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Medios

A 40 AÑOS DEL FIN DE EL MUNDO
Hace cuarenta años comenzaba el final de la Editorial Haynes, editora del diario El Mundo y de numerosas revistas como Mundo Argentino, Mundo Deportivo, Sintonía, Tía Vicenta, PBT, Mundo Infantil y Mundo Peronista. La editorial también creó la radio El Mundo en 1935. Tramos de El fin de El Mundo, nota de Primera Plana, nº 407 del 17 de noviembre de 1970




   "Desde el 2 de noviembre la bandera de remate ondea en el viejo edificio de Río de Janeiro al 300. Un enjambre de oportunistas se disputa diariamente los restos de lo que fuera una de las más importantes instituciones de la prensa argentina: la Editorial Haynes. Mesas, sillas, solemnes placas de bronce, máquinas de escribir, armarios y multitud de otros objetos se venden sin base al mejor postor. Durante más de 40 años conformaron la escenografía de múltiples redacciones periodísticas y de uno de los viejos elefantes del periodismo porteño, el primer diario de tono popular que tuvo el país.
   Nacido en Liverpool en 1865, el pionero Albert M. Haynes vino como empleado del Ferrocarril Gran Oeste Argentino en 1887. Se dedicó después a la exportación de ganado y tras un viaje a Inglaterra ingresó al periodismo como socio de la agencia de publicidad Ravenscroft. En 1904 fundó la revista El Hogar, a la que siguió en 1911 Mundo Argentino y luego la Editorial Sud Americana, que más tarde llevaría su nombre. El 14 de mayo de 1928 fundó El Mundo, pero murió un año después si haber conocido su impresionante desarrollo: en la década del 30, el primer tabloid que conocieron los argentinos tiraba medio millón de ejemplares, cifra gigantesca para la época.
   Luego de un dramático mes inicial en que las inclinaciones literarias de su primer y fugaz director, el escritor ruso-entrerriano Alberto Gerchunoff, amenazaron con hundirlo en el anonimato, la mano experta de Carlos Muzzio Sáenz Peña -verdadero forjador de El Mundo, fallecido en 1954 a los 71 años- lo impuso en un mercado que hasta entonces monopolizaban La Prensa y La Nación recurriendo a la síntesis que prometía su lema: 'Lo bueno, si breve, dos veces bueno'. Era el diario chico, manuable, que se podía leer en el tranvía o en el ómnibus; respondía a un nuevo perfil de lectura. Fue el primero que se animó a publicar en sus páginas a autores desconocidos por sus coetáneos y hoy clásicos: en una de sus primeras entregas vio la luz El insolente jorobadito, de Roberto Arlt, que radiografió el espíritu de Buenos Aires desde sus Aguafuertes porteñas, sección fija por donde desfilaron los personajes más pintorescos de la ciudad. Por la redacción de El Mundo pasaron en diferentes épocas el poeta Horacio Rega Molina (Oda provincial, Sonetos de mi sangre), Conrado Nalé Roxlo (Claro desvelo, El otro cielo), Carlos Mastronardi (Conocimiento de la noche), Roberto Ledesma (Tiempo sin ceniza), Amado Villar (Carne triunfal) y otros valores de las letras argentinas.
   El crecimiento vertiginoso de la editorial fue impulsado por algunos hechos económicos y políticos. La empresa fue comprada por los grupos británicos que controlaban los ferrocarriles. Al ser expropiados éstos por el Gobierno peronista en 1947, se convirtió en una poderosa arma de difusión y propaganda oficialista sin perder sus características técnicas habituales, las que llegaron a crear un tipo especial de consumidor definible como 'lector de El Mundo'. Porque su imagen cotidiana en los quioscos llegó a ser algo tan familiar para el porteño como el Obelisco o los clásicos mateos. Sin competencia seria en su estilo hasta que apareció Clarín (salvo algunas hojas efímeras hojas con marcadas tendencias partidarias, que nunca llegaron a ser grandes medios informativos), era la alternativa que le quedaba al lector frente a las solemnes sábanas de los Mitre y los Paz."






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