3.10.11

Política internacional

A 30 AÑOS DEL ATENTADO A SADAT
El 6 de octubre de 1981 murió en un atentado el presidente de Egipto, Anwar el Sadat. Militar y político, gobernó su país desde 1970 hasta su muerte, y fue el primer dirigente árabe en entablar negociaciones de paz con Israel. Tras la guerra de Yom Kipur en 1973 impulsó los acuerdos de Camp David, y en 1978 ganó el premio Nobel de la Paz junto al primer ministro israelí Menahem Beguin. Tramos de El asesinato de Sadat, nota de M. Salvarrey Gaudin publicada en la revista Somos, nº267 del 9 de octubre de 1981.






   “¿Por qué mataron a Sadat? ¿Quiénes lo mataron? No son las únicas preguntas, pero la respuesta exacta a cada una de ellas dará la clave del futuro en una región donde el menor movimiento puede romper el equilibrio de una delicada paz mundial. Pudieron matarlo porque tenía una actitud divergente con el resto del mundo árabe, porque rompió la política de bloque aliándose con Occidente y dialogando con Israel, porque marcó distancias con los palestinos, un punto de referencia inevitable en el complicado cuadro de situación del Medio Oriente. ¿Quiénes lo mataron? Sadat navegó en todas las aguas: fue amigo -a la vez- de Leonid Brezhnev y de Richard Nixon, del ayatollah Ruhollah Khomeini y del sha de Irán, de Menahem Beguin y de Yasser Arafat. Su pragmatismo se lo exigía. Pero a la hora del balance la respuesta pasa por una paradoja: cualquiera pudo matarlo, pero lo único seguro es que las armas no las cargó Israel, teóricamente el enemigo número uno del mundo árabe.
   Todo ocurrió en 57 segundos. En ese momento, seis Mirage, apenas una muestra del formidable poderío aeronáutico egipcio, hacían piruetas frente al palco de honor levantado en La Victoria, una población de las afueras de El Cairo. Era casi el final de un desfile militar con el que Sadat mostraba al mundo que Egipto es la primera potencia militar árabe. Los aviones se entrecruzaban en el aire dibujando con sus estelas extrañas formas teñidas de rojo, azul, blanco y amarillo sobre el fondo celeste. Todos, en la tribuna y en las calles, miraban hacia arriba, hasta que el tableteo de ametralladoras y la explosión de granadas los llamó a la realidad. 'Al bajar la mirada vi a dos jóvenes soldados con la cabeza descubierta que viajaban en la parte trasera de un camión y disparaban contra el palco de honor. Por un instante atravesó por mi mente la idea de que aquello era parte del espectáculo. Luego vi que los dos hombres jóvenes saltaban del vehículo en movimiento y se abalanzaban gritando hacia el presidente’, dijo en un primer mensaje desde El Cairo Steve Hindy, corresponsal permanente de la agencia norteamericana The Associated Press.
   Los aviones, con sus alegres estelas de humo, aún describían círculos y arcos de colores, y los cadáveres y los heridos de amontonaban entre el desorden, las sillas caídas y los agentes de seguridad, cuando se inició la cacería del comando suicida. Sadat fue llevado en un helicóptero hacia la misma clínica en la que fue atendido y murió el sha de Irán. Bañado en sangre, y atravesado en la cabeza, el cuello y el pecho por balas de grueso calibre, el presidente ya estaba muerto cuando fue sacado del palco de honor. Otros diez muertos y 38 heridos cerraban, al atardecer egipcio, el trágico saldo de la masacre.
(…)
   En distintas capitales del mundo árabe por lo menos cinco grupos reivindicaron la autoría del magnicidio: la Organización de la Unión Juvenil Nasserista Egipcia, la desconocida Organización Independiente para la Liberación de Egipto, el Frente Libanés para la Liberación de los Extranjeros, la Espada de la Unidad Islámica de las Fuerzas de la Revolución árabe y el Frente Opositor para la Liberación de Egipto Arabe. El miércoles 7 la Oficina de Seguridad de la presidencia dijo oficialmente que el atentado era obra del Frente Opositor, un grupo integrado en Libia y dirigido por el teniente general Saad Shazli.
(…)
   Sadat era el hombre que probablemente tenía más enemigos en el mundo: la Hermandad Musulmana, los fundamentalistas islámicos, los jeques que predican desde los púlpitos de la Universidad Coránica de Al Ahzar, los ex nasseristas, Khaddafi, los socialistas sirios, los marxistas, los palestinos y todos los árabes que le reprochaban la traición de Camp David. Además, en el ejército también se había consolidado una tendencia que también lo cuestionaba. El miércoles, un día después del atentado, fuentes oficiales de El Cairo dijeron que unos 200 oficiales habían sido detenidos para ser investigados. Pero todas las miradas apuntan hacia Libia y Moscú, el proveedor de armas para las aventuras terroristas de Khaddafi. El propio Kissinger dio a Somos una pista: 'Hace dos meses Sadat me confesó que los servicios de inteligencia egipcios habían detectado por lo menos doce complots en los últimos dos años. En algunos casos las órdenes provenían de Yasser Arafat. En otros, de Libia. En Egipto sabían que Khaddafi emplearía todas sus finanzas, todas sus armas y toda su sangre para acabar con Sadat'”.

El crimen de Sadat registrado por la televisión







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