30.6.11

Literatura

HACE 50 AÑOS SE SUICIDABA ERNEST HEMINGWAY
El 2 de julio de 1961 Ernest Hemingway se quitó la vida en su residencia de Ketchum, Idaho (EE.UU.). Periodista y escritor, ganó el Premio Nobel en 1954. Algunos aspectos de su vida y la relación del periodismo con la literatura, en fragmentos de Hemingway, el fin del camino, nota de Eduardo Pogoriles publicada en el diario Tiempo Argentino el 28 de julio de 1985.




   “La leyenda dice que Mary Welsh, la última esposa de Ernest Hemingway, quemó sus cartas una noche de agosto de 1961 en el patio de Finca Vigía, la casa del escritor en Cuba.
   Hemingway se había pegado un tiro en la cabeza hacía apenas un mes, y en uno de los muchos testamentos que escribió antes del suicidio ordenó la quema de su correspondencia. En doce cajones de whisky se habían amontonado cartas de Joyce, Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson, Gertrude Stein y otros amigos íntimos de ese mundo que Hemingway revivió en ‘París era una fiesta’.
   Alejo Carpentier, dice la leyenda, leyó cada una de las cartas antes de tirarlas al fuego en presencia de Mary Welsh. Pero quedaban veintitrés kilos de manuscritos, unas veinte mil páginas que Hemingway escribió desde 1925 en adelante.
   De esas miles de páginas que Mary Welsh encontró en la caja de seguridad de un banco cubano, y también en la trastienda de una cantina en Cayo Hueso, nacieron las obras que Hemingway había pensado terminar o retocar alguna vez. Había bosquejos de novelas, cuentos, poemas, relatos periodísticos.
   ¿Hemingway los habría publicado? La pregunta es pertinente si se tiene en cuenta que el escritor volvió de la tumba en 1964 con ‘París era una fiesta’, y en 1970 con ‘Islas en el golfo’. Ahora le toca el turno a ‘Un verano violento’, que acaba de editar en Nueva York la editorial Scribner’s.
   Hemingway había puesto el punto final a ‘París era una fiesta’ en 1960, y trabajó con interrupciones desde 1945 en ‘The sea book’. De este último borrador nació ‘El viejo y el mar’, y mucho más tarde, en 1970, ‘Islas en el golfo’. En ‘Un verano violento’, Hemingway volvió al periodismo y escribió por encargo de la revista Life: tenía que cubrir las andanzas de dos toreros, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, pero no pudo con su genio. Al recorrer otra vez los escenarios de su juventud, Hemingway se sumergió en un balance de su vida, de su arte, de sus búsquedas personales. Porque estaba muriéndose, física y artísticamente, y parecía intuirlo.
   ‘Parecía que uno de los dos toreros podía morir en una corrida, y Life quería tener la nota exclusiva’, escribió Hemingway en una carta a su amigo Hotchner. Las tres mil palabras para Life se transformaron en casi setecientas páginas, el texto base de esta edición de ‘Un verano violento’. Podado por los editores, el libro tiene mucho del mejor Hemingway a pesar de que se ciñe al mundo de los toros. Hay que leer ‘Un verano violento’ sobre el texto más grande de Hemingway: su propia lucha contra la brevedad de la vida, de una vida muy intensa.
   Había comenzado su carrera de escritor en el periodismo, y aunque más tarde dijo que ‘puede ser una forma cotidiana de autodestrucción para un autor serio y creativo’, realmente nunca lo dejó. Es más, su uso de las herramientas novelísticas -el diálogo, la construcción de escenas, los monólogos interiores- en ‘Las verdes colinas de África’ está en la base del llamado Nuevo Periodismo, ese oficio que en los años sesenta hizo conocidos a Tom Wolfe y Gay Talese.
   El ‘ego periodismo’ de Hemingway, donde el punto de vista del escritor es más importante para el lector que los hechos descriptos, pasó de generación en generación hasta Norman Mailer y Hunter Thompson, sin olvidar a Truman Capote.
   Frente a ‘Un verano violento’ se hace necesario recordar todo esto. Porque Hemingway vivió toda su vida el duelo entre la literatura de ficción, que para él era la mejor, y el periodismo. En un conocido reportaje que le hizo George Plimpton, Hemingway dijo que ‘uno hace algo usando la imaginación, algo que no es una representación sino una cosa totalmente nueva, más verdadera que cualquier cosa viva y verdadera: es uno el que la hacer vivir, y si lo hace bien, le da la inmortalidad’. Pero en una nota de autor a 'Las verdes colinas de África', de 1935, Hemingway dice: 'Aquí el escritor trató de escribir un libro absolutamente verdadero, para ver si una acción totalmente presentada y real puede competir con una obra de imaginación'.
   Frente a una definición como ésa, se justifica el juicio de William Faulkner cuando al hacer un balance de su generación dijo que 'Hemingway nunca fue más allá de su propia experiencia'. Aunque en realidad es Hemingway el responsable de, nada menos, la ausencia de límites entre periodismo y literatura. Él demostró que una crónica bien escrita merecía entrar en la literatura, y aprovechó como nadie las posibilidades del periodismo para su carrera de escritor. Ahora, con tantos años de estar muerto, vuelve a probarlo desde 'Un verano violento'.”


Hemingway hablando en castellano para la televisión cubana cuando ganó el Nobel


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