22.5.09

A CUARENTA AÑOS DEL CORDOBAZO

El 29 de mayo de 1969, poco más de diez días después del Rosariazo, continuaron los estallidos sociales en distintos lugares del país. Los más importantes se registraron en Córdoba, donde los sectores obreros y estudiantiles, sumados a una importante participación de la clase media provincial, manifestaron su repudio y descontento con el gobierno militar encabezado por Juan Carlos Ongania. Los hechos tuvieron gran repercusión nacional e internacional. A continuación, la mirada de la revista norteamericana Time.

Argentina

FIN DE LA TRANQUILIDAD

Aunque su régimen pueda tener muchos defectos, el dictador argentino Juan Carlos Onganía podría clamar que le había dado a su país “un clima de trabajo, de tranquilidad, de paz” desde que asumió hace 35 meses. La semana pasada, la superficial tranquilidad argentina fue hecha polvo, cuando los disturbios se extendieron por las principales ciudades de la nación. Las protestas incitaron una alianza de estudiantes y trabajadores contra las fuerzas de seguridad, planteando la más severa prueba para el gobierno de Onganía hasta el día de hoy.
Como muchas veces sucede en los movimientos de protesta, el conflicto comenzó hace tres semanas con una insignificancia: un aumento de 9 centavos en el precio del almuerzo en la Universidad Nacional del Noroeste en Corrientes. Los estudiantes ya estaban disgustados por las frecuentes intervenciones de la policía en las universidades. Ahora, tomaron las calles. La policía los enfrentó a los tiros, asesinando a un estudiante de medicina de 21 años. Los disturbios pronto se extendieron a media docena de otras ciudades. La semana pasada, manifestantes que protestaban por las muertes de otros dos estudiantes tomaron durante varias horas un área de 50 manzanas en Rosario, la segunda ciudad más grande de la Argentina, hasta que fueron dispersados por las tropas que actuaron bajo la ley marcial.
Lejos de apaciguar las protestas, la respuesta del gobierno sólo despertó entre los trabajadores argentinos la simpatía hacia los estudiantes. Los trabajadores tenían sus propias quejas: el régimen congeló los salarios por más de dos años mientras el costo de vida aumento más de un 20 por ciento. Cuando los sindicatos anunciaron una huelga general la semana pasada, el régimen respondió con más represión. Declaró el “Estado de sitio”, una adaptación de la ley marcial especial que faculta a los tribunales militares a juzgar a civiles por una serie de delitos, a las amenazas de sedición contra el ejército y ordenar la ejecución sumaria para los delitos más graves.
Una vez más, la represión sirvió sólo para enardecer. En Córdoba, la principal ciudad manufacturera de la Argentina, alrededor de 10 mil manifestantes arrasaron alrededor de 40 manzanas de la ciudad, enfrentaron a la policía detrás de barricadas e incendiaron más de 100 automóviles.
Cuando la cortina de gas lacrimógeno fracasó en dispersar a los manifestantes, el ejército envió tropas y armamento, mientras los aviones intimidaban disparando ráfagas de ametralladoras por arriba de las cabezas. Finalmente, el ejército ordenó a los soldados disparar a todo aquel que apareciera por las calles sin permiso durante el toque de queda en la noche. Pero ningún toque de queda, ni ley marcial, ni horrible amenaza pudo detener la huelga general al día siguiente.
En Córdoba, los disturbios estallaron una vez más y la policía abrió fuego a una multitud de 2000 manifestantes. En el resto del país, la huelga paralizó a todo el comercio, la industria y el transporte. El costo hasta el momento: 12 muertos, 300 heridos, 230 arrestados.
Onganía no dio ninguna señal de echarse atrás, pero tampoco hay muestras de que las manifestaciones han seguido su curso.

Texto traducido de la revista Time del 6 de junio de 1969.


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