16.2.09

A 21 AÑOS DE LA CONFUSA MUERTE DE MUÑIZ

El domingo 14 de febrero de 1988, a las 6.15 de la mañana se desató la tragedia. En la casa del actor Adrián Facha Martel, en el barrio La Florida, en Mar del Plata, Carlos Monzón y Alicia Muñiz protagonizaron el último y trágico capítulo de su tormentosa relación. Luego de una discusión y forcejeo, ella cayó desde el balcón, a casi 4 metros de altura y perdió la vida.





Martes16. Carlos Monzón vuelve al balcón de la tragedia. Junto al juez Jorge García Collins observa el lugar por donde cayó Alicia Muñiz. Casi 500 personas habían llegado hasta el chalet de La Florida, en Mar del Plata, para presenciar la reconstrucción del hecho. Cuando el ex campeón apareció en el balcón –el brazo izquierdo y todo el tórax enyesados, la mano derecha en el bolsillo de su pantalón- la gente empezó a gritar. “Asesino, borracho”, decían los más. “Campeón, campeón”, repetían algunos. Perdidos entre la gente, Abel y Carlos, los hijos de Monzón, trataban de responder: “Papá no es un asesino”. Fue un escaso minuto, y después de una hora de comenzado el acto, Monzón sólo salió de la habitación cuando el juez necesitó aclarar un punto oscuro en su relato.



Fragmento extraído de revista Gente nº 1178 del 18/02/88

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El domingo 14 de febrero de 1988, a las 6.15 de la mañana se desató la tragedia. En la casa del actor Adrián Facha Martel, en el barrio La Florida, en Mar del Plata, Carlos Monzón y Alicia Muñiz protagonizaron el último y trágico capítulo de su tormentosa relación. Luego de una discusión y forcejeo, ella cayó desde el balcón, a casi 4 metros de altura y perdió la vida.





Martes16. Carlos Monzón vuelve al balcón de la tragedia. Junto al juez Jorge García Collins observa el lugar por donde cayó Alicia Muñiz. Casi 500 personas habían llegado hasta el chalet de La Florida, en Mar del Plata, para presenciar la reconstrucción del hecho. Cuando el ex campeón apareció en el balcón –el brazo izquierdo y todo el tórax enyesados, la mano derecha en el bolsillo de su pantalón- la gente empezó a gritar. “Asesino, borracho”, decían los más. “Campeón, campeón”, repetían algunos. Perdidos entre la gente, Abel y Carlos, los hijos de Monzón, trataban de responder: “Papá no es un asesino”. Fue un escaso minuto, y después de una hora de comenzado el acto, Monzón sólo salió de la habitación cuando el juez necesitó aclarar un punto oscuro en su relato.



Fragmento extraído de revista Gente nº 1178 del 18/02/88