20.12.12

Sociedad

A 40 AÑOS DEL MILAGRO DE LOS ANDES
El 22 de diciembre de 1972 fueron rescatados los pasajeros de un avión uruguayo que había caído en la cordillera de los Andes más de dos meses antes. Cuando ya había terminado la búsqueda y se los daba por muertos, dos de los jóvenes sobrevivientes lograron pedir ayuda. El regreso a la vida, la crónica de Juan Luis Stoppini, Raúl Armisen y Luis Gemelli en la revista Así del 26 de diciembre de 1972.


   “Los tripulantes eran gente avezada. Tanto el piloto como el copiloto y el navegante, llevaban ya 20 años de experiencia en la aviación militar. Además, el F-27 era un aparato nuevo; apenas llevaba un año de vuelo. Más aún la ruta elegida para cruzar la cordillera no está considerada entre las más difíciles. Combustible para más de cinco horas de vuelo, es decir, más del doble de lo necesario para el cruce, aseguraban contra cualquier rodeo a que obligara la tormenta.
   Sin embargo, la misma tarde del 13 de octubre hubo que iniciar, la búsqueda del avión perdido. El operativo se montó a ambos lados de la Cordillera. Decenas de pilotos y aviones pelearon contra el tiempo, esperanzados con encontrar con vida a los accidentados. Todo fue en vano. Cuando se abandonó la búsqueda, quedó solamente la posibilidad de que algún día, casualmente, se descubrieran los restos del avión. Entonces el análisis técnico iba a esclarecer las razones del accidente. Las agujas de los relojes detenidos informaban sobre la hora exacta del accidente; los mapas de vuelo y las anotaciones, quizá los últimos desesperados intentos de evitar la caída...
   Lo cierto era que ya no había más remedio que abandonar la búsqueda. La cordillera parecía haberse tragado al avión y a sus 45 tripulantes. Los termómetros marcaban -esos días- 20º bajo cero para la zona en que se presumía que había caído el avión...

El hallazgo

   Fue el milagro de Navidad o el Milagro de los Andes, quizás el Milagro de la Supervivencia.
   En Chile y en el mundo se recibió con incredulidad la noticia.
   Dieciséis jóvenes sobrevivieron al estrellamiento de un avión, y como si este hecho de buena suerte fuera poco, sobrevivieron también a un fuerte alud de nieve y a 70 largos días de aislamiento total a casi cuatro mil metros de altura en plena Cordillera de los Andes.
   El suspenso y lo increíble del episodio, fuera de toda lógica naturalmente, marcharon del brazo en la noticia, en el comentario obligado y en todas las especulaciones imaginables de este caso que puede considerarse único en la historia de accidentes de aviación en la alta montaña.
   El jueves 21 pasado, un arriero pasó circunstancialmente por un paraje cuando advirtió a dos de los sobrevivientes al otro lado de un río que pedían auxilio. Ese mismo arriero, que en un principio no hizo caso a las demandas de socorro, se enteró de qué se trataba y entonces informó a los carabineros del pueblo cercano.
   A partir de ese momento comenzó a funcionar la organización de salvamento. El viernes 22, con helicópteros fueron rescatados ocho personas y al día siguiente las restantes ocho.
   Don Sergio Catalán, arriero de 44 años, domiciliado en un pueblito llamado Puente Negro, casado con Virginia Toro, de 38, y con siete hijos menores, llevaba hacia un valle de la Cordillera a sus novecientas ovejas ayudado por su hijo Sergio de 11 años.
   Catalán se encontraba casi a 10 kilómetros de su casa, que dista a su vez 18 kilómetros del pueblo de San Fernando, en el Departamento de Colchagua.
   Así las cosas, el arriero vio cómo dos jóvenes le hacían señas y no les dio importancia porque creyó que se trataba de 'andinistas-turistas'. Cuando regresó, a las pocas horas, por el mismo lugar, allí estaban los mismos jóvenes clamando socorro. Fue entonces cuando se acercó pero no logró entenderlos, ya que prácticamente no podían hablar.
  El río San José que los separaba, estrecho, correntoso y profundo, impedía todo intento de acercarse a ellos. Catalán entonces sacó su pañuelo y ajustándolo a una piedra junto con un lápiz que llevaba su hijo lo arrojó a la otra orilla.
   Los muchachos, muy débiles y en muy malas condiciones físicas, escribieron en el pañuelo: 'Vengo de un avión que cayó en la montaña. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo a un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estábamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor. No podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?...'.
   La piedra, con el pañuelo y el lápiz fue devuelto a la otra orilla y entonces el arriero comprendió el drama que se estaba viviendo. En un pedazo de papel, Catalán mandó con otra piedra la respuesta:
   'Ba a venir luego un hombre ha verle...'
   Sergio Catalán bajó de la montaña montado en su caballo y se dirigió al Retén de Carabineros de su pueblo Puente Negro e informó de lo ocurrido.
   Varios agentes y el mismo Catalán regresaron hasta donde estaban los dos muchachos y lograron rescatarlos tras ardua tarea.
   Los dos muchachos eran Roberto Canessa Urta y Fernando Parrado Dolgai. Eran los dos primeros sobrevivientes que pasaron esa noche en el rancho de otro arriero.
   La noticia corrió como reguero de pólvora. ¡Había 16 sobrevivientes!
   El operativo rescate comenzó de inmediato. El Ejército, la Fuerza Aérea y el Grupo de Rescate Andino de Chile iniciaron la tarea de inmediato. El viernes 22 dos helicópteros llegaron hasta el lugar donde se encontraban los restos del avión destruido, conocido con el nombre de Los Maitenes, desafiando el mal tiempo. Había nubes bajas, lloviznas y ráfagas de viento muy peligrosas. El avión se encontraba en una posición muy difícil y hubo que establecer el Puesto Nº1 de Socorro a 1 kilómetro. Allí quedaron médicos y enfermeros. Algunos andinistas se aproximaron y lograron finalmente establecer contacto con el resto de los sobrevivientes.
   El momento fue indescriptible. El entusiasmo de los que habían superado 71 días de total aislamiento orilló en la locura colectiva. Muchos se arrodillaron y rezaron, otros besaron la tierra...
   Los primeros seis sobrevivientes, fueron trasladados hasta el Regimiento de Infantería de Montaña Nº 19 de San Fernando y desde allí, a corta distancia, al Hospital San Juan de Dios, donde recibieron los primeros cuidados.
(…)
   Los helicópteros debieron suspender los vuelos. Los ocho muchachos restantes quedaron en el Puesto Nº1 en la alta montaña.
   Al otro día, a las seis de la mañana, las dos aeronaves reanudaron los vuelos, y a las 12 estaban de regreso en el cuartel del Regimiento Nº 19 de San Fernando, localidad a 170 kilómetros de la capital, Santiago de Chile.
(…)
   Todos, los dieciséis, estaban aceptablemente bien de salud. Algunos tenían fuertes dolores en los ojos, otros tenían infectadas las córneas. También había un herido en la rodilla y otro con una infección en la piel a causa de las quemaduras del hielo. Los médicos, los periodistas. los enfermeros, los curiosos no podían creer lo que estaban viendo. Los dieciséis muchachos estaban con vida, con buen estado de ánimo y con su gran drama aparentemente superado. El milagro de la supervivencia era verdad. El milagro de los Andes era cierto.”

Imágenes del rescate

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