15.8.13

A 20 AÑOS DE LA DESAPARICIÓN DE MIGUEL BRU
El 17 de agosto de 1993 el estudiante de periodismo Miguel Bru fue secuestrado por la policía bonaerense y murió torturado en una comisaría de la ciudad de La Plata. El reclamo de su madre al gobernador Carlos Ruckauf, en tramos de “Rosa, la muerte de su hijo nos duele a todos”, entrevista de Darío Ríos en la revista Gente del 8 de marzo de 2000.


Se vieron las caras por primera vez hace más de seis años. Él, Carlos Ruckauf, era por entonces ministro del Interior. Ella, Rosa Schönfeld de Bru, una madre que buscaba el cuerpo de su hijo Miguel, estudiante de periodismo, asesinado en una sesión de torturas en la comisaría novena de La Plata, durante agosto de 1993. A Ruckauf, se sabe, los votos bonaerenses lo consagraron gobernador el año pasado. A Rosa, en cambio, el destino le mostró el rostro de la injusticia y el horror: si bien un tribunal encontró culpables y condenó a prisión perpetua al subcomisario Walter Abrigo y al sargento Justo López, este último quedó en libertad hasta que el fallo quede firme. Otros dos imputados, el comisario Juan Ojeda y el suboficial Ramón Cerecetto, fueron condenados sólo a dos años de prisión. Y nunca jamás supo dónde está el cuerpo de Miguel. Ella y Ruckauf se reunieron en La Plata, y GENTE compartió el encuentro. Las polémicas medidas que motorizó la gobernación hicieron temer a esta mujer -y a buena parte de la sociedad- en una vuelta al exceso de poder policial. No es antojadizo: en la mayor parte de los crímenes más horrendos de los últimos años participaron policías. Con explicaciones, arrancó el gobernador.
Ruckauf: -Rosa, el caso de su hijo es una muestra del abuso policial, y no quiero que se repita. Por eso adopté, como metodología, la firma de un decreto de necesidad y urgencia ante situaciones como la que vivió hace poco el remero que fue baleado en un banco, por lo que exoneramos al policía que le disparó.
Rosa Schönfeld de Bru: -Lamentablemente, cuando ocurrió lo de Miguel no pasó nada de esto. Justo López fue trasladado a un lugar preferencial -la Unidad Regional- y el subcomisario Walter Abrigo, a Brandsen. Lo peor fue que a fin de año los ascendieron, y a López, según sus palabras, con mención de honor, pese a que hacía cuatro meses que era nombrado en todas partes por la muerte de mi hijo. Son cosas que no tendrían que ocurrir más.
Ruckauf: -El de Miguel es un hecho de desaparición forzada de un chico que no tenía ningún motivo para estar preso. E involucra a la seguridad del Estado. Pero quiero ser muy claro: así como impediré cualquier acto de arbitrariedad, también defenderé a la policía si actúa correctamente. Desde el Estado, la única forma de luchar contra los delincuentes es a través de la policía.
GENTE: -Rosa, después de seis años y medio, ¿por qué cree que desapareció su hijo?
Bru: -Porque la justicia fue cómplice, como quedó demostrado. Fíjese: todo ocurrió en el turno del ex juez Amílcar Vara (N. de la R.: luego destituido a través de un juicio político), que tenía la desaparición del albañil Andrés Núñez en 1990, las torturas a Roberto Díaz en la comisaría quinta, y otras 27 causas. En todas hubo policías involucrados.
GENTE: -¿Se preguntó por qué Miguel?
Bru: -Siempre. Esperaba que en el juicio oral hablara alguno de los involucrados. Mire, un policía de la comisaría novena me llamó y reconoció a los implicados en una foto. Entre ellos estaba un tal Agostini, que no fue implicado directamente en la causa, pero estaba sospechado. Según este hombre, era el principal responsable. Ahora trabaja en el Ministerio de Seguridad, en mesa de entradas. ¿Sabe qué me dijo Rico (Aldo, ministro de Seguridad bonaerense)? 'Ah, pero está con carpeta médica, no tiene arma...'. Claro que, mientras la tuvo -y lo dijo uno de los detenidos- fue uno de los que llevaron a Miguel a la comisaría.
GENTE: -Hubo un aviso, un allanamiento previo. ¿No sospechaban que podía pasar algo grave?
