A 36 años del retorno de Perón
“El objetivo de mi viaje, como ya he hecho presente en otras oportunidades, es llevar una palabra de paz, tan indispensable en estos momentos para la Nación argentina que todavía no ha cicatrizado bien las heridas de una lucha que ha producido tanto mal a nuestro país”, sostuvo el 17 de noviembre desde Italia –antes de viajar a Argentina- Juan Domingo Perón. A las 11.20 de la mañana del ese viernes, el ex presidente regresaba al país y ponía fin a 17 años de exilio. También marcaba el nacimiento de diversas especulaciones sobre el futuro de Argentina.
EL GRAN DESAFÍO. Se afirma que Perón regresó para desafiar y derrumbar a su enemigo Alejandro Lanusse y luego para obligar a los militares a inaugurar la cuarta etapa revolucionaria, dura y ordenancista, emergencia que lo salvaría de afrontar las responsabilidades del futuro gobierno. Es posible. Pero lo evidente es que el caudillo se despliega como un político que conoce el libreto de adelante para atrás y de atrás para adelante, que aplica con maestría la táctica y la estrategia que desoyó interesantes sugerencias militares antes de partir a Buenos Aires y que intentará hacer lo que no pudo, hasta ahora, conseguir el gobierno; reunir en torno suyo a todos los políticos, sin votos o con ellos, reclamar obediencia y, por fin, normalizar el país. Es decir, apuntalar el tambaleante edificio del Gran Acuerdo Nacional, construir la casa del Gran Acuerdo Electoral en armonía con los militares y los gremialistas, lavar algunas cabezas calientes, repartir puestos, obtener la revocatoria de la cláusula proscriptiva del 25 de agosto, proclamar “el renunciamiento histórico”, y, finalmente, dar las hurras de práctica para “morir” en Madrid.
Por el momento, el líder se mueve dentro de la dinámica de la juventud y es improbable que la condene a quebrarse la cabeza en el callejón sin salida de la violencia; es natural que Perón se deleite con el espectáculo de los jóvenes bailando frente a su casa, que despotrican “contra el régimen y los militares”, porque muy pocos han sido los políticos que llegan a la ancianidad conservando la silueta de “machos infalibles”. Pero quizá por eso se le escapen las lágrimas al ver a Isabel Martínez alentar a los muchachos como lo hacía Evita, un retorno imposible, o recordar que el verdadero 17 de octubre se hizo con el apoyo de Filomeno Velazco, aquel jefe de Policía adicto, y con el visto bueno de los gerentes de los ferrocarriles y frigoríficos británicos que, sensatamente, optaron por el populismo antes de que el frente marxista quebrase, tarde o temprano, a la derecha claudicante.
Hoy Perón sabe que un nuevo 17 de octubre es imposible y que “un 34” pertenece a la fantasía. Sabe, también, que Lanusse pega fuerte y que las fuerzas armadas no admitirán una derrota política decisiva; es más, como hombre del Ejército y discípulo de Rodríguez, Justo y Uriburu comprende que en la actual encrucijada no existe solución política sin el apoyo militar. Por eso, aunque él se considere ganador, esta persuadido que tendrá que llegar al empate, resultado lógico en la Argentina.
Jorge Lozano
Fragmento de la revista Panorama nº 291
(23 al 29 de noviembre de 1972)
Notas para leer…
El retorno y las inversiones europeas
-Revista Panorama nº 291-
-Revista Todo es Historia nº 304-
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