22.11.10

Tecnología

LADISLAO BIRO, EL INVENTOR DE LA BIROME
Hace veinticinco años, el 24 de noviembre de 1985, falleció el creador del invento argentino más usado en el mundo. Nacido en Hungría como László József Bíró, además de la birome fue el autor de una treintena de inventos. Su vida y su creación, en tramos de Bemvindo Birome, nota de Diego Rosemberg en la revista Trespuntos, nº 182 del 21 de diciembre de 2000.





   “Un invento, un país. Como ningún otro objeto nacional, la vida del bolígrafo describe el derrotero de la Argentina en el siglo XX. Lo creó un inmigrante que vino a probar suerte, dio lugar a fábricas prósperas que emplearon a cientos de trabajadores de cuello azul y hoy, aunque se trate de un producto de inevitable y multimillonario uso mundial, ya no se produce en el país. Crisis económica y globalización mediante, Bic dejó de producir desde hace un año en su planta de Gualeguaychú, la última del ramo que quedaba abierta desde Ushuaia a la Quiaca.
   Después de participar como soldado en la Primera Guerra Mundial, Ladislao José Biro -un húngaro nacido en Budapest en 1899- se hizo periodista. Y pocas cosas lo fastidiaban tanto como mancharse los dedos mientras tomaba apuntes para sus crónicas con su lapicera fuente marca Pelikan.
   En 1938, Biro empezó a experimentar con un tubo capilar que vertía, sobre una bolilla, una tinta especial que bajaba por acción de la gravedad y se secaba en el mismísimo momento en que tocaba el papel. En uno de sus viajes de trabajo, el periodista se encontró en el lobby de un hotel yugoslavo con el entonces presidente argentino Agustín P. Justo. A Biro le llamó la atención la hermosa joven que acompañaba a ese señor bajito que usaba anteojos y se presentaba como ingeniero. A Justo, en cambio, lo sorprendió la extraña lapicera que utilizaba el húngaro para redactar un telegrama.
   Tras un breve diálogo, en el que Biro le explicó el funcionamiento de su todavía rudimentario invento, el presidente lo invitó a terminar de desarrollarlo y producirlo a escala en la Argentina.
(…)
   La primera fábrica de bolígrafos argentina, la Compañía Sudamericana Biró, se fundó en 1944. (…) La Compañía Sudamericana fue financiada por Luis Lang y Henry Martin, dos empresarios que estaban dispuestos a arriesgar sus capitales para producir un nuevo objeto de futuro incierto. Fue en ese momento cuando se patentó por primera vez la birome, tal cual hoy se la conoce. Es el único invento junto a la lamparita -según Eduardo Fernández, presidente de la Asociación Argentina de Inventores- que no varió en sus principios de funcionamiento desde el día de su creación hasta ahora.
   El primer bolígrafo que la Compañía Sudamericana fabricó se llamó Eterpen y el segundo fue bautizado como Starpen. Eran productos carísimos, casi inaccesibles: 'Llegaron a costar 25 dólares cada uno. Se regalaban para Navidad', recuerda Mariana Biró, hija de Ladislao y presidenta de la Fundación Biro-Inventiva y Educación.’
   Recién después llegó la Birome, nombre que se componía del apellido de su inventor más la sílaba inicial del apellido de su amigo Juan Meyne, un hombre que lo había ayudado a refugiarse en Francia cuando tuvo que escapar de la persecución nazi a principios de los 40. La marca Birome penetró tanto en la Argentina que muy pronto dejó de ser un nombre propio para convertirse en un sustantivo. Un privilegio que comparte con unos pocos productos: curita, geniol, gillette, plasticola. Con esas seis letras los argentinos rebautizaron a cuanto bolígrafo pasó por sus manos. Poco les importaba si era fabricado por Perfecta, Dos Kilómetros, Sylvapen, Bic o cualquier otra empresa. Para la gente, todas eran biromes. La importancia mundial que a la brevedad alcanzó la lapicera esferográfica -tal es su nombre técnico- mereció la inclusión del término ‘birome’ en el Registro del Habla de los Argentinos y, en 1992, en el Diccionario de la Real Academia Española.”





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