Varios días después de su misteriosa desaparición, el cuerpo sin vida de la profesora de inglés Oriel Briant fue encontrado con dos balazos y 24 puñaladas. El caso conmocionó al país y, si bien su ex marido - Federico Pippo, fallecido el pasado 3 de junio- fue el principal sospechoso, la causa se archivó sin encontrarse un culpable.“El comisario Fortunato confirmó su pálpito apenas unas horas después del hallazgo del cuerpo, el mismo viernes 13 de julio de 1984: la víctima era la profesora de inglés Oriel Briant. Su desaparición había sido denunciada tres días antes por un vecino, que pasó por el frente de su casa y vio la puerta entreabierta y a su hijo Christopher llorando en el jardín. Lo más misterioso desde el comienzo había sido que, además de abandonar al nene, la mujer había dejado todas sus cosas en la casa, desde su cartera hasta su encendedor y sus cigarrillos. Su cama había quedado destendida y sus pantuflas, a un costado. Ahora había una explicación para tanto abandono. Secuestro seguido de muerte, se llamaba.
Al mismo tiempo que explotaba en las tapas de todos los diarios del país, la causa quedó en manos del juez de turno de La Plata, Julio Desiderio Burlando. No era un caso menor: el delito que se investigaba preveía la pena de muerte. Asesorado por la Policía, lo primero que hizo el juez fue ordenar la detención del amante de Oriel, el vidriero Alberto Mensi. Enseguida lo fueron a buscar a su casa y allí lo encontraron, totalmente deprimido. Revisaron su habitación y descubrieron un revólver calibre 22, buscaron en su auto y hallaron un cuchillo en el baúl. Los policías estaban exultantes: en menos de 24 horas habían resuelto un horrendo crimen pasional. El caso estaba cerrado.
O no.”
Extracto del libro “Crímenes argentinos”, de los periodistas Rolando Barbano, Ricardo Canaletti y Héctor Gambini
Pero Mensi fue liberado una semana después por falta de mérito. Entonces la pesquisa apuntó al ex marido, Federico Pippo. Docente de literatura en distintos colegios, Pippo (43 años) además trabajaba los fines de semana para la División Balística de la Policía Bonaerense. Incriminado por su primo Néstor Romano, Federico Pippo estuvo detenido junto a su hermano Esteban y su madre, Angélica Rosa Romano de Pippo durante 369 días. Pero luego Romano se desdijo y el “Clan Pippo” fue liberado. El 28 de septiembre de 1988 la jueza Sara Rodríguez de González sobreseyó definitivamente a Federico Pippo del delito de “privación ilegal de la libertad seguida de muerte”, y la investigación quedó en la nada.
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