23.9.13

Política Nacional

A 40 AÑOS DEL CRIMEN DE RUCCI
El 25 de septiembre de 1973 fue asesinado José Ignacio Rucci, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT). Apenas dos días después de que Juan Perón fuera elegido presidente de la Nación por una abrumadora cantidad de votos, un grupo comando asesinó al sindicalista y hombre de confianza del anciano general. Recién habían pasado tres meses de la Masacre de Ezeiza y el peronismo aceleraba su enfrentamiento interno. La crónica de aquellos hechos, en fragmentos de Rucci: El chacal llegó a la cita, nota de la revista Panorama, nº332 del 27 de septiembre de 1973.


“Un ataque directo contra Juan Perón y al proyecto tercerista


En esferas del gobierno se consideraba que el asesinato de José Rucci, perpetrado al cierre de esta edición, era una prueba concluyente del aislamiento en que se debaten la ultraizquierda y la ultraderecha, incapaces de proyectarse sobre el escenario político con un lenguaje que no sea el de las metralletas.
El terrorismo —se añadía— parece ser la única opción para las fuerzas derrotadas el 23 de septiembre, cuando las urnas volcaron en manos de Juan Domingo Perón una concentración de poder de tanta magnitud que prácticamente la oposición 'ultra' quedó sin margen para el juego político y sin posibilidad alguna de ganar espacio en el futuro inmediato. De ahí —se especula— la reacción del martes; el comando que acribilló a Rucci estaba buscando una forma de quebrar la granítica franja centrista y 'nacional' acaudillada por Juan Perón.
Algunos analistas consideran que los efectos de la muerte de Rucci sobre la situación general serán distintos de los provocados por la ola de asesinatos que en su momento corroyeron a Onganía, Levingston y Lanusse. En lugar de limitar la capacidad de respuesta política del Estado —es decir, de angostar el marco necesario para viabilizar la represión—, en cierto modo el crimen amplió el campo de maniobras del gobierno, multiplicando en la ciudadanía una avidez de orden que empalma con las severas ideas de Perón sobre el tema. Por lo demás, después del 23 de septiembre no existe ni siquiera un embrión de proyecto alternativo capaz de pretextar el 'caos' para postularse como recambio.
Tal vez de ello deba colegirse un serio error de cálculo de los asesinos: no advertir que ahora al partido del orden tiene un jefe avalado por el 62 por ciento de la población.


DIESTRA Y SINIESTRA. Con todo, el esfuerzo represivo es en sí mismo negativo para cualquier gobierno, lo mismo que el clima de violencia generalizada que parecía abatirse nuevamente sobre el país (el miércoles, cuando aún estaba caliente el cuerpo de Rucci, cayó Enrique Grimberg, dirigente poco conocido de una de las ramas juveniles del peronismo).
Si bien es cierto que el líder justicialista está en condiciones de desplomar la 'mano dura' desde posiciones de fuerza, la temperatura resultante de una larga batalla no puede ser beneficiosa para un gobierno que se propone la 'revolución pacífica' y la reconstrucción tras un período de 'posguerra civil', como dice Perón. Por eso, en el caso de que la espiral de la violencia siga creciendo, los guerrilleros podrían lograr al menos algunos de sus objetivos: alterar los términos de la lucha política, por ejemplo, diluyendo el resultado de las últimas elecciones en el marasmo de la guerra caliente. Colofón: el frente centrista 'nacional' se resquebrajaría, abriendo un abismo propicio para la recuperación de la derecha, o la emergencia del sector de izquierda —ERP 22 de Agosto o cualquier otro— que presuntamente inspira la escalada sangrienta.
Lo cierto es que Perón parece haber aceptado el desafío. El 21 de junio, en su primer discurso después del retorno, esbozó una línea que luego se fue cumpliendo paso a paso, con la renuncia de Cámpora, la hibernación de la juventud radicalizada de su propio Movimiento y el establecimiento de reglas de juego claras como el agua: los que 'saquen los pies del plato' no tendrán lugar en un proceso que, naturalmente, no se dirige a la edificación de una 'patria socialista', sino a una recomposición política y económica que busca reconstruir al Estado (en lugar de destruirlo) y que pretende remodelar la economía sobre la base del capitalismo nacional y su asociación, sobre nuevas bases, con el capital extranjero de cualquier origen.
El curso iniciado el 21 de junio obtuvo el 23 de septiembre un respaldo masivo. El resultado de las elecciones otorgó a Perón la suma del poder pero, al mismo tiempo, lo colocó en la primera línea de fuego. En la medida en que el presidente electo sigue una ruta centrista, basada en el aprovechamiento de las disputas entre dos distintos centros del poder mundial (y en el equilibrio entre los grupos nacionales de presión) es lógico pensar que él y sus hombres están en el centro de la mira telescópica de más de un comando. Es por eso que el gobierno alude a grupos de 'ultraderecha o de ultra-izquierda'.


CHILE, RUCCI, CUBA. El caudillo justicialista, sin embargo, viene cargando las tintas con la izquierda, o con fuerzas afines. Lo hace de diversas maneras, y según el interlocutor de turno. Con el Partido Comunista tuvo un trato irónico: 'luego de aceptar el aporte electoral de los marxistes prosoviéticos', los humilló diciendo que, después de todo, no creía que lo fueran a votar. Con el ala radicalizada de la Juventud Peronista tuvo un trato severo: la desalojó del poder el 13 de julio, luego la puso al borde de la excomunión, y finalmente aceptó su reingreso, pero solo cuando los jóvenes giraron 90 grados. Finalmente, con la guerrilla marxista fue más severo aún: la ilegalizó y anunció que la liquidaría.
(...)
Tampoco parece casual que el lunes siguiente a los comicios así respondiera el caudillo a un cuestionario del II Giomale D'Italia:
Somos decididamente antimarxistas. Lo sucedido en Chile demuestra que Allende cayó víctima de su sectarismo, de su política tendiente al exceso, (...) Estoy seguro de que domaremos a la guerrilla. Chile ha enseñado muchas cosas. O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país, o los obligaremos a hacerlo con los medios de que dispomemos, los cuales, créame, no son pocos. Las vicisitudes chilenas cerraron la única válvula de seguridad de que disponían los guerrilleros argentinos (...) A Cuba le advierto que no haga el juego que hiciera en Chile porque en la Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta, (...) Si la guerrilla insiste, sucederá lo que en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares, sino de los guerrilleros.
José Ignacio Rucci era secretario general de la CGT por orden de Perón. Fue, en rigor, un dirigente de segunda línea, sin poder propio ni posibilidad alguna de ganar autonomía. Por lo tanto, es seguro que era básicamente leal. Quienes dispararon contra Rucci, pues, dispararon contra Perón. ¿La respuesta será completar el golpe de timón del 13 de julio? La Universidad, ciertos gobiernos provinciales, tal vez muchos ministros, la JP, están nuevamente bajo la lupa. Los días previos al 12 de octubre serán decisivos.”


Asesinato de José Ignacio Rucci


Reportaje a Rucci


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