Bru: -Mi marido es policía. ¿Cómo iba a desconfiar de la policía? ¿Sabe cuántas veces me pregunté esto? ¿Cuántas me lo reproché? ¡Cómo pude haber permitido que pasara! ¡Cómo fui tan estúpida! (Rosa rompe en un llanto desgarrador.) Mi hijo me contaba que López pasaba por la casa, que lo perseguía, que le habían hecho un allanamiento ilegal, que lo amenazaban con armas... y yo no hice nada. Nada... (...) -Miguel nos contó cosas... que buscaban algo, que no andaba en nada raro. Pero era lo de menos, porque ellos vienen, le ponen un revólver y una bolsita... eso nos decía.
GENTE: -¿Qué hizo su esposo?
Bru: -No entendía nada. Como policía, conocía a López. Mire, cuando Miguel hizo la denuncia ante el fiscal Melazo (N. de la R: el mismo que desbarató, el año pasado, una red de juego clandestino en la que habría policías implicados), le dijo que podía reconocer a quienes hicieron el allanamiento. El fiscal pidió una rueda de reconocimiento en sede judicial, pero la justicia envió a la Brigada de Investigaciones de La Plata para que la policía se autoinvestigara.
Ruckauf: -La instrucción policial es un absurdo, siempre tiene que ser judicial.
GENTE: -Gobernador, ¿por qué se corrompe la policía?
Ruckauf: -La desfiguración del rol de la seguridad viene de la época de que con la excusa de luchar contra el terrorismo, se violaron derechos individuales. Mi generación lo sufrió en forma masiva durante el gobierno de facto. Esto no puede repetirse ahora con la excusa de luchar contra el delito...
GENTE: -Es mucho más que eso. La policía parece descontrolada. Le nombro casos: Bru, Núñez, Albanese, Cabezas, Ramallo, el gatillo fácil... Ahora que usted es el responsable de revertir esto, ¿cómo piensa hacerlo?
Ruckauf: -Acá hay una dificultad que compartimos con el presidente De la Rúa. Hay que ser firmes contra el delito y trabajar en la depuración policial y judicial. Ambas son imprescindibles, porque hoy, en la policía, es muy difícil conseguir órdenes de allanamiento contra los vendedores minoristas de droga. Es incomprensible que si los vecinos saben que en un lugar se venden drogas, el vendedor no sea detenido. Entonces, hay una actitud maligna para tratar a un chico que nada tiene que ver con un delito y una actitud benigna para los que realmente están en esos negociados.
GENTE: -Eso suena gravísimo.
Ruckauf: -Es parte de un sistema perverso. La solución es crear juzgados especiales contra la corrupción judicial y policial y contra el narcotráfico. Hay demasiado poder y dinero en juego, pero debemos enfrentarlos sin miedo. Todos los días tenemos casos de corrupción que, evidentemente, tienen vinculación con sectores del poder político. En el caso de Rosa, merece que la acompañemos. El tiempo le demostrará que el sistema cumple con su obligación. No podremos devolverle a Miguel. Pero su cuerpo tiene que aparecer.
GENTE: -Gobernador; a partir de que usted le dio más poder a la policía, se abrió un gran debate.
Bru: -Me aterra pensar en eso...
Ruckauf: -Pero no es verdad, no les dimos más poder. Solo pedí dos cosas: que permitan hacer controles automotrices sin decir el cronograma, para evitar que los esquiven; y que en el lugar del hecho en casos de homicidio se pueda preguntar al ciudadano qué pasó. No es volver a los sumarios policiales ni a los interrogatorios en las comisarías. Soy parte de una generación que fue masacrada. ¿Cómo voy a permitir la tortura?
(...)
GENTE: -¿Habló con los policías implicados, señora?
Bru: -No. El único contacto -y no puedo asegurar que haya sido cierto- fue hace veinte días. Recibí un llamado telefónico por cobro revertido, me nombraron a Walter Abrigo y tuve la esperanza de que fuera cierto y me dijera algo. Atendí y una voz me dijo que una granada estallaría en mi casa en diez minutos. Le pedí que me dijeran dónde habían dejado el cuerpo de Miguel, que con eso moriría en paz. Pero cortaron.
GENTE: -Y a Justo López, ¿lo vio?
Bru: -Sí, cuando armaba el arbolito de Navidad en la puerta de su casa. Me parece mentira, porque desde que no está Miguel, a nosotros se nos hace cada vez más difícil armarlo.
Ruckauf: -Rosa, la muerte de su hijo nos duele a todos. Y voy a luchar para que nunca más se repitan estos crímenes.”


20 años sin Miguel Bru


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