18.2.11

Política internacional

A 30 AÑOS DEL TEJERAZO
El 23 de febrero de 1981 se produjo en España un golpe de Estado que buscó deponer al gobierno democrático surgido tras la larga dictadura de Francisco Franco. Si bien el 23-F fue desbaratado en pocas horas, pese a los treinta años transcurridos todavía quedan muchos puntos oscuros. Fragmentos de El fin del principio, nota de Esteban Peicovich en la edición nº 232 de la revista Somos del 27 de febrero de 1981.





“'Papá, te han dejado solo. Incluso tus dos amigos te han abandonado'. Esta frase de la hija del coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, dicha por teléfono cuando su padre veía desmoronarse la ilusión de haber dado el puntapié inicial para anunciar el ingreso a una España diferente, tiene, a pocas horas del golpe, una segunda connotación. Las 18 horas que conmovieron a España desde que Tejero -al mando de 200 hombres de la Guardia Civil- irrumpiera el lunes en las Cortes de Madrid interrumpiendo la votación que investía a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente, no empezaron a las 18 y 25, ni han terminado todavía.
'Todo el mundo al suelo, y tú, córtalo con esa cámara o te mato'. Así empezó, en el palco de periodistas de las Cortes, el efímero episodio que Tejero y el general Jaime Milans del Bosch pensaron que culminaría en la capitulación del rey y el nombramiento de una Junta Militar. Casi simultáneamente, una figura que muchos definieron como valleinclanesca y que todos calificaron de grotesca, irrumpía a balazos en la sala donde los parlamentarios cantaban sus votos para elegir a un nuevo primer ministro. Era el coronel Tejero, con su tricornio a punto de caerse, una pistola en la mano derecha y su brazo izquierdo en alto, que daba las primeras órdenes: 'Todos al suelo, todo el mundo quieto detrás de los escaños'. Luego le siguió una breve arenga inaudible frente a la conmoción de las Cortes y por último, un acto casi de clemencia hacia los vencidos: 'pueden sentarse, pero con las manos a la vista'.
(El presidente de gobierno) Adolfo Suárez le daba un empujón al guardia que pretendía hacerlo callar ('No lo dejéis hablar -le había ordenado un oficial-, no va a ser más bonito que los demás') y se abalanzaba sobre otros guardias que estaban maltratando al vicepresidente del gobierno, el discutido teniente general Manuel Gutiérrez Mellado. El diputado canario, Fernando Sagazeta, pedía la presencia de un médico. El ultraderechista Blas Piñar mostraba un rostro calmo. Manuel Fraga Iribarne -el líder de la Alianza Popular- estaba pálido. El socialista Felipe González estaba virtualmente prisionero entre dos uniformados, y Leopoldo Calvo Sotelo no lograba cambiar su inexpresivo rostro. Para ellos había llegado el principio del fin. Aunque no fue así.
Dieciocho horas después concluía el minigolpe -el vigésimo sexto en los últimos 200 años de historia española- y los secuestrados abandonaban en fila el edificio de las Cortes. Seis infartos, cinco casos de diarrea, agotamiento y hambre era el precio que habían pagado los representantes. El ensayo monárquico-parlamentario veía consolidada la figura real. Tras una larga negociación todo había terminado. Milans del Bosch -un ex resistente del Alcázar de Toledo en los días de la Guerra Civil y voluntario de la famosa Legión Azul que el nazismo encolumnó en 1941 hacia Moscú-, Tejero Molina -el mismo que en noviembre de 1978 pensaba secuestrar el gobierno en pleno para exigir, ya entonces, la formación de un triunvirato- y varios oficiales, fueron destituidos el miércoles 24 y pueden recibir condenas que llegarían hasta los 40 años de prisión.
(…)
¿Qué impidió que una decisión que abarcaba mucho más de lo que se vio remitiera tan rápida y fácilmente hasta desembocar, en lo emocional, en la frase que la hija le dijo por teléfono al coronel Tejero? Todos los análisis apuntan al rey como protagonista clave. En su decisión y en su poder de convicción parecen residir los argumentos que detuvieron el golpe ya iniciado, congelándolo hasta un punto que por ahora no es posible determinar. El hecho de que Milans del Bosch se adelantara en los relojes le permitió a Juan Carlos encarar firmemente el diálogo con otras áreas conflictivas que se alistaban y volver las cosas paulatinamente a su lugar. A partir de esa suspensión, sus reuniones con los jefes de Estado Mayor primero y con los líderes políticos después, habrán alcanzado la coincidencia necesaria como para que de aquí en más España ya no sea lo que era hasta el lunes por la tarde.
(…)
Lo sucedido el 23 de febrero no es el principio del fin, como algunos suponen. Pero podría ser el fin del principio. De ese principio que algunos creyeron podría alargarse ociosamente. Como si la democracia no fuera cosa de todos los días. Y algo precisamente fuerte, como estos días le exigen que sea.”



Tejero irrumpe en las Cortes




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