10.8.11

Espectaculos

HACE 100 AÑOS NACÍA CANTINFLAS
El 12 de agosto de 1911 nació en la ciudad de México el actor Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, una de las figuras más importantes del cine latinoamericano. Conocido como Cantinflas, filmó más de cincuenta películas donde sus personajes reflejan las características del hombre humilde que habita la gran ciudad. Visión del gran cómico mexicano, en fragmentos de Un Caballero a la Medida, nota de Carlos Monsivais en la revista Cambio16, nº 1119 del 3 de mayo de 1993.




“Cantinflas es producto de las circunstancias, o como quiera llamarse a ese público embravecido y divertido de los años 30 en la ciudad de México. En las carpas (locales malamente habilitados donde el espectador es parte de la función), Cantinflas surge impetuosamente. Según la leyenda, alguna vez el joven Mario se equivoca, dice lo que se le ocurre y lo que se le ocurre es un prodigio de la falta de coherencia. El público lo festeja, y Mario se da cuenta que por azar ha encontrado su estilo y su rasgo distintivo. Poco más tarde, alguien, divertido con el fluir del disparate que propicia el cómico, le grita «¡Cuánto inflas!» (¡Qué borracho estás!), la contracción tiene éxito, aparece Cantinflas y en esta materia lo verdadero es lo muy probable.
Cantinflas permanece en la carpa el tiempo suficiente como para volverse el fenómeno inevitable, el punto de unión de las clases sociales. Es la versión inofensiva y tierna del pelado (el que nada tiene y nada lleva, el carente de piel), una de las representaciones predilectas del paria urbano. Cantinflas es el rey del atavio lumpenizado, con los pantalones bajo la cintura, la corbata vieja que reemplaza el cinturón, la camiseta astrosa y el pedazo de gabardina en el hombro izquierdo, emblema entonces de los cargadores en los mercados. Y a su aspecto, tan irremediable, Cantinflas le añade la combinación clásica del lenguaje corporal desenfadado y el habla que va y viene de ninguna parte. Él, en pos de la alegría de la picaresca, se emancipa de todo: de la lógica verbal, de la presencia «respetable», de cualquier atadura socia, de la más simple explicación de su presencia en el mundo. Lo suyo es el reino de las apariciones y los diálogos gratuitos.
El paso al cine es apenas natural. En su primera película, Así es mi tierra, comedia campirana, Cantinflas está fuera de sitio. A él le toca inaugurar la nueva sensibilidad urbana, hecha de empellones y reacciones al parecer inexplicables, de sentimentalismo y malicia. En Aguila o sol, El signo de la muerte, Ni sangre ni arena, Ahí está el detalle, El gendarme desconocido, Gran hotel, y en las parodias, de éxito a fuer de incoherentes (Los tres mosqueteros y Romeo y Julieta), Cantinflas afina, pule el personaje, mientras la imagen se vuelve la quintaesencia de lo popular.
Rufino Tamayo lo retrata como al peladito en el cosmos, se le rodea de teorías fantasiosas sobre el humanismo de la mímica, se compara su habla con la de los líderes sindicales (y emerge el verbo cantinflear, que florecerá en la política mexicana, al grado de volverse sinónimo de su discurso), y en ferias o jugueterías cientos de miles de figuras lo representan en barro, madera y un poco más tarde, plástico. El actor Cantinflas va cambiando de vestimenta hasta llegar a la renuncia de la imagen primordial del peladito, pero el público, lo siga o no, se atiene a la mitología original. Sólo hay un Cantinflas, el de la carpa y el arrabal. Las demás variaciones se le agradecen pero, en lo básico, no se toman en cuenta.
En los años 40 y 50 el personaje llega a su culminación. Los presidentes de la República lo buscan y lo celebran, la prensa lo adula y lo «desacraliza» para mejor sacralizarlo.

Es a tal punto la garantía de la comicidad, que la risa instantánea brota en agradecimiento a la risa pasada y futura. Y las películas, una o dos por año, son éxito en México y en el mundo de habla hispánica, donde se entienden como sátiras las referencias costumbristas, y se intuye el potencial «surrealista» del discurso. El nombre de Cantinflas se deja ver en las boletas (listas) de varias elecciones presidenciales y crece su fama de filántropo y gente-del-pueblo-de-una-vez-y-para-siempre.
(…)
En 1955 Cantinflas se considera listo para la internacionalización. Mike Todd produce y Michael Anderson dirige La vuelta el mundo en 80 días. David Niven es Phileas Fogg y Cantinflas es Passpartout, al lado de un reparto internacional, el más extenso que se recuerda, de Marlene Dietrich a Frank Sinatra. Cantinflas se desenvuelve con facilidad, le infunde la gracia posible a su papel, «escaparate» de la comicidad del Tercer Mundo, que exhibe la anomalía del humor entre los «primitivos».
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Al morir de cáncer el 20 de abril (de 1993), el mito que casi era un recuerdo se restablece de inmediato. El genio en los homenajes fúnebres, el tiempo que se le concede al personaje en radio y televisión, el afecto escénico de la prensa (la primera página del diario Ovaciones: «¡Llora México!»), la inminencia de la Rotonda de los Hombres Ilustres (el superpanteón de los mexicanos) los elogios unánimes o casi, dan fe de la vitalidad de la imagen primera, de la pervivencia del mito.
Libre por fin en su laberinto de palabras enloquecidas, seguro en el desenfado de sus gestos, a la vez tímidos y libidinosos, orgiástico en su andar y doctrinario en su movimiento facial, Cantinflas se acomoda a gusto en el mural, muy probablemente pintado por Diego Rivera, que aquí en México llamamos «memoria nacional».”


Audio > Especial de Cantinflas


Video > Cantinflas con Chabelo, famoso personaje mexicano


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