17.4.12

Arte

NACE FERNANDO BOTERO
Hace 80 años, el 19 de abril de 1932, nació en Medellín (Colombia), el artista Fernando Botero. Pintor y escultor, es una de las figuras más importantes del arte latinoamericano. Su vida y su obra, en fragmentos de Elogio de la desmesura, entrevista de Alicia de Arteaga en la revista dominical de La Nación del 20 de marzo de 1994.






   “Se siente más cerca de los artistas del quattrocento, de la pincelada lisa de Piero della Francesca, que de cualquiera de los excesos y de los ismos del arte contemporáneo. Sin embargo, pocos artistas responden más al espíritu de este tiempo que el colombiano Fernando Botero, el pintor más cotizado de esta parte del mundo.
   Cosmopolita, seductor, algo frívolo, ocurrente y de hablar velocísimo, Botero ha creado un mundo propio a partir de su trazo desmesurado, inconfundible hasta para quienes nunca han pisado las puertas de un museo.
(…)
   -¿Usted cree que existe una identidad latinoamericana?
   -Creo en las individualidades. El arte contemporáneo es una ecléctica trama de expresiones personales sobre la realidad y una reflexión sobre la pintura. La importancia de un artista está en su capacidad de tomar una posición radical.
   -En la capacidad de crear una imagen propia.
   -De eso se trata. El artista ya no es un cronista de su tiempo, como lo fueron Canaletto, Goya o Velázquez, para eso están la televisión, el cine y las fotografías, el problema pasa a ser el lenguaje. Quienes dicen que la pintura figurativa, se terminó porque existe la foto se equivocan. El mundo interior de un artista no es fotografiare, es un cronista de su mundo y no del paisaje.
   -De hecho, la misma realidad puede motivar imágenes tan distintas como las figuras torturadas de Luden Freud o el mundo calmo y sin fisuras de su pintura.
   -Esa toma de posición, esa diferencia es lo que hace al arte contemporáneo. Ya perdió vigencia la discusión entre figuración y no figuración; valen las expresiones por su capacidad de comunicar. Y, a propósito de Freud, su estilo es el de Bacon y su manera, la forma como trabaja la materia con ese empasto tan especial, recuerda a Egon Schiele (que es vienés como él).
   -¿Qué es lo que ha determinado el estilo Botero?
   -Son distintas vertientes. Primero, mis experiencias visuales de latinoamericano, mezcladas con mi conocimiento de la pintura italiana y mucho de la morfología precolombina. Claro que todo está sublimado y se vuelve una sola cosa.
   -¿Siempre pintó de la misma manera?
   -Diría que siempre busqué la plenitud de las formas, en los comienzos la pincelada era expresionista y la fui puliendo hasta lograr que fuera lisa.
   -¿Y la paleta, los colores?
   -No tengo una paleta tropical, he vivido casi toda mi vida en países nórdicos, entre París y Nueva York, la luz nórdica acaba por salir y los colores se vuelven matizados. Trabajo sobre telas con fondo salmón como los venecianos, como Goya.
   -Germán Arciniegas contaba que las gordas comenzaron por una mandolina, ¿cómo es eso?
   -Es cierto, una vez dibujé una mandolina y en el momento de pintar el huequito del medio lo hice a propósito muy pequeño, la mandolina, por el contraste, se volvió monumental. Ese boceto fue muy importante porque demostró cómo lo minúsculo en lo dilatado es lo que hace estallar la forma. Mis personajes tienen pies diminutos, o pechos pequeños como los pintaba Granach.
(…)
   -Usted ilustró Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, para el primer número de Vanity Fair, en 1985, y en el último número de Vanity, la fotógrafa Annie Leibovitz reproduce su estilo en la ambientación de sus producciones. ¿Se siente un artista en la feria de vanidades?
   -Bueno, no tanto (se ríe). Me pidieron permiso para reproducir mis fotos, y la Leibovitz hizo muy bien las ambientaciones. No es la primera vez que mi estética resulta fuente de inspiración. En el film Bagdad Café, varias escenas eran reproducciones idénticas de cuadros míos.
   -Si bien hay militares fanfarrones y toreros prepotentes, él mundo de Botero no parece machista.
   -Detesto el machismo y esa boutade del macho español: por la mañana misa, por la tarde corrida, por la noche burdel. Hay una reflexión irónica en toda mi obra acerca de ese mundo.
   -¿Tiene alguna asignatura pendiente?
   -Lo que más me interesa en la vida es mi trabajo. Me sentiría muy mal si no pudiera pintar.
   -Para los colombianos, ¿Botero es un héroe nacional?
   -Bueno, no tanto (risas). Tuve una experiencia muy interesante, el año último fui a una corrida en Bogotá y cuando entré hubo una standing ovation. Miles de personas de pie, aplaudiendo, algo que no le ocurre a un artista sino a los políticos; en ese momento, sentí que había hecho algo para toda esa gente, que no era un artista de elite, de un grupo de señores ricos con casa en Palm Beach. Eso me hizo feliz.”

Botero habla de sus cuadros sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib







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