25.6.12

Política nacional

A 10 AÑOS DE LOS CRÍMENES DE KOSTEKI Y SANTILLÁN
El miércoles 26 de junio de 2002 las fuerzas de seguridad reprimieron una marcha de organizaciones piqueteras que manifestaban en el puente Pueyrredón, que une la ciudad de Buenos Aires con la localidad bonaerense de Avellaneda. Aquel día, los disparos de la policía mataron a los jóvenes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y dejaron otros heridos. Aspectos de la trágica jornada, en Operación Masacre, nota de Hernán Brienza publicada en la revista Trespuntos, nº262 del 28 de junio de 2002.






“El presidente Eduardo Duhalde dejó los miedos atrás. Ya sabe que el principio del fin de su gobierno fue signado por los ojos desorbitados del comisario inspector Alfredo Fanchiotti, quien, Itaka en mano, corría por las calles de Avellaneda persiguiendo piqueteros como si estuviera en un coto de caza. Intuyendo que la espiral de violencia que se inició el 26 de junio podría llevarse puesto a su gobierno con la misma vehemencia que a los de sus antecesores, decidió adelantar las elecciones, si bien el FMI también hizo lo suyo. Y se maldice a sí mismo por el momento en que prestó su oído a los hombres duros del gabinete para demostrar autoridad frente a una sociedad hastiada. 'Liberen el puente Pueyrredón cueste lo que cueste y detengan a los pesados', fueron las palabras oficiales que recibió Fanchiotti en su handy. Entonces, el policía cargó su escopeta con un movimiento seco y puso en marcha la primera de las tres operaciones superpuestas que se conjugaron esa mañana dantesca.

UNO: AUTORIDAD
Obsesionado por el aliento en la nuca del ex presidente Carlos Menem, Duhalde intentó demostrar que él también podía imponer orden frente a la protesta, en momentos en que el ministro de Economía, Roberto Lavagna, se sentaba frente a los jerarcas del Fondo. En el imaginario del gobierno, la mañana del miércoles 26 debía terminar con la columna del Movimiento de Trabajadores Desocupados desparramada por las calles del sur, con centenares de detenidos y heridos con balas de goma y palazos, pero sin muertos. La Bonaerense montó un operativo dirigido por Fanchiotti en la calle y monitoreado en las sombras por el subjefe de la Departamental de Lomas de Zamora, el comisario mayor Mario Mijín; y dispuso 13 patotas de ocho hombres de civil cada una actuando de un lado y del otro de los escudos. Es decir, 104 agentes encubiertos apoyando por un lado a la treintena de uniformados que hizo las veces de cebo para justificar la posterior represión debajo del puente; y por otro lado, infiltrándose entre los manifestantes para 'marcar' a los militantes de la Aníbal Verón y, de paso, romper vidrieras, autos e, incluso, asaltar un colectivo con Itakas, bajar a todos los pasajeros y prenderlo fuego con una molotov, como mostraron las fotos y confirmaron decenas de testimonios. El objetivo era claro: dividir la protesta social horrorizando a la clase media, escarmentar a los grupos piqueteros 'duros' y amedrentar a los 'blandos' de la CTA y la CCC, para abortar futuros cortes de ruta. Un conocido operador duhaldista lo sintetiza así: 'Lograr que el límite sea la cacerola. Hasta la oposición de Artaza nos bancamos, pero semejante despelote en nuestro propio territorio, no'. La orden de represión venía precedida de un clima bastante tenso:
En la ya célebre reunión de mayo en La Pampa, los gobernadores José Manuel de la Sota Juan Carlos Romero y Rubén Marín habían pedido mano dura contra los piqueteros frente a un mesurado Juan José Alvarez, quien no encontraba beneficios en la política del garrote.
El influyente diputado Miguel Ángel Toma, en el marco de la doctrina estadounidense de 'inventar enemigos', susurró una y otra vez que los piqueteros estaban infiltrados por las FARC y el narcotráfico.
Y, finalmente, hace 20 días, la SIDE le había presentado a Duhalde un febril informe de Inteligencia en el que se detallaba una especie de 'plan revolucionario de operaciones' de los piqueteros. El paper incluía datos sobre presuntos arsenales en barrios de emergencia, presencia de las FARC en el sur del conurbano y hasta una 'ofensiva final' el 9 de julio. El documento fue elaborado en la sede de 25 de Mayo (exBanade), a cargo de Jaime Stiuso, amigo incondicional de Mario Naldi, ex comisario inspector de la Bonaerense.
Cebados por tanta pólvora, los hombres duros del gabinete -Alfredo Atanasof, Jorge Matzkin y Carlos Ruckauf- comenzaron a despertar a la bestia.
(…)
Pero la batalla de fondo excede al territorio bonaerense, por supuesto. Algunos miembros del gobierno creen que los blindados del gabinete empujaron a Duhalde a adelantar las elecciones para frenar la guerra total. En la provincia ya resuenan amenazas de la Bonaerense de 'enchastrarle' la cancha a la Policía Federal 'tirando muertos' en las calles de la Capital. 'El caos llamará al orden', interpretan, mientras tanto, los voceros de los duros. Un dato más. Hace pocos días, el embajador Diego Guelar y Esteban Caselli fueron los artífices de un encuentro secretísimo entre dos pesos pesados de la política argentina: Menem y Ruckauf. Lo que hablaron y decidieron en esa reunión se podrá leer en los acontecimientos políticos de los próximos días. Tal vez haya empezado a verse el miércoles 26 de junio, con la masacre de Avellaneda, y el 2 de julio, con el anuncio oficial de la retirada duhaldista.
El ministro de Defensa les sonríe a los generales Ricardo Brinzoni y Jorge Raimundes para unificar las áreas de Defensa y Seguridad Interior y dejarle paso al Ejército en la represión social. El ex gobernador Ruckauf sueña con pasar de Cancillería a la jefatura de Gabinete y quedar lo más a tiro posible de la Presidencia. Y Carlos Menem con volver a la Casa Rosada.
Como de costumbre, nada es lo que se ve en materia política. Y mucho menos cuando involucra internas y operaciones cruzadas entre las distintas fuerzas de seguridad. Como telón de fondo, quedan las fotos de los cuerpos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la estación Avellaneda. Algún agente afecto a las simbologías colocó uno de los cuerpos con los brazos abiertos en cruz. El poeta Francisco Paco Urondo se preguntaba el día en que mataron al militante peronista Felipe Vallese en la década del 60: '¿Y ahora quién parará la lluvia?'. Hoy los blindados intentan aplicar la misma receta de siempre. Detenerla una vez más con las balas y con el fuego.”

Junio, canción de Jorge Fandermole dedicada a Kosteki y Santillán


La masacre de Avellaneda


Documental La crisis causó dos nuevas muertes






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