16.7.10

Sexo y violencia en el Teatro Colón

CENSURAN LA ÓPERA BOMARZO
El 18 de julio de 1967 el gobierno de la ciudad de Buenos Aires prohibió la representación de la ópera Bomarzo, basada en la novela homónima. Ganadora del Premio Nacional de Literatura, el libro relata la vida de Pier Francesco Orsini, el contrahecho duque de Bomarzo en la tumultuosa Italia renacentista. Pero las presiones del dictador Juan Carlos Onganía y del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Antonio Caggiano, lograron que la representación fuera censurada. Fragmentos de Cosa del Diablo ha de ser, nota de la revista Primera Plana, nº 239 del 25 de julio de 1967.




"En la gélida madrugada del miércoles pasado, una teoría de pesarosos personajes de ópera salió por las puertas cerradas del Colón y se instaló a deliberar en torno a un gomero de la Plaza Lavalle. Los atribulados fantasmas se preguntaban si volverían a escucharse, bajo la cúpula embadurnada por Raúl Soldi, los gorgoritos de Traviata a Lucía, los ronroneos de Carmen, la frenética incitación sexual de Salomé. Porque en el anochecer anterior, los estupefactos porteños se enteraron del decreto municipal número 8276, por el cual el Intendente Eugenio Schettini, inusitadamente refrendado por los cuatro Secretarios comunales, levantaba del programa del Colón la ópera Bomarzo, de Alberto Ginastera, sobre la novela de Manuel Mujica Láinez.
Si a esta obra (que iba a presentarse el 4 de agosto, tal como se la estrenó en el Lisner Auditorium de Washington, en mayo último) se le objeta que en sus 'quince cuadros se advierte permanentemente la referencia obsesiva al sexo, la violencia y la alucinación', ¿qué decir de las andanzas de Traviata, notoria cortesana; de Carmen, que seduce a un suboficial y huye después con un torero, sin haber pasado antes, con ninguno de ellos, ni siquiera por el Registro Civil; de Salomé, empeñada en refocilarse con la cercenada cabeza de Bautista; de Lucía, damisela gótica frecuentada por las alucinaciones?
Tales, fueron algunos de los argumentos que a la medida municipal opuso, desde todos los diarios de la ciudad, la televisión y la radio, un ofendido maestro Ginastera, quien se declaró fervoroso católico ('todo es puro para los puros, me dijo un ilustre sacerdote') y se extrañó de que tanto a él como a Mujica Láinez -ausente en el Brasil, como delegado oficial argentino, en el momento del estallido- no se les hubiese anticipado, por 'elemental cortesía', el levantamiento del espectáculo. Fue el propio compositor el encargado de comunicar la infausta nueva al director norteamericano de orquesta que iba a conducir Bomarzo, Julius Rudel, arribado a Ezeiza en la mañana del miércoles, quien se asombró: 'No entiendo la medida. Toda ópera trata de pasiones y emociones, y Bomarzo no es distinta, en ese sentido, a Salomé o cualquier otra obra de arte: inclusive es menos audaz que muchas de ellas'. Y añadió, con anteojos oscuros y bajo una tremolante cabellera plateada: 'Todos pensábamos, en los Estados Unidos, que esta obra era un verdadero honor para la Argentina, y ahora la prohíben aquí. ¿Qué habrá pasado?'
La misma pregunta rebotó, durante el resto de la semana, contra las paredes del palacio municipal, donde el Intendente Schettini y su hermano Juan, el Secretario de Cultura y Acción Social de la Comuna, se parapetaban detrás de una complicada casuística para defenderse de las críticas y del creciente escozor que, no sólo en los medios artísticos, sino en la opinión pública en general, levantaba la certeza de hallarse frente a una flagrante censura previa. 'De ninguna manera -arguye el Coronel Schettini-: no hay prohibición, ni calificación, ni censura previa; es simplemente, el levantamiento de una obra, hecho por la Municipalidad en su carácter de empresaria del Teatro Colón.' Pero si la apresurada cancelación de Bomarzo, a una quincena de su estreno en la sala más esplendorosa de Sudamérica, sobre la base de un dictamen emitido por la Comisión Honoraria Asesora para la Calificación Moral de Espectáculos Públicos (que no vio la ópera, sino que revisó recortes periodísticos y fotografías), no es censura previa, ¿de qué otra manera se la puede denominar?
'No es el procedimiento normal -cabecean al mismo tiempo los hermanos Schettini-: habitualmente la Comisión sólo actúa sobre los espectáculos que ve, cuando se los estrena.' ¿Por qué, en este caso, se siguió un procedimiento anormal? Aquí las pistas empiezan a confundirse: según ambos funcionarios, apenas estrenada Bomarzo en Washignton y conocidas las críticas y la fotografías, una inquietud comenzó a brotar en el Intendente, quien se la comunicó al Secretario, máxime cuando escucharon 'comentarios de gente que la había visto allá'. Los datos laterales informan, sin embargo, que: la novela original se publicó en 1962, y sus folletinescas páginas están, efectivamente, cargadas de sexo, violencia y alucinación; en el propio Colón se estrenó, dos años atrás, una cantata escrita por Ginastera sobre el mismo tema, con textos que posteriormente ingresaron en la ópera; el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto confirió al compositor y al libretista, el rango diplomático de ministros plenipotenciarios, cuando ambos se trasladaron a Washington, dos meses atrás, para el estreno (lo que, según los Schettini, se debió a que 'Relaciones Exteriores también ignoraba de qué trataba la ópera, mejor dicho, cómo estaba puesta en escena'?.
Entonces, ¿por qué no se sugirió a los autores -como a menudo se ha hecho en los últimos tiempos, con obras teatrales y las revistas de El Nacional y el Maipo- que modificaran su ópera, o que se dulcificara la puesta en escena? 'Porque -dice Juan Schettini- si, como lo informa la Comisión, en los quince cuadros hay referencia obsesiva al sexo,la violencia y la alucinación, ¿qué quedaría de la ópera si se suprimieran esas alusiones?'
(...)
'Me ha costado un indecible sufrimiento dar este decreto -expone el atribulado Intendente-: ¿cómo vetar a dos argentinos tan ilustres? Hubiera sido más fácil autorizar la representación, no ir yo a verla, en todo caso, como expresión personal de disgusto, y afrontar las críticas del otro sector, de aquellos que dirían. ¿Pero cómo se representa esto en el Colón?; y en dos o tres días habría pasado todo.' Con un ademán de resignación, concluye: 'He preferido, sin embargo, lo otro, y soportar la injustas acusaciones de censura'. Las está soportando, sin duda: pero con tan débiles argumentos para oponerles, que las acusaciones están pareciendo demasiado ciertas. Aunque, probablemente, él no sea sino el instrumento de un designio superior. El mismo que habla por boca de Juan Schettini cuando se le recuerda que, hace apenas dos meses, en el mismo escenario triunfó -sin escandalizar a nadie- el exaltado erotismo de El mandarín maravilloso: 'Esperamos -dice, con fruncido ceño- que nunca más se repita una cosa semejante'".

Fragmento de la ópera Bomarzo



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