24.2.11

Política internacional

A 25 AÑOS DE LA PERESTROIKA
El 25 de febrero de 1986 comenzó el XXVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), donde se debatió el proceso de cambios conocido como perestroika (reestructuración) y glasnost (transparencia). Tras el nombramiento de Mijail Gorbachov en 1985, el nuevo secretario general del Partido impulsó modificaciones en el socialismo soviético. Fragmentos de Tiempo de reformas, nota de Adriano Guerra y Heinz Timmermann en El Periodista, nº 78 del 7 de marzo de 1986.




   “Una reflexión crítica acerca de lo ocurrido en la Unión Soviética durante los últimos quince años es el denominador común más visible de los documentos y discursos presentados ante el XXVII Congreso del PCUS, inaugurado el 25 de febrero pasado. Aunque con cautela, la actual dirección del partido ha procurado dejar en claro que un cambio (incluso un gran cambio) se torna necesario y que para realizarlo se requieren precisos ajustes de la política interna y externa.
   Este énfasis en la necesidad de los cambios implica, además, el abandono de los modos tradicionales con que se abordaba la cuestión de las reformas en la URSS: el debate se limitaba a aludir a 'mejoras' o 'perfeccionamientos' que excluían la posibilidad de mencionar si quiera las transformaciones. La cuestión no es secundaria, porque ha sido hasta ahora notoria (y no solo dentro de la URSS) la tendencia a contemplar al sistema soviético como algo ciertamente perfectible, pero esencialmente inmutable en lo que concierne al rol del Estado y del partido, con sus derivaciones en el sistema político, el rumbo de la economía y el modelo ideológico.
(…)
   Para tener en cuenta una idea de los cambios en marcha en la URSS, hay que tomar en cuenta, por ejemplo, cómo la discusión en torno al rol del Estado partió de Yugoslavia como una concepción casi herética y cómo el término autogestión ha aparecido en el discurso inaugural de Gorbachov ante el XXVII Congreso como una dimensión a recuperar en el debate político: 'Las tareas complicadas y de gran envergadura que tiene planteadas el país reclaman un consecuente e indeclinable desarrollo de la autogestión socialista del pueblo. En la sociedad socialista, sobre todo en las condiciones presentes, la gestión no pude ser privilegio de un exiguo grupo de profesionales. El partido es la fuerza rectora y el principal garante de la autogestión socialista'.
   No se trata, en verdad -como advirtió Gorbachov en una reciente entrevista, de gestar 'una segunda revolución', y la observación es importante porque apunta hacia el tipo de problemas, incluso teóricos, que surgen del impulso hacia cambios profundos. Es, sin embargo, significativo que el propio Gorbachov afirme que se trata, en todo caso, de encarar una serie de 'tareas revolucionarias', tareas de difícil resolución porque además de los 'obstáculos objetivos' deben enfrentarse 'problemas que surgen por nuestra culpa y cuya solución se hace más difícil porque ha sido postergada en el tiempo'.
(…)
   Estas ideas implican, sin duda, una dura crítica a la era Breznev, durante la cual el grupo dirigente soviético se preocupó, en primera instancia, por reforzar el potencial militar, abandonando así las reformas internas (hasta la palabra reforma estaba prohibida) y la modernización de la economía. Esta crítica fue precisada en el XXVII Congreso más allá de las fórmulas generales. 'Los errores cometidos por personas aisladas resultan demasiado caros para el país, para el prestigio del partido y del socialismo en el mundo. Cuando nos vemos obligados a confesar que surgieron, como se dice en el informe, zonas fuera de crítica, eso significa que aparecieron cargos, hombres que estaban más allá de la crítica. ¿Cuántas veces se pueden repetir los mismos errores? ¿Cuántas veces se pueden postergar las enseñanzas de la historia?' Este párrafo del discurso de Boris Yeltsin, primer secretario del Comité del partido de Moscú fue una de las muestras de real confrontación con el pasado que se venía evitando empeñosamente desde el XX Congreso de 1956.
(…)
   El camino de las concepciones -dentro de los límites del sistema- en la línea moscovita es un dato corroborado por importantes elementos y legitimado a través de la reivindicación del último período de Lenin de reformas económicas. Queda por verse si Gorbachov logrará construir con estos elementos la trama compacta de una concepción global duradera. Y aquí entran en juego las incertidumbres externas. La historia de la Unión Soviética muestra hasta qué punto existe una estrecha relación recíproca entre la realidad y la percepción de las amenazas externas, por un lado, y la disposición a las reformas internas por el otro. Tanto la Nueva Política Económica (NEP) de los años 20 como los intentos reformistas de Alexei Kosygin de 1965 tuvieron lugar en fases de distensión internacional. En consecuencia, mientras subsista la incertidumbre de la dirigencia soviética con respecto al curso futuro y los objetivos a largo plazo de Estados Unidos, la disposición de Moscú a asumir el riesgo inmediato, implícito en cada reforma interna decisiva, no podrá de ser limitada.”






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