2.9.11

Cine y Derechos Humanos

A 25 AÑOS DEL ESTRENO DE "LA NOCHE DE LOS LÁPICES"
El 4 de septiembre de 1986 se estrenó la película La noche de los lápices. Dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Vita Escardó, Leonado Sbaraglia, Adriana Salonia y Lorenzo Quinteros, entre otros, relata el secuestro y desaparición de un grupo de estudiantes secundarios en La Plata en septiembre de 1976, al comienzo de la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional. La repercusión del filme, en Un grafito imborrable, nota de Norberto Colominas publicada en el semanario El Periodista, nº 105 del 12 de septiembre de 1986.






   “En sus dos primeras semanas de exhibición La noche de los lápices ocupa el segundo lugar en cantidad de espectadores, inmediatamente después de Hanna y sus hermanas. A diferencia de la estupenda película de Woody Allen, la de Héctor Olivera ha provocado la movilización de estudiantes secundarios, la colocación de un kilo de trotyl en la empresa productora, los elogios virtualmente unánimes de la crítica y el saludo de las organizaciones de derechos humanos. Si a lo anterior se agrega que el libro original de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez ha entrado en la séptima edición en menos de dos meses, pocos podrán negar que La noche de los lápices es uno de los acontecimientos político-culturales más significativos en lo que va del año. Esos pocos son los que todavía usan trotyl.

   Armando Rapallo, de Clarín, describe sus impresiones a cuarenta y ocho horas de haber visto la película: 'una sensación de dolor extremo combinada con un sabor muy amargo, ante hechos que no por ser reales y más o menos inmediatos dejan de convertirse, a casi una década de los sucesos centrales, en motivo de vergüenza inaudita'. El crítico de La Nación Fernando López admite que 'duele mucho esta Noche de los lápices. Duele y conmueve, y no sólo porque reconstruye hechos terribles de un pasado reciente cuyas heridas tardarán aún mucho en cicatrizar (…)'. Para Daniel López, de La Razón: 'La noche de los lápices se erige, en rigor, en el primer film argentino con tocar a fondo la cuestión sin que ésta sirva apenas de backgraound. Aquí hay nombres, apellidos, fechas, lugares y hechos reales y concretos que le confieren un valor innegable'. Según Mariano Vera, de La Prensa, 'más que una película testimonial (…) es un documento: imprescindible para incorporarlo a nuestra conciencia colectiva'.

   En un volante repartido a la salida de los cines por las organizaciones defensoras de los derechos humanos puede leerse los siguiente: 'Usted que acaba de ver la película La noche de los lápices debe saber que lo relatado es verdad y que éste es sólo uno de los hechos por los que -junto con otros responsables- ahora será juzgado quien fuera su cabeza visible: Ramón Camps'. Lleva la firma de Abuelas, APDH, CELS, Familiares, Liga, Madres, Movimiento Ecunémico y Movimiento Judío.

   Sin excluir ciertos reparos exclusivamente cinematográficos, es evidente que Olivera apostó por la verdad histórica, ésa que el general Héctor Ríos Ereñú puso en cuestión al afirmar que La noche de los lápices 'había aislado el hecho del marco en el que sucedió, de ser cierta la cosa que se cuenta, como se la cuenta'.

   Criticar una película es más fácil que autocriticar una doctrina, pero la historia no absolverá a los que se burlan de ella.”

Comienzo de la película







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