25.4.12

Política internacional

MUERE ANTONIO GRAMSCI
Hace 75 años, el 27 de abril de 1937, falleció Antonio Gramsci. Fundador del Partido Comunista Italiano (PCI) y preso político en la dictadura de Benito Mussolini, en la cárcel escribió gran parte de su obra convirtiéndose en uno de los principales pensadores marxistas del siglo XX. Su influencia en la Argentina, en tramos de Un gramsciano argentino, entrevista de Rolando Graña a José Aricó en El Periodista, nº 140 del 15 de mayo de 1987.






   'En los años '50, pasado el XX Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en el que se denuncia al stalinismo, comienza a aparecer en el PCA (Partido Comunista Argentino) el problema de las vías nacionales, la idea de que cada país se las debe arreglar por su cuenta porque la URSS no puede ni debe resolver las transformaciones de cada uno de los países. Es entonces cuando Héctor P. Agosti, intelectual y miembro de la conducción del partido, toma a Gramsci como motor de renovación y replanteos. Su nunca reeditado Echeverría (1951) es un libro de matriz gramsciana no estrictamente leninista. Fue la primera tentativa en cierto modo orgánica de incorporación del pensamiento de Gramsci a la cultura política de la izquierda. Pero en realidad, a Gramsci en el PCA se lo aceptó mientras se lo desconoció; nunca fue motivo de reflexión la manera en que asimiló y reconstituyó el pensamiento de Marx y de Lenin. Recién en 1954, justamente en Cuadernos de Cultura, que dirigía Agosti, comienzan a aparecer orgánicamente difundidos por el PCA textos de Gramsci.'
   La caída del peronismo le abre a la izquierda en general y al PCA en particular la posibilidad de pensar el 'camino argentino', lema de uno de sus congresos. 'Se imponía comprender ese mundo que permanecía opaco y que ya no podía justificarse simplemente por un efecto de manipulación o demagogia', explica Aricó. En esa misma época, otros intelectuales, como los del grupo Contorno (los hermanos David e Ismael Viñas, León Rozitchner, Noé Jitrik, entre otros) buscaban respuestas a similares interrogantes en autores como Jean Paul Sartre.
   'Las respuestas no estaban en Lenin ni en Pléjanov ni en los teóricos marxistas que habíamos conocido. Nosotros las empezamos a encontrar en Gramsci, que nos enseñó a ver que las cosas eran mucho más complejas de como nos las presentaban en los textos del PCA', dice. Una conferencia de Palmiro Togliatti, El antifascismo de Antonio Gramsci, por ejemplo, los había llevado a traducir 'fascismo' por 'peronismo', pero ese mismo texto les enseñó a diferenciar las críticas que a Perón le hacía el liberalismo de la revista Sur, de la misma manera que Gramsci lo había hecho con Benedetto Croce.
   -¿Qué pasa con la conducción del PC ante esa manera de mirar la historia argentina con un bagaje gramsciano?
   -Ese partido está dirigido por Vittorio Codovilla. Él siempre creyó que la cultura era una especie de adorno que podía permitirse un partido para atrapar intelectuales. Como todavía no había ningún elemento teórico fundamental en discusión, los intelectuales gozábamos de plena autonomía. (…) En este contexto, en Córdoba, donde yo era miembro de la dirección y donde había un sector intelectual virtualmente levantado contra las posiciones del partido, surge Pasado y presente, cuyo consejo de dirección estaba integrado, entre otros, por Héctor Schmucler, Oscar del Barco, Samuel Kieczkovsky y yo. Veíamos que había un serio proceso de discusión interna y pensábamos que con una revista, de algún modo, se lo podía hacer aflorar.
   -¿Cómo impregna Gramsci Pasado y Presente?
   -Casi le diría que como un miembro editor más. Pero también estaba en otras partes: cuando nos vinculamos con Juan Carlos Portantiero, que en ese entonces también militaba en el PC y vivía en Buenos Aires y le comentamos la idea de sacar esta revista, ambos habíamos pensado en el mismo título, que viene de uno de los volúmenes de los Cuadernos. A partir de Gramsci nosotros podíamos aceptar todo tipo de medición del marxismo con cualquier visión teórica o política de la realidad como un debate productivo. El nuestro era un Gramsci no leído quizás estrictamente sino utilizado como elemento catalizador; pero que nos permitía, por ejemplo, estudiar a Husserl y a la fenomenología, a Nietzsche, el psicoanálisis (el primer artículo sobre Jacques Lacan en castellano se publicó en Pasado y Presente y lo escribió Oscar Masotta) y vincularlos a todos con el marxismo. Lo más difícil de digerir para la conducción del PCA (que acabó expulsándonos) era que todo esto nosotros no lo hacíamos a partir de autores reaccionarios sino a partir de un pensador de cuyo comunismo no se podía dudar.
   -¿Qué lectura de Gramsci se hizo desde el peronismo?
   -El peronismo tuvo siempre una fuerte dosis antiintelectualista que va disminuyendo durante los años '60 pero que recién cambia con fuerza en los años '70, cuando sus intelectuales tienden a desprovincializar el debate e incorporan a autores como Lévi-Strauss o como el propio Gramsci. Pero esto es muy difícil de reconstruir hoy, porque aunque parezca mentira, las ediciones de Gramsci que hizo el peronismo han desaparecido. De todos modos, puede decirse que el Gramsci que privilegia el peronismo en esos años es el Gramsci nacional-popular, el mismo que nosotros habíamos presentado en la primera mitad de la década del '60 pero que luego dejamos de lado en pos del primer Gramsci, el de los consejos de fábrica. El mayo francés del '68, la revolución cultural china, las huelgas obreras italianas, el Cordobazo mismo nos hicieron revalorar la idea gramsciana de revolución que se gesta desde abajo, a partir de las organizaciones propias de la sociedad civil, no necesariamente vinculadas a un partido.
   -¿En qué se diferencia la manera de plantear lo nacional-popular que ustedes hacían desde Gramsci de la del peronismo?
   -Había algo distintivo: nosotros no estábamos dispuestos a contemplar eso que Gramsci llama el mundo popular subalterno partiendo de la idea de que en él estaba toda la verdad. En última instancia no éramos románticos. Ningún privilegiamiento de lo popular nos podía llevar a aceptar el tipo de manejo que hacía el peronismo de las organizaciones sindicales o el aplastamiento de las ideas distintas. Queríamos saber cómo formar un movimiento unificado. Como diría Gramsci, una voluntad nacional-popular pero moderna y democrática. No reaccionaria. Gramsci nos sirvió para romper con una manera elitista de considerar la sociedad, sí, pero el democratismo gramsciano y nuestra vieja formación nos impedían aceptar que lo popular pudiera invalidar formas democráticas de consenso, de autoemancipación humana. Hernández Arregui nos criticaba por pensar lo nacional-popular a partir de un autor extranjero, pero los nacionalistas -peronistas o no- también mimetizaban lecturas extranjeras. En las sociedades rusa, italiana, etc., cuando se habla de 'lo popular' se está hablando de condiciones constituidas a lo largo de los siglos. En la Argentina es diferente: éste es un país donde lo poco que había fue chupado, absorbido por el torrente humano inmigratorio.”

La vida de Gramsci


Enlace externo:
Fundación Antonio Gramsci






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