9.5.12

fútbol

A 25 AÑOS DEL PRIMER CAMPEONATO DE MARADONA EN ITALIA
El domingo 10 de mayo de 1987 Diego Maradona ganaba su primer título en Italia. La fecha fue histórica para su equipo, el Napoli, que de la mano del Diez conseguía su primer scudetto en la historia del calcio. Aquella jornada, en tramos de El loco y emocionante carnaval napolitano, nota de Ernesto Cherquis Bialo en la revista El Gráfico, nº3527 del 12 de mayo de 1987.






“Las calles están bloqueadas. Será el día más largo y glorioso de Nápoles, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Nadie dormirá esta noche, prolongando un sueño esperado por cuatro generaciones. Hombres y mujeres, no importa de qué edad, han pintado todo: los rostros, los autos, los frentes, las calles, los balcones. Todo luce con los colores de Italia o los de su camiseta blanca y azul. Por fuera, la ciudad canta mostrando un espíritu sensual y desenfrenado. Por dentro, dos millones y medio de corazones napolitanos dejan fluir sangre meridional y caliente bajo un latido acelerado. El fútbol, esa magia clásica y seductora, les permite vivir sin mirar desde abajo, dando vuelta la geografía y ubicarse, como el resto, en la igualdad sonora para proyectar la voz tras ingresar a la historia.
Los he visto, los he escuchado. Me mezclé entre ellos y canté con ellos. Las puertas de las casas estaban abiertas. Había lugar para instalar la emoción en aquellos cuartos con camas marineras, una mesa con dos sillas, la cocinita en un rincón, el baño en el otro extremo y hasta el camastro matrimonial. Todo en cuatro o cinco metros, suficiente para los cinco o seis miembros de cada familia, incluyendo a la nona. Esta noche la promiscuidad y el desamparo, la miseria y el hambre se transformaron en vino y canto y en alegría y emoción. Mañana habrá que recomenzar el desafío de vivir, dibujar un modo de subsistencia y aferrarse al privilegio de respirar y crecer.
Hemos llegado a Nápoles para cubrir este día 279 periodistas extranjeros. Obviamente, la gran mayoría nos dedicamos al deporte. Pero, curiosamente, me he encontrado con no menos de una docena que vinieron a buscarle perfiles sociológicos o psicológicos al fenómeno de este carnaval. Algunos, solemnemente, intentaron o intentarán, aun, descubrir la explosión de un complejo de inferioridad padecido históricamente desde que Garibaldi concertó la unidad italiana. Otros, igualmente snobs, pasean por las calles buscando la vinculación con la fiesta romana del 'pan y circo' de Nerón. Me suena lejano, rebuscado, impertinentemente inútil: el Napoli, el equipo de esta ciudad, ha ganado un campeonato y sus hinchas celebran aquello que siempre ambicionaron y nunca pudieron. Igual que en cualquier parte del mundo. Eso sí, a lo napolitano.
(...)
Hay que ser muy fuerte para no lagrimear cuando la multitud goza anticipadamente repitiendo al son de una tarantela: 'Oh mamma, oh mamma, me late el corazón, he visto a Maradona y enamorado estoy', Y, seguramente, habrá que ser de hierro para no derretirse cuando ante el menor problema o contrariedad uno dice que es argentino, que es periodista, que viene a cubrir la nota del Nápoli y de Diego y desde el policía hasta el ladrón se dimensionan hasta la generosa incondicionalidad del afecto y del respeto. Hay que decir Maradona para circular de contramano o recuperar la cartera. Y esta tarde del domingo, en el San Paolo, noventa mil incondicionales de Diego se pusieron de acuerdo para transformar un ordinario partido de fútbol en una fiesta inolvidable.
La fiesta del humo tricolor ganando el espacio a la salida de los equipos, la de las banderas gigantes y ondulantes pasando por cada una de las tribunas cabeceras sostenidas, por 22.000 personas de cada lado, la de 40.000 bocinas tronando simultáneamente, la de los cinco paracaidistas cayendo en el centro del campo, ia de 90.000 gargantas vociferando: 'Vinci-re-mo, vinci-re-mo, vinci-re-mo tricolor', la de 50 bombas de estruendo, la de padres e hijos abrazados, la de papeles multicolores esforzando el viento, la de 35 relatores radiales, repitiendo y repitiendo Maradona, la de las 17 cámaras de la RAI llevando las imágenes a casi diez países de distintos continentes.
La figura de esta fiesta, el héroe acumulado de esta jornada, la estrella dominante de esta convocatoria, es un argentino de Fiorito, un muchacho de La Paternal, Diego Armando Maradona.
(...)
El sábado, el pueblo napolitano le había ganado al tremendismo y todo ya estaba teñido con los colores de su escuadra. Es más: los números de la quiniela respaldaron la unánime idea de que no se podía fallar. El viernes salió el 47 que aquí significa 'II scudetto' (El campeonato) y el sábado salió el 11 que representa a Dios (Maradona, Dios del fútbol). Esto les costó a los capitalistas una pérdida de once millones de dólares. Pero está visto que aquí todo es posible. La Camorra, que regentea el juego y otras cosas, recuperó la pérdida de diez millones de dólares al aceptar a comienzos del torneo apuestas de 13 a 1 a favor del Napoli, convirtiéndose por voluntad indiscutida en la empresa que habría de comercializar todo cuanto estuviera vinculado al Napoli campeón: banderas, vinchas, echarpes, fotos, ceniceros, encendedores, discos alegóricos, etc. Y tras la salida del 47 a la cabeza, en forma casi inmediata salió a la venta una marca de cerveza en lata hasta el sábado desconocida: Birra Napoli, única marca que habría de venderse en el estadio.
Cuando Pairetto, tras un lateral, pidió el balón y marcó el final, ciento veinte hombres, entre policías y carabinieri, se apostaron en los costados del campo. La invasión tan temida no se produjo. Todo lo contrario: los 86 chicos y 109 fotógrafos se mezclaron con una veintena de dirigentes y los jugadores pudieron abrazarse, acercarse a las tribunas para ofrecerles flores y comenzar la vuelta olímpica en dos grupos: uno, encabezado por Garella y Bruscolotti, arrancó por la curva A hacia el palco de honor. Y el otro, liderado por Diego, inició del otro lado hacia el mismo objetivo. Ambos grupos habrían de converger hacia un punto común para unirse y regresar hacia el medio del campo. Allí una enorme bandera italiana los esperaba como símbolo sublime de lo conseguido.
De las cuatro tribunas surgió un último suspiro. Un unánime suspiro que nos sacudió el alma. 'Diego, Diego, Diego.' Gritaba solamente eso. Simplemente eso: su nombre.”

La consagración del Napoli y Maradona







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