17.8.11

Derechos Humanos

¿DÓNDE ESTÁ MIGUEL BRU?
En agosto de 1993 desapareció Miguel Bru, estudiante de periodismo de 23 años. El miércoles 18 su familia comenzó a buscarlo, aunque se cuerpo jamás apareció. Pero por testimonios de detenidos en una comisaría platense se comprobó que la noche anterior fue detenido por policías y torturado hasta la muerte. La violencia policial y la complicidad de un juez en fragmentos de Desaparecido, nota de Pablo Tulián y Luis Alberto Quinteros, publicada en la revista Cerdos y Peces, nº 57 de enero de 1998.






“Miguel Bru estudiaba periodismo en la Universidad Nacional de La Plata e integraba la banda de punk rock Chempes 69.
Su casa fue allanada dos veces durante 1993. El 13 de abril y el 5 de julio con órdenes falsas y a punta de pistola por los policías Justo López y Walter Abrigo. En el primer allanamiento Miguel no estaba en la casa, la policía no encontró drogas ni objetos robados pero igual se llevó a tres de sus amigos. Luego del segundo allanamiento Miguel hizo la denuncia y el 18 de agosto desapareció.

La papada le escondía el nudo de la corbata dorada. Desparramado en un sillón, su panza estaba a punto de disparar los botones de la camisa. Se acomodó el Rolex, rascó su gruesa oreja y deslizó 'no hay ninguna hipótesis que permita vincular la desaparición de Bru y la denuncia por abuso de autoridad que éste había formulado contra personal de la comisaría novena'. La frase retumbó en el despacho de juzgado criminal y correccional nº 7 de los tribunales platenses. Con esa certeza empapada de soberbia, Amílcar Benigno Vara mostró la incondicional fidelidad que lo une a la policía bonaerense.

Poco después de un mes de la desaparición de su hijo, Rosa Schonfeld se dirigió a su juzgado con la intención de pedirle una orden para que por la pantalla de tv pregunten por el paradero de Miguel. Vara contestó que no podría obligar a nadie a pasar una imagen de Bru.
Paralelamente, el entonces titular de la fiscalía en lo Criminal nº 1 de La Plata, Ricardo Melazo pidió a su colega que los asistentes sociales de Tribunales realizaran un estudio socioambiental para 'conocer los medios de vida y el ambiente donde se movían Miguel y sus amigos'. Fiel a los métodos de la dictadura, Vara desempolvó algunos capítulos escritos por sus antecesores. Consideró que 'la desaparición de Bru en sí no conforma delito'. Apoyado en ese discurso, rechazó la posibilidad de que los familiares de Miguel se presentaran como 'particulares damnificados'. El juez tuvo uno de sus primeros tropiezos en la maratón de encubrimientos. La inusual medida fue jaqueada por la Cámara de Apelaciones que permitió la intervención de Rosa y Néstor Bru en la causa. 'Esto significa que se reconoce que puede haber existido un delito, lo que modifica los planteos sugeridos por el magistrado desde el principio' habían asegurado los abogados de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) Roberto Bugallo y Marta Vedio, representantes por esa época de los Bru.

Desacostumbrados al olor de la Justicia, los padres de Miguel enseguida olfatearon lo que se estaba cocinando en el juzgado de Vara. 'Nuestra intención es alejar al juez que defiende a los policías, pero no presenta pruebas contundentes que demuestren su inocencia' rompió el silencio Rosa mientras encabezaba una de las primeras Marchas del Silencio en reclamo de la aparición de su hijo. Por esas horas, los abogados solicitaron una recusación a Vara impulsada por los familiares y amigos del joven. Esta vez la Cámara decidió seguir jugando la partida y rechazó el pedido.
Un mes más tarde el magistrado pretendió cerrar la causa con el mismo argumento, cuando todavía no había incluido en el expediente la denuncia por abuso de autoridad realizada por Miguel contra el Servicio de calle de la 9ª.
A pesar del recule, el juez se negó a abrir una vía de investigación que apuntara a los uniformados de la novena aludiendo 'convicciones personales'. La procuración de la Suprema Corte bonaerense lo acusó de 'ausencia de criterio político, notoriamente incompatible con el ejercicio de la magistratura'.

Acostumbrado a desafiar micrófonos y grabadores, Vara no se cansaba de repetir que tenía la plena seguridad de que Miguel estaba vivo. Él mismo encarnizó las versiones sobre una presunta fuga del chico a distintas zonas del país y del exterior. Envuelta en la desesperación, Rosa recorrió incansable esos lugares. La búsqueda refutó los rumores.

Escrito con tinta azul

Por la misma época, había llegado al juzgado un anónimo donde se sostenía que Miguel había sido visto por una mujer 'caminando por la esquina de su casa'. Agradecido por la gentileza que reanimaba sus hipótesis, el magistrado sumó el escrito a la investigación. Pero su alegría no le permitió descorchar demasiadas botellas. A principios de enero de 1994 llegó otra nota -también sin identificación- en el despacho del senador provincial Bertoncello. La carta detallaba la forma en que habría muerto el estudiante de periodismo y denunciaba que el anónimo que guardaba celosamente Vara habría sido escrito en la Brigada de Investigaciones de La Plata.
Después de las pericias realizadas por orden del juez Federico Atencio, se demostró que la primera carta fue tipeada por una máquina de escribir de esa dependencia policial. La burda maniobra de los azules se convirtió en un bumerang. Lejos de naufragar, las sospechas que vinculaban a sus colegas de la novena con la desaparición de Miguel se solidificaron. Claro está, menos para Vara y sus compinches.”

"Dónde está Miguel", primera parte







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