23.5.13

Política Nacional


A 40 AÑOS DE LA ASUNCIÓN DE HÉCTOR CÁMPORA
El viernes 25 de mayo de 1973 Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, los candidatos del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), asumieron la presidencia y vicepresidencia de la Nación. Tras la dictadura de la autotitulada “Revolución Argentina”, era la primera vez que el peronismo volvía al gobierno luego del derrocamiento del presidente Perón. Crónica de la jornada, en tramos de Apuntes para el día que tendremos que contarles a los nietos, nota de la revista Gente, nº 410 del 31 de mayo de 1973 (ver nota completa).


“Ya es historia.

Todos los días son historia, pero hay algunos que, de antemano lo sabemos, serán identificados a través del tiempo.

Hay días en los que la gente se siente mirada, mirada desde el futuro. Sabe que sus actos, que sus gestos, que el rumbo de sus determinaciones son observados desde lejos, desde el tiempo venidero.

Hay días en los que todos se sienten protagonistas; todos, no importa la vereda.

Un día así fue el 25 de mayo de 1973.

Ese día sucedió lo previsible; pero lo previsible, por más previsible que fuera, no dejó de sorprender, de sacudir.

No había terminado y ya algunos lo estaban definiendo como EL DIA MAS LARGO DEL SIGLO PARA LOS ARGENTINOS.

No se sabe qué otros días traerá el siglo para la Argentina, pero no hay duda de que el 25 de mayo del 73 fue realmente largo. No duró 24 horas. Duró 30, 32, 34 horas. Porque empezó mucho antes y se prolongó bastante después.
(...)

NOCHE A LA INTEMPERIE

La ciudad está traspasada de ruidos siempre. Pero a las diez, a las once de la noche del 24, las bocinas se multiplicaron, agujerearon el aire. Largas caravanas de autos empezaron a serpentear por los alrededores de la Casa Rosada.
En ese minuto medianero que va del 24 al 25 de mayo las bocinas se incentivaron. No hubo que verlo para imaginar más de un brindis en la noche.
Plaza de Mayo estaba iluminada a pleno. La competencia para colocar en los lugares estratégicamente más visibles los largos cartelones hacía rato que había empezado.
Por lo menos cada quince metros había un vendedor de escarapelas e insignias con los rostros de Perón, Evita, Cámpora y toda la gama de dedos haciendo la 'V'.
¿Y los bombos? Los bombos merecerían un capítulo especial. Desde todas direcciones convergían hacia la plaza central. Imposible encontrar a un bombo solitario. Cada bombo es como un infalible imán de gente. Su golpe es convocatorio. La noche avanzaba y, por lo visto, no iba a haber tregua para el silencio. El compás de las canciones, el ritmo de los estribillos, los daban los bombos con su latido gigantesco.
(...)

EL MINUTO DEL ESTALLIDO

Y el sol salió nomás. A las 8 Plaza Congreso era un hervidero. Se corrió la voz. 'Ya viene Cámpora', 'Ya viene el presidente'. 'Ya viene el Tío'. Delante de su auto trotaban los caballos de los granaderos. Muy lentamente avanzaba el auto. La gente los envolvía. Los granaderos no podían guardar la línea de marcha. El papel picado caía desde los edificios. El doctor Cámpora llegó 'milagrosamente' al Congreso. Saludaba y sonreía. Estaba emocionado. La multitud era una sola garganta. Garganta más bombo, delirio.
A las 8.10 la gente, que apretaba y apretaba, parecía que iba a entrar en el mismo Congreso. La figura de Cámpora subió la escalinata, penetró en el recinto. Hubo una tregua en el delirio.
Pero esa tregua estuvo destinada a escuchar las palabras que salían simultáneamente por las radios a transistores, por los parlantes. A las 8.18 minutos la voz dijo: 'Yo, Héctor Cámpora, juro por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidente de la Nación y observar y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo hiciere, Dios y la Nación me...'
El estallido de la multitud devoró la última palabra.
Las gargantas al rojo vivo.
Abrazos.
Sacos, sombreros, algún zapato por el aire. Los vibrantes cartelones.
Este día tendría muchos minutos estremecedores. Pero el minuto 19, después de la hora octava, sería difícil de superar.
(...)

LA PRESIÓN DE LAS GARGANTAS

A las diez y media gran parte de Plaza de Mayo estaba cubierta. La plaza, especialmente en las proximidades de la Casa Rosada, resultaba chica. La gente presionaba, presionaba. Hasta que se produjo la invasión al palco oficial. El palco oficial de ahí en más iba a ser del pueblo.
A las once y cuarto llegaba a la sede del gobierno el almirante Carlos Guido Natal Coda. Fue reconocido por por el público. La hostilidad fue más allá de los gritos. Los estribillos alusivos a Trelew recrudecieron. Intervino para reprimir la policía. Otra vez gases, corridas, síntomas de pánico. Los miembros de la Juventud Peronista, identificados por sus brazaletes, trataban de restablecer la paz.
El clima de gases y nervios se prolongó hasta pasadas las doce.
Por los altoparlantes se reiteraba que la Juventud Peronista estaba a cargo del orden, se pedía disciplina, se instaba a abrir una brecha para que pasara luego el auto del presidente.
El cerco se hizo. El aire de la plaza fue más tolerable. La tensión empezó a aflojar. La multitud hizo espacio en la acera. Se pidió un minuto de silencio para recordar a Eva Perón. En ese minuto el más completo silencio dominó el escenario.
A todo esto el doctor Cámpora debía suspender su viaje en automóvil. En el trayecto había cientos de miles de personas. La efusividad iba a ser incontrolable. Mucho más seguro iba a ser un helicóptero. El helicóptero llegó a la Casa Rosada poco después de las trece. Y también el renovado clima de fiesta.
Por los parlantes se escuchó la transmisión del mando.
Los estribillos mostraban en su competencia el predominio de los sectores juveniles y combativos del peronismo.
A ratos se gritaba: 'Perón, Evita, la patria peronista'. A ratos se gritaba: 'Perón, Evita, la patria socialista'.
En el momento en que la voz del parlante decía que el doctor Cámpora recibía el bastón de manos del general Lanusse todos los estribillos se suspendieron y se alzó una sola palabra: '¡AR-GEN-TI- NA! ¡AR-GEN-TI-NA!'
(...)

LOS DEDOS GIGANTES

Por fin los parlantes dijeron que Cámpora iba a salir al balcón. Y salió. Y habló. Y recordó a Perón. Y recordó a Evita. Y dijo al final, rememorando la frase del líder justicialista: 'De casa al trabajo y del trabajo a casa'.
Cuando el presidente Cámpora dejó el balcón la plaza quedó sola con su euforia, con su renovada celebración.
Algunos cayeron vencidos. Vimos, por ejemplo, a un joven dormido, de espaldas en el césped. Lo lindo del caso es que nada podía despertarlo, ni el sonido monumental de un bombo que retumbaba a un metro de él.
Dicho sea de paso, el elemento que usaba el joven del bombo para golpear era un bastón policial.
Los vendedores de gigantescos dedos en 'V' salían de todos los rincones. Ahora los dedos portátiles, en 'V', que ofrecían eran de veinte centímetros de largo.
En medio de este fragor vimos también a un hombre que le dio un flor de pisotón a otro. Y le dijo: 'disculpe'. Y el otro, el afectado, le contestó: 'no es nada'. En fin, cosas que suceden cuando la gente está contenta.”



Asunción de Cámpora

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