito de recargo y que muestra la extraña particularidad de que uno de sus pilotos (Hennerici) carece del brazo izquierdo. En punta, y sin grandes dificultades, marcha el Lancia número 38 de Kallstrom-Barbasio-Fall, que va regulando perfectamente su tren de marcha.
El final es una apoteosis. El final es un puñado de 200 argentinos que lleva en andas a un emocionado Juan Manuel Fangio. El final es Oreste Berta paseado por los aires, sobre un enjambre de brazos que pugnan por estrecharlo. El final es un júbilo que nunca nos podríamos haber imaginado… Los tres pilotos que estuvieron 84 horas alternándose en la conducción del Torino y trabajando sin un solo error vuelven del parque cerrado. Rostros cansados pero felices. Rostros como aquel de Fangio, como este de Berta, con la satisfacción del deber cumplido. Y con la tremenda responsabilidad de lo que comienza ahora.
“Es como si volviéramos a 1956…”, dijo Ludemann. Un puñado de argentinos aplaudiendo y mostrando a su país por el mundo. Un producto argentino, el Torino, comentario de toda Europa. Un grupo de pilotos y mecánicos argentinos enseñando su capacidad, su inspiración y su talento.
“Misión argentina”: tarea cumplida.

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