9.8.13

Deportes

HACE 75 AÑOS MORÍA JUSTO SUÁREZ, EL TORITO DE MATADEROS
El 10 de agosto de 1938 falleció Justo Suárez, uno de los primeros ídolos del deporte argentino. Fue la figura más popular del boxeo de aquel entonces, llenando la cancha de River Plate en 1930 cuando conquistó el título argentino de los livianos. Pero su carrera se apagó por la tuberculosis, enfermedad que causó la muerte con apenas 29 años. Su recuerdo, en tramos de Murió el amigo de todos, nota de Félix Frascara en la revista El Gráfico, nº997 del 19 de agosto de 1938.


“Dentro de poco, mañana quizá, algún pebete porteño se acercará al cronista para preguntarle:
-Usted que alcanzó a verlo en su apogeo a Justo Suárez, ¿quiere decirme cómo peleaba, cómo era, cómo se reía?
Y recién entonces, con profunda congoja, advertirá el cronista que el Torito de Mataderos ya pertenece por completo al pasado.
En el intenso trajín de las redacciones las horas aceleran la marcha. En esta vida que jamás pierde animación, las sensaciones se superponen constantemente. Un año nuestro equivale a un lustro de existencia normal. El eco de una carcajada se borra con brusquedad para ceder el sitio a la pena que provoca una mala noticia. Ayer, martes, mis compañeros estaban celebrando el acierto de una frase ingeniosa cuando entré para decirles:
-Justo Suárez se está muriendo.
Acaso no me correspondía el derecho de romper el en­canto de ese minuto, pero traía el ánimo deprimido por la inminencia de la desgracia y me creí obligado a dar la infausta nueva. Obligado, sí, porque todos los de esta casa le teníamos cariño a Justo Suárez.
Escribo su nombre y me pa­rece mentira... Yo apreté con las yemas de mis dedos infini­dad de veces estas mismas te­clas de la máquina para des­tacar el júbilo de sus triunfos, para cantarle a su vida pictó­rica de peleador infatigable. Y ahora... Ahora debo hacer­lo .para decir que Justo Suá­rez ya no existe.
No hace sino siete años que le ganó a Loayza en (la antigua cancha de) River Plate, aquella fresca noche de estío en que los dos humildes muchachos sudamericanos pe­learon ante el Príncipe de Ga­les. Sin embargo, cuántos acontecimientos se han suce­dido desde entonces... La memoria fija aquel pasaje, y lo revivimos, pero siete años son una etapa en la vida. Eta­pa llena de dolor y de sombras para Justo Suárez.
En el intenso trajín de esta redacción se ha producido una pausa. Rendimos nuestro homenaje al ídolo y al amigo.
(...)
Desde el 10 de agosto descansa en paz. Vivió hasta ese día desde el 25 de enero de 1909.
Justo realizó en mayo de 1925 su primera pelea, en peso mosca. Creció y al año siguiente ya era pluma, en cuya categoría ganó el título de campeón novicio de la Ciudad de Buenos Aires. Como veterano, en la misma temporada, fué campeón argentino. Impuso desde el comienzo su temple de peleador incontenible, su 'estilo sin estilos' que fué siempre su característica. Con fe profunda en la eficacia de su ataque arrollador, jamás le preocupó la defensa. Ni tuvo noción de ella. A medida que avanzaba iba esquivando, con movimientos de cintura, los golpes del rival.
(...)
Hace muy poco tiempo, al tenerse conocimiento de la gravedad de su estado, publicó El Gráfico una nota mía que, desgraciadamente, estará fresca en el recuerdo de todos para que haya necesidad de repetir el detalle de su sensacional campaña en el profesionalismo. Moya, Bianchi, Mallona, los dos Marfut, Enrique Venturi, Julio César Fernández, Rayito, Victorio Venturi, Paluso, Webster, Hilario Martínez, Babe Herman, Mocoroa y Vicentini fueron sus derrotados en la etapa triunfal de los años 1928, 29 y 30, que encierra tres períodos; formación, evolución y apogeo en la trayectoria pugilística del Torito de Mataderos. Joe Glick, Perlick, Bruce Flowers, Ray Miller y Louis Kid Kaplan cayeron ametrallados por los puños del argentino en su primera cruzada por los rings neoyorquinos y lo colocaron en el plano internacional de los mejores livianos, reeditando en la memoria de los norteamericanos las hazañas realizadas por ‘su hermano mayor’, (Luis Ángel Firpo) el Toro Salvaje de las Pampas. Aquí de nuevo, Petrarca y Loayza clausuraron el ciclo triunfal de Justo Suárez, cuya última victoria en su etapa luminosa fué presenciada por el público de Montevideo al verlo en su pelea con Juan Carlos Casalá. Después... La obligada cita desagradable a Billy Petrolle, el empate innecesario con Emil Rossi, la derrota piadosa de Carlos Orlandi, la dolorosa caída frente a Victor Peralta -quien jamás pudo vanagloriarse de ese triunfo- y, por último, el drama de su tardío e inexplicable retorno contra Pathenay.
Eso es lo que hizo en los rings Justo Suárez. Esa es la historia hecha nombres del muchacho que ascendió desde la más humilde posición social hasta el sitio encumbrado que corresponde a los privilegiados en las distintas actividades. Llegó por sus propios méritos. No necesitó recomendaciones. Con los puños cerrados brindó emoción y fue, en un momento dado, la figura más popular del deporte sudamericano. Y no perdió nunca su sencillez, su simpatía, su amplia sonrisa de niño grande.
La misma simpleza con que se caracterizó en el ring lo distinguió en la vida. Por eso fué definitiva su caída así en la vida como en el ring. Paralelamente marcharon sus éxitos y su felicidad, sus contrastes y su desgracia. Cuando quiso hacer el esfuerzo de abrir los ojos, el destino -con algo de arrepentimiento- le negó piadosamente la facultad de discernir con perfecta nitidez, para que no sufriera tanto.
(...)
Justo Suárez atrajo grandes multitudes. Entre las cuatro cuerdas del ring hizo obra en favor del boxeo. Su fama procreó boxeadores en todo el país. Yo he visto pebetes que, después de presenciar sus sesiones de entrenamiento, esperaban a que se fuera el Torito para hacer la misma gimnasia que él hacía. Las peleas de Suárez produjeron altísimas recaudaciones. La época del Torito fué la época de oro, hablando en pesos. Y al dinero que él produjo, se debe en parte la realidad de ese palacio del box que es el Luna Park y que tanta falta le hacía a Buenos Aires.
(...)
Peleaba como un valiente, era todo corazón, reía como un niño grande... No supo de artimañas en el ring; no supo de maldades en la vida. Fué siempre bueno: en la humildad, en la opulencia, en la desgracia. Bueno cuando aún no era nada, cuando lo era todo y cuando volvió a ser nada. Sonrió siempre, al camarada y al enemigo. Padeció de una bondad incurable. El destino jugó con él, lo manejó a su antojo, pero él fué incapaz de pelear contra el destino.
Junto al Torito había que reír. Ahora... Ahora que ya no está, ahora que se apagó su risa -llamarada de juventud- ahora que por primera vez nos hace llorar, caen nuestros brazos a lo largo del cuerpo, se cierran los ojos para huir de la realidad hacia el recuerdo, y los labios se aprietan para no protestar.
En el gesto alegre de nuestra muchachada hay un rictus de amargura. Se ha ido Justo Suárez, el Torito de Mataderos. No resuenan las bocinas ni los latones. Una vez más, se hizo de noche en pleno día. Es que un astro se ha desvanecido.”


Torito, por Los Pericos


Justo Suárez, el torito de Mataderos

Justo Suarez, el torito de mataderos por RumboSur

Julio Cortázar lee su cuento Torito

